«Hasta yo misma me intrigaba con la intriga que perseguía en 'El límite de Roche'»
La periodista granadina publica su cuarta novela, un libro en clave 'noir' ambientado en Florencia donde combina arte, crímenes y astronomía
María Jesús Peregrín, periodista granadina de larga trayectoria en medios como Liberación, RTVE o Canal Sur, acaba de publicar 'El límite de Roche', su cuarta ... novela. Una historia ambientada en Florencia donde mezcla magistralmente los mundos del arte y la astronomía con una trama de crímenes en clave 'noir'.
–¿Qué hay de María Jesús Peregrín en los personajes de sus novelas?
–Aunque a primera vista pueda creer que hay muy poco de mí, o casi nada en los personajes de mis novelas, quizá no sea del todo cierto. No me refiero al aspecto físico, pero sí al emocional. Las mujeres que aparecen en ellas tienen rasgos de tenacidad, curiosidad y sensibilidad. Se motivan con todo; se asombran con todo. Son directas y creen en ellas. A mí me pasa lo mismo. Recuerdo una frase en que Elsa, la protagonista de 'El frutero no discutía de mermeladas', le dice a Gastón: «Yo soy mi propia casa». Ahí me veo absolutamente a diario.
–'La visión de Harper' en 2013, 'El frutero no discutía de mermeladas' en 2016, 'Sibila hija de lobos' en 2017 y 'El límite de Roche' en 2022. Cuatro novelas con un denominador común, la ambición humana. La vida según Hobbes y sus lobos hambrientos...
–No pasa un día sin ver cómo el mal se estrella contra el muro del bien. No hay día en que la realidad no me muestre los dientes de un matarife pasando a cuchillo a otro ser humano. Las guerras, el odio, la ambición, la envidia. Lo curioso es comprobar cómo todos decimos que hay que ser mejores, pero la generosidad es difícil de encontrar. Creo que estamos dejando de prestarnos atención los unos a los otros. Cerramos los ojos. No queremos ver las colas del paro, las mujeres asesinadas, la pobreza.... Cambiamos de canal 'y a otra cosa, mariposa'. Me duele ver cómo las personas mayores cargan a diario con su soledad y su tristeza. Las observo mientras caminan sin ver. Sin compañía. Yo ya soy una persona mayor. Por eso me aterroriza.
«Cuando vino la covid me aferré a la novela como un naufrago a una tabla de madera en medio del mar»
–Tengo la sensación de que no ha sido usted quien se ha encontrado con 'El límite de Roche', sino que ha sido 'El límite de Roche' quien se ha encontrado con usted...
–Creo que 'El límite de Roche' se tropezó conmigo, efectivamente, en un momento crítico. Antes de jubilarme ya estaba construyendo los personajes, pero luego vino la covid y llegó el bloqueo en todos los sentidos. Entonces comprobé que no podía buscar atajos; así que me aferré a la novela como un naufrago a una tabla de madera en medio del mar. Me discipliné. Investigué. Escribía y tiraba a la basura. Durante meses. En medio de la noche venía una idea. Luego se iba. Al principio tomaba notas, pero luego dejé que todo fluyera, que me sorprendiera la trama, los diálogos... Intenté crear una atmósfera de misterio. De mucha intriga. Hasta yo misma me intrigaba con la intriga que perseguía. Así que sí. 'El límite' me dio de lleno.
–¿Hay mucha fabulación de personajes reales en la novela?
–La fabulación de algunos personajes en la novela es total. He recreado delincuentes, restauradores de lienzos, periodistas con ambiciones, científicos implicados absolutamente en el conocimiento del universo, mujeres ambiciosas, mujeres inteligentes... Pero si me guardas el secreto, lo que he descubierto en uno de ellos es mi propia filosofía de vida. No me di cuenta hasta que la novela estuvo terminada. Un personaje estaba poniendo patas arriba mi angustia y me estaba ayudando a respirar. ¡Menuda terapia!
–¿Cómo ha sido su aproximación al perfumismo?
–Un viaje a Florencia me abrió los sentidos. Un día entré en la Profumo-farmaceútica de Santa María Novella, que es donde arranca la trama de 'El límite de Roche'. Es una de las perfumerías más antiguas del mundo. Todo estaba lleno de frascos de cristal, de jabones, de olores, de mezclas increíbles... Pero yo no sabía nada de perfumes. De manera casual el destino me llevó a conocer a un farmacéutico granadino, que además era perfumista. De su mano conseguí aprender esas cosas sorprendentes. Y llevar hasta mi nariz olores que jamás había imaginado que existieran.
«Un personaje del libro puso patas arriba mi angustia y me ayudaba a respirar. ¡Menuda terapia!»
–¿Hubiera cambiado algo la historia si en vez de la Piazza del Duomo o la Galería de los Uffizi fuera la plaza Bib Rambla o el Museo de Bellas Artes?
–Las similitudes entre las dos ciudades son reales porque las dos son muy hermosas. En la novela los crímenes ocurren en la Galería de los Uffizi, pero si me hubiera planteado que la ciudad fuera Granada, sin duda la sangre habría corrido por el Museo de Bellas Artes.
–Astronomía, crímenes y arte, un cóctel de lo más suculento...
–El viaje que he hecho a través de la astronomía desde 'El límite de Roche' es lo que me ha permitido armar la trama. El límite de Roche es el secreto mejor guardado de 'El límite de Roche'. Es una novela negra, no una novela de astronomía. Pero el lector conocerá algo más sobre el universo, sobre los agujeros negros, sobre la materia oscura. Hace dos años, el profesor y escritor Andrés Sopeña y yo presentamos en Canal Sur Televisión un espacio en el programa Conciencia titulado 'Al otro lado de las ciencias'. A él le debo transitar por este camino. Después de leerla, ha dicho «que es una historia cuántica y relativista a la vez, pese a la incompatibilidad radical entre ellas». Y creo que es así.
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