Momento íntimo en la Bienal
Músicos: Esther Crisol (cante); Luis Mariano (guitarra); Noelia Arco (percusión). Lugar: Carmen de los Mártires. Fecha: domingo, 14 de septiembre de 2025
Jorge Fernández Bustos
Lunes, 15 de septiembre 2025, 13:26
Como decía José Manuel Gamboa, refiriéndose a Enrique Morente: «Hay cantaores que cantan lo que saben y cantaores que saben lo que cantan». Esther crisol ... sin duda pertenece a este último grupo, y no se conforma con llover sobre mojado, por muy buena agua que caiga. Tiene que investigar, estudiar y emplear el flamenco como si fuera un arma cargada de futuro, como dijo Gabriel Celaya refiriéndose a la poesía. Desde hace un tiempo, quizá más del que pensamos, el flamenco no es considerado solo cante, guitarra y baile, sino también lírica. Algunos flamencos, desde la época del franquismo, han sido conscientes de esta función de la poesía en el cante, y han cantado a poetas y han reivindicado situaciones del día a día. Así no se adaptan en ser meros intérpretes, sino que intentan aportar un mensaje, léase Enrique Morente, José Meneses, Manuel Gerena, Paco Moyano o Calisto Sánchez.
El domingo, en el Carmen de los Mártires, dentro de la Primera Bienal de Flamenco de Granada, se dieron cita algunas poetas españolas del siglo XX con voz propia, bajo la voz de Esther Crisol, la guitarra de Luis Mariano y la percusión de Noelia Arco. Poemas y textos, con otra visión, que se escucharon de forma íntima, con los ropajes del flamenco. Así, con vestido de época y mantilla, subió la cantaora al escenario desde el patio de butacas, al ritmo de un diapasón y una percusión tan delicada en todo el espectáculo, que a veces parecía no existir.
Pasado el llanto primero, con textos de Concha Méndez, María Luisa Muñoz Buendía sonó por fandangos de Huelva. Las guajiras fueron un experimento, con letra de Rosalía de Castro, guitarra eléctrica y maracas. Por soleares se presentó Casilda de Antón del Olmet, en silencio y sin prisas. Soleá que dio paso a la furiosa bulería de Ángela Figuera Aymerich, una de las piezas más conseguidas de la noche.
Después de un recitado, como el que precede a cada una de las incursiones, se escuchó una voz blanca cantando '¡Ay, Carmela!', antes de pasar una nana de Gabriela Mistral por peteneras, con un asomo a milongas en su principio y culminado con unas notas de sintetizador, tañidas por el guitarrista Luis Mariano, tras una labor impecable, hilo conductor y puente necesario en cada una de las apuestas. El cante minero le puso marco a 'Alfonsina y el mar', que homenajeaba a Alfonsina Storni. Taranto que se convirtió en la canción tradicional, interpretada por Mercedes Sosa y tantas otras.
Terminó la velada con un collage de Mercedes Pinto reivindicándose a sí misma, lo que constituye el 'leit motiv' de la función, envuelto en una música obsesiva que fue in crescendo hasta el final. «He caminado todos los nombres que me dieron: hija, amante, madre, mujer, sombra, voz. Y ahora, sin pedir permiso, me nombro desde lo hondo».
Contribuyó sin duda al éxito espectáculo y al momento vivido, aparte de los efectos musicales y la exacta percusión de punto clásico, el sonido en general, en su justa medida, nada estridente, suficiente para acariciar todos los oídos, gracias al técnico de sonido, Antonio Carmona.
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