Eva Esquivel, una bailaora sabia
Jorge Fernández Bustos
Domingo, 2 de febrero 2025, 23:25
Gran noche la del sábado en la peña flamenca La Platería. Gran noche y eminentemente granadina. Granada lleva un tiempo luminoso. En las tres facetas ... del flamenco, cante, toque y baile, destaca como nunca, tanto en calidad, como en cantidad. Es por eso que igualmente han proliferado los tablaos y rincones donde se muestra el flamenco, que se ha convertido por sí solo en un motor económico para nuestra ciudad. Lo que nos lleva, sin darle muchas vueltas, a la Bienal planteada para que dé comienzo este año durante el mes de septiembre.
Y en esta cantera de flamenco, tenemos artistas que han eclosionado en este cuarto de siglo, ocupando las primeras posiciones de un tácito ranking, en Granada, y a escala nacional. Como muestra de esta madurez artística, el sábado, como digo, pudimos ver a la bailaora de fondo, Eva Esquivel, sabiamente rodeada por el mejor cuadro que se puede encontrar por estos pagos. A guitarra, Luis Mariano Renedo; y al cante, Antonio Campos y Sergio Gómez 'el Colorao'. Unos flamencos iluminados, en una velada para el recuerdo; tocados por esa varita que llaman duende. Los tres, estudiosos, trabajadores, curtidos en las tablas de La Platería. Los tres entregados y sabiendo que tocaban y cantaban en su casa, para su gente.
Eva no solo supo elegir cuadro, sino que fue coherente en su repertorio, exponiendo todos sus argumentos, y mostrando que además de bailaora es maestra de largo recorrido. Así, cada palo abordado constituyó un claro ejemplo del baile granadino, de su amplitud y de su huella. A veces, sin embargo, dentro de la finura y la pedagogía, podía adivinarse cierto toque academicista. En primer lugar salió la protagonista, de negro, con palillos en las manos, bailándole al silencio, que comenzó a rellenarse con los acordes de Luis Mariano. Después fueron apareciendo los dos cantaores, Antonio primero y después Sergio, identificando serranas dentro de aquel preámbulo. Un palo, posiblemente hermano menor de la seguiriya, que no se suele hacer (y menos para el baile). Tras esta sorpresa, Eva supo ser severa en la soleá, antes de dejar solos a sus músicos para rellenar el ambiente con un mano a mano de abandolaos, en los que se asomaron a Lucena y remataron con fandangos de Granada y de Otívar.
Por levante rozaron la excelencia. Se tensaron las cuerdas y, cada cual, admirando la actuación de sus compañeros, daba una vuelta a su tuerca privada. Luis Mariano, con esa rabia y dulzura concentradas, llevaba en volandas a unos cantaores que hacían lo propio con la bailaora. Pero no es hasta los tangos, que remataron esa pieza, buque insignia del flamenco granadino, que Eva hizo un recorrido por todas las formas y desplantes de nuestra tierra, puro roneo, desde el movimiento de hombros y caderas hasta la caída hacia atrás. Unos fandangos naturales por parte de los músicos, en los que se acordaron de Morente, con letra de Camarón, dieron paso a la traca final en forma de alegrías. Una fiesta en la que, a los postres, la bailaora hizo uso del mantón y expuso sus credenciales de buen gusto y creatividad en las escobillas. Una noche de buen gusto, con sabor a Darro y Genil, donde reman los suspiros.
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