Perdido en el concepto
Agustín Barajas bailó en el Colegio Mayor Santa Cruz la Real como parte del programa de la Bienal de Flamenco
Jorge Fernández Bustos
Viernes, 12 de septiembre 2025, 23:38
Diremos para empezar que Agustín Barajas baila bien, muy bien. La técnica que posee, el control de su cuerpo, el dominio del espacio y la ... soltura en general, lo sitúan entre los mejores bailaores de su generación. Además, es versátil y contemporáneo, no se limita al taconeo ni a los pasos ya creados. Incluso, momentos de danza clásica se pueden adivinar en parte de su entrega. Y todo ello con una sonrisa. Alguna obra de Agustín, como 'Tierra de Lorca', en 2024, nos pareció sobresaliente, pero el jueves, en la primera Bienal de Flamenco de Granada, en el Colegio Mayor Santa Cruz la Real, vimos una obra titubeante, deslavazada y por momentos pérdida en el concepto. Si a esto le unimos una sonorización más que deficiente, turbia y desatenta, nos encontramos con un espectáculo mediocre y nada exportable. No obstante, hubo momentos de verdadero aplauso, como el baile en sí, desnudo de todo argumento; la colaboración especial de Miguel Poveda y de Alberto Sellés, como artista invitado; o el cuadro de músicos en general.
El comienzo de la obra fue un despropósito de espera entre el tic tac de un reloj, campanas de iglesia y la 'Nana del caballo grande' de Lorca, en versión de camarón con la Orquesta Sinfónica de Londres, en un escenario de especial sinrazón. La obra 'Duermevela' estaría muy clara en la cabeza de su autor y el trabajo invertido para su representación es sumamente valorado, pero el resultado no es todo lo óptimo que se espera; haría falta darle un par de vueltas. El uso de la trompeta de Erik Sánchez, durante toda la obra, puede que se convirtiera en abuso, al igual los recitados y reflexiones en voz alta del protagonista.
Destacamos, como ya dijimos, la intervención de Poveda, con su 'Silencio', del disco 'Enlorquecido' de 2018, y sobre todo con las seguiriyas, que interpretó sobre el escenario interactuando con Agustín. Igualmente notable fue la farruca, acompañada con el laúd de Rubén Campos, donde el bailaor hacía del caballo lorquiano más auténtico que recuerde. Sobresaliente por otro lado fue la actuación de Sellés bailando por farrucas, con taranto encerrado a su final. Terminó la función de este bailaor granadino incombustible con 'La leyenda del tiempo' por bulerías y el despertar de un sueño irrealizado.
Fusión XL
La Bienal apostó el miércoles, en el histórico Colegio Mayor Santa Cruz la Real, por un diálogo musical con instrumentos tradicionalmente 'marginales'. Sobre las tablas del patio elegido, el proyecto 'Con acento XL' demostró que la fusión entre flamenco y jazz está más viva que nunca, lejos de ser un pastiche o un ejercicio de virtuosismo vacío. Dirigida por el maestro Óscar Musso, la Big Band del Real Conservatorio Superior de Música Victoria Eugenia se alió con el pianista Chico Pérez y el multiinstrumentista Sergio de Lope para ofrecer una velada donde ambas tradiciones se encontraron sin perder un ápice de autenticidad.
Desde los primeros compases, quedó claro que no estábamos ante un experimento, sino ante una conversación madura y profunda. La estructura del concierto, aunque bebió de la tradición jazzística de exponer un tema e improvisar sobre él, estuvo cimentada en palos flamencos de rhythm contundente: tangos, tanguillos, bulerías y tarantos proporcionaron la columna vertebral sobre la que volaron las improvisaciones. La cantaora Delia Membrives fue una fuerza de la naturaleza, desplegando un cante visceral y desnudo que se imbricó con toda naturalidad a las propuestas de los músicos.
Chico Pérez al piano fue sencillamente magistral, tejiendo con sus manos una atmósfera que oscilaba entre la delicadeza más sutil y arrebatos de pura energía. A su lado, Sergio de Lope, con su saxo y flauta travesera, respondió con un sonido rajado y atrevido, una verdadera 'voz' instrumental que dialogaba con las teclas.
Lorca estuvo presente con 'La leyenda del tiempo', 'La tarara' o el 'Romance de la luna, luna', por tangos, bajo los ecos de Camarón y un guiño a Lole. También estuvo presente, de manera inexcusable, Enrique Morente y su 'Estrella', entre otras.
Destacó, por otro lado, la labor de taracea del percusionista, Javier Rabadán, que supo dimensionar cada pieza, ofreciendo su latido exacto, ya fuera con las baquetas, las escobillas o la mano desnuda, en la batería o en la caja. Emotivos fueron la fusión de un taranto con blues, la pieza llamada 'Recuerdos de una noche de verano', el garrotín preñado de guajira, con unas pinceladas del 'Manisero' o las bulerías finales, en las que nos acordamos de El Mati y sus inicios.
No es un experimento, es una realidad. El hermanamiento del flamenco y el jazz vienen de lejos. Artistas de prestigio, como Paco de Lucía, Enrique Morente o los Pata Negra, han firmado estas fusiones. El flamenco-jazz puede que ya no sea un subgénero, sino un lenguaje propio, necesario y creativo.
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