La evolución de Irene Morales
Jorge Fernández Bustos
Sábado, 20 de septiembre 2025, 13:43
Lo más original y atrevido de lo que llevamos de Bienal en Granada ha sido el espectáculo RAW, propuesto por la bailaora de la tierra ... Irene Morales y el músico Anthonius. Ambos artistas nos proponen un juego de contrastes entre la pureza del flamenco y la rebeldía de la fusión. En este sentido el flamenco interactúa con la electrónica, donde Anthonius pone todos sus conocimientos al servicio del baile de Irene Morales. Una obra que juega con el espacio, un espacio no del todo apropiado. El patio de la abadía del Sacromonte no se presta a una función concebida para un recinto cerrado, lo que ganaría en vistosidad y recogimiento. No obstante, obviando las carencias de un juego de luces y una comprensión más íntimas, la bailaora supo sacar todo el rendimiento al lugar. La transgresión no solo estuvo en la música, sino también en la puesta en escena, la actitud de su protagonista y la dinámica en general, gracias en gran medida a Manuel Liñán, director artístico del espectáculo. Con esta incursión, Irene Morales anota otro punto positivo en su haber, no como otros artistas que quieren estar capacitados para todas las funciones: director de escena, dramaturgo, letrista, técnico de sonido y voces, etc.
El viernes en la Abadía, como decimos, Irene Morales con solo tres músicos, el compositor ya aludido, quién maneja la electrónica, los sonidos y el loop; un tremendo José Fermín Fernández la guitarra; y el versátil cantaor Al-Blanco.
Un sonido de yunque anuncia toná. La bailaora juega con una falda de cola en una silla, qué ocupará un sitio importante dentro de la función. José Fermín es una metralleta, una verdadera arma de destrucción masiva. Su exactitud, su potencia, su flamencura, su creatividad y su ejecución están fuera de este mundo. Prueba bello lo tenemos en su acercamiento a Sabicas con un zapateado que aborda Irene con sombrero cordobés (¡excelente!). Es clásica en sus movimientos, pero rompedora en sus formas. En cambio, su aproximación a la escuela bolera no está del todo conseguida, si esa fuera su intención. Continúa la noche con un alarde electrónico donde la bailaora se enrolla en un cable por bulerías, que pasan prontamente a ser zambra caracolera, tan solo de cante. Un romance por bulerías, que termina por cañas, sugiere un baile tradicional. Y el compás del metrónomo le da pie al guitarrista para hacer alarde de su exclusivo toque por fiesta. Un momento especialmente conseguido de la noche irrumpe con tangos de Málaga, en los que la bailaora interactúa con todo el elenco, e incluso con la silla, que le sirve de atrezo, además de partenaire. Acaba la función con el eco de estos tangos, mucho juego con el loop, reproduciendo este cante, y a Irene morales jugando con el altavoz, en un momento lleno de extraordinaria comicidad. Todos los músicos, con gracia y sal, abandonan el escenario al ritmo de tangos.
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