Jon Juaristi | Escritor y profesor
«Incluso los elogios de Unamuno a Ganivet estaban envenenados»El intelectual vasco habló en Granada de la compleja relación del escritor del 98 con la capital nazarí, en una charla organizada por el Ateneo
Jon Juaristi (Bilbao, 1951) es historia viva del pensamiento de este país en el último medio siglo. Militó en ETA en su juventud, antes de ... que se convirtiera en la banda terrorista que luego fue, y ha impartido docencia en todos los niveles, desde una ikastola hasta la Universidad del País Vasco, que tuvo que dejar amenazado, precisamente, por ETA. Exdirector del Instituto Cervantes, columnista fijo de ABC desde hace dos décadas, acudió a Granada para hablar de la relación de Unamuno con la ciudad, en un ciclo organizado por el Ateneo con el patrocinio de Fundación Unicaja.
–La relación de Granada con Unamuno es compleja.
–Conflictiva, diría yo. Esta nos sirve para analizar uno de sus aspectos menos simpáticos, su fobia hacia Andalucía. Algo, por cierto, no muy extendido entre los vascos. Yo mismo soy 'andaluzófilo'. Y lo peor no fue su aversión, sino la secuela que dejó en autores como Celaya, que incide en los mismos tópicos que Unamuno señala. En relación a granadinos como Ganivet, cambió de opinión varias veces, pero habló siempre de él con cierta displicencia, y sus elogios estaban envenenados.
–¿Por qué razón?
–En un momento determinado, determinados autores les compararon a ambos, y eso a Unamuno no le gustaba. No podía admitir que alguien dijera que Ganivet había sido fuente de inspiración para él en algún aspecto. El granadino fue un hombre de espíritu más abierto, representante de la España plural y partidario de la mezcolanza, algo a lo que Unamuno era alérgico.
–Evolucionar, como hizo Unamuno en determinados aspectos, forma parte de la existencia. Usted mismo ha evolucionado, y mucho.
–Pienso que quien no evoluciona es porque no ha vivido. Cada nueva experiencia te hace evolucionar. Tengo una visión dinámica de la existencia, y quien trata de aferrarse demasiado al ser que fue en un determinado momento no es realista. Hay aspectos vitales que merece la pena conservar, con todo. Me definiría como un conservador razonable. Más allá de los tópicos sobre si a los 20 años hay que ser de izquierdas y a los 40 es difícil serlo –conozco casos en que ha ocurrido justo lo contrario– creo que la evolución es vida.
–Ha tenido ojos de alumnos mirándole desde la Primaria hasta la Universidad. ¿Qué ha encontrado en ellos?
–En muchos de ellos, interés y afán de aprender. Tengo un excelente recuerdo de muchos de ellos, que hoy tienen 60 años. Algún caso hubo de personas que pasaron por ETA y fueron encarcelados por un largo tiempo, a pesar de no haber cometido delitos de sangre. Llegué a la Universidad del País Vasco (UPV) como uno de sus fundadores, en 1979, y continué encontrándome con buenos alumnos.
–¿Cómo se veía a Unamuno, por cierto, en Deusto y en la UPV? ¿Había grandes diferencias?
–Unamuno siempre tuvo muy buena prensa entre los clérigos. Tendió siempre a la trascendencia, fue un pensador muy religioso. En la UPV también le estimaron bastante. En el fondo, formaba parte de la estirpe de los liberales católicos, como Menéndez Pelayo.
–¿ETA ha muerto?
–¿Qué era ETA en definitiva, sino un recurso del nacionalismo vasco para blindar los privilegios instando una violencia ajena a la política? Cuando los privilegios están suficientemente blindados, ETA desaparece, pero siempre hay una posibilidad de que reaparezca. No ha habido una condena taxativa de la banda por parte del PNV. Ardanza dijo en 1986 que ETA no desaparecería hasta que se reconocieran los legítimos derechos del pueblo vasco. Esta frase ha pasado al olvido, pero la pronunció. Arzallus, que nunca pasó de ser un carlista cabreado, tenía bastante claro lo del árbol y las nueces. Si en las próximas elecciones gana Bildu, al PNV le va a importar poco, porque conserva el poder en las diputaciones, que son las que reparten el dinero.
Cuestión de lenguas
–Usted fue director del Instituto Cervantes. ¿Qué opina sobre la defensa que desde este ente se hace ahora de las otras lenguas vernáculas?
–Yo creo que es un error, porque los nacionalismos hoy no reclaman entrar ni tener 'Cervantes propios'. Cuando un vasco como yo llegó a la dirección del Instituto fue cuando las tres comunidades reclamaron algo más de atención. Cataluña quiso montar un ente propio, el Ramón Llull, y una parte del presupuesto total del Instituto, cosa que no permitimos. Los vascos no hablaban de presupuesto, porque habría sido de un descaro notable, pero también montaron algo propio. Y en cuanto al nacionalismo gallego, nunca quiso irse. Siempre fueron más federalistas que nacionalistas.
–Miramos hacia Europa como lo hacía Zweig, esperando que de su autoridad moral venga la solución a nuestros problemas. ¿Nos estamos equivocando?
–Unamuno, en el 98, hablando con Ganivet, ya hablaba de que las naciones en Europa estaban desapareciendo porque el socialismo estaba cobrando fuerza. Ha habido una importante erosión del sentimiento nacional en Europa tras la integración en la Unión. Ahora, vemos un regreso de los particularismos y los proteccionismos más fuertes. Nunca he creído de verdad en la unión política: hay demasiadas lenguas, demasiado espíritu de campanario. Europa se unió en lo económico primero para evitar lo que nos llevó a la II Guerra Mundial. Ahora es imposible, porque de un lado está Putin y de otro estará Trump a partir de noviembre.La situación es preocupante.
–Ha cumplido 20 años como columnista de ABC. ¿Cómo ha visto la evolución del género en este tiempo?
–ABC es un periódico especial, plural, que conserva una tradición liberal desde hace más de un siglo. Nunca me han puesto objeciones, ni me han dado instrucción alguna. Hoy hay periódicos en los que las columnas son monolíticas, y sabes lo que vas a leer. Por mi parte, quiero terminar mis días como columnista del diario liberal de la calle Serrano, y que me pongan una esquela bien grande... (risas).
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