Jorge Lavelli, referencia de la escena del siglo XX, muere a los 90 años en París

«El teatro no es hablar, lo importante para el actor es expresar, significar algo, entrar y salir de un mundo complejo, pero siempre sorprender», repetía Lavelli que se sentía «capaz de poner en escena la guía telefónica», según afirmó en 2015.

Había llegado a París en los años 50 para estudiar con una beca en la universidad Théâtre des Nations de París y con Charles Dullin y Jacques Lecoq. En 1963 se dio a conocer con su osada y premiada versión de 'Boda' del entonces desconocido Gombrowicz. Ciudadano francés desde 1977, fundó en 1987 y dirigió hasta 1996 el parisino teatro de La Colina, dedicado a la dramaturgia contemporánea y que inauguró con una obra de Copi.

En ese espacio puso en escena obras de algunas de las figuras más innovadoras del teatro del siglo XX, como Eugène Ionesco, Fernando Arrabal, Lars Noren, Pierre Bourgeade o Serge Rezvani. Con las técnicas más vanguardistas, también abordó a clásicos antiguos y modernos como Séneca, Calderón, Shakespeare, Corneille, Molière, Goethe, Chéjov, Valle Inclán, Pirandello, Brecht, Miller, Albee, Pinter, O'Neill, Handke, Kushner, o Thomas Bernhard en unos montajes con los recorrió los más importantes festivales de teatro del mundo.

En Madrid presentó en 1980 en el Centro Dramático Nacional un recordado montaje de 'Doña Rosita la soltera' de Federico García Lorca. También un un 'Edipo rey' y 'El avaro' de Molère con Juan Luis Galiardo como Harpagón, y trabajó sobre todo con Blanca Portillo.

Firmó escenografías para la Ópera de París como 'La Traviata' y 'Madame Butterfly', o para el Teatro Colón de Buenos Aires, donde puso en escena un recordado 'Idomeneo', de Mozart, en 2104.

París le otorgó el Gran Premio de las Artes Escénicas por el conjunto de su obra y era Comendador de la Orden de las Artes y las Letras y Caballero de la Legión de Honor, dos de las más altas distinciones concedidas en Francia.