«La idea de organizar el Concurso del Cante en 1922 partió de Miguel Cerón»
«Es injusto que se ignore a Cerón cuando se habla del Concurso, pero en cierta medida es porque a él no le gustaba figurar», asegura Gil Craviotto
Fue Ladrón de Guevara quien dijo que la gente de la Alpujarra «habla despacio y mira de frente». Francisco Gil Cravioto habla despacio, mira de ... frente, nació en 1933 en un pueblo de la Alpujarra y era amigo de Ladrón de Guevara. Escritor, periodista, novelista y traductor –estudió Letras en la Universidad de París–, mantuvo una estrecha relación con algunos de los mentores del Concurso del Cante Jondo de 1922.
–¿Cómo se gestó aquel 'invento'? Usted era amigo de Miguel Cerón, melómano e ideador del Concurso.
–Efectivamente, yo fui amigo de Miguel Cerón, pese a la diferencia de edad. Cuando le conocí yo tenía menos de treinta años y él debía de andar por los setenta. El Concurso salió de él porque en Francia y en Rusia, por ejemplo, empezaban a considerar la música popular como una riqueza. En España no había llegado a ese punto. Había que comenzar naturalmente por el cante jondo. Él empezó a moverlo, al igual que Falla y Federico, aunque hubo otras personas, como Francisco de Paula Valladar, que se opusieron.
–En cualquier caso, la paternidad de la idea sí es imputable a Miguel Cerón.
–Sí.
–¿Cómo fue su relación con él?
–Terminamos siendo muy amigos porque a mí me interesaba mucho Lorca y él lo conocía. Me invitó varias veces a su casa a oír música, porque tenía el mejor equipo que había en Granada a finales de los cincuenta, mientras la criada nos servía un té. Intenté entrevistarlo varias veces para una serie que firmé en el periódico 'Patria'. Sí lo logré con personajes como Manuel Ángeles Ortiz, que me habló sobre Federico y el cante jondo, como Francisco García Carrillo, discípulo de Falla, y mi intención era hacerlo también con Cerón, pero se oponía. Me daba largas porque no le gustaba salir en la prensa.
–¿Cómo era la amistad entre Cerón y Lorca?
–Muy buena. Él decía que Federico era 'poeta por la gracia de Dios' y por su esfuerzo. Cerón siempre lamentó que los fascistas asesinaran a once amigos. Me dio los nombres, aunque ha pasado tanto tiempo que lamento solo acordarme de uno, Federico García Lorca. Cerón era muy amigo, en general, de todos los intelectuales de la época.
«'Ser granadino' deja cierta decepción que se manifiesta unas veces en sonrisa y otras en despropósito»
–Siempre se habla del Concurso del Cante Jondo de Falla y Lorca y se deja fuera a Cerón. Qué injusto ¿verdad?
–Me parece injusto, pero en cierta manera es porque él era un hombre retraído, que no le gustaba figurar. Era muy tranquilo y muy culto. De las pocas personas de aquella época que, cuando la censura franquista lo permitía, compraba el periódico 'Le Monde'.
–Entiendo que quizá ese olvido venga por su forma de ser...
–Así es. No le gustaba aparecer. Francisco de Paula Valladar escribió en contra del Concurso en la revista 'Alhambra'. Y Miguel Cerón publicó artículos en contra de Francisco de Paula Valladar en 'El defensor de Granada', pero los firmó bajo seudónimo.
–¿Qué papel representó el Centro Artístico en el Concurso?
–Tuvo mucha importancia y prueba de ello es que Lorca pronunció allí su discurso sobre el cante jondo. El Centro Artístico estuvo a favor, y se implicó al cien por cien como lo demuestran los periódicos de la época.
–Hablemos ahora de usted...
–De mí, qué vamos a decir (risas).
–Pues por ejemplo que el 29 de enero de 2019 recibió la Medalla de Oro de Granada. ¿Cómo recuerda aquel momento?
–Yo tengo dos ciudades preferidas, Granada y París, y que una de ellas me reconociera dándome una distinción así por el conjunto de mi obra (señala encima de la tele, donde está la Medalla) para mí fue algo extraordinario.
–Aprovechando su profundo conocimiento de Granada. Defíname el 'ser granadino'...
–Yo creo que los granadinos llevamos una herencia cultural de muchos siglos, y a eso se une cierta decepción de no haber conseguido lo que a Granada le correspondería como ciudad. 'Ser granadino' deja cierta decepción que se manifiesta unas veces en una sonrisa y otras, en despropósito.
«Granada debería dejarse de modernismos que hoy brillan y mañanason antiguallas»
–¿Cómo ve la ciudad ahora?
–Se han hecho muchos disparates. En arquitectura, por ejemplo, la plaza Isabel la Católica y los espejos. Veo que esta ciudad debería conservar su espíritu antiguo y dejarse de modernismos que hoy brillan mucho y que mañana son antiguallas. Granada ha cometido esos errores y ya no tienen solución, pero lo que sí se puede hacer aún es preservar lo mucho que queda de arte antiguo y preservar también la cuestión verde. Granada debe ser una ciudad ecologista y respetuosa con la naturaleza.
–¿Cuáles son las asignaturas culturales pendientes?
–En lo referente a música, la falta un teatro de ópera. Se cometió el disparate de cargarse el Cervantes, que se abrió en tiempos de José I. Harían falta ayudas a los editores, que podrían materializarse en la compra de libros por parte de las administraciones para darlos no solo a las bibliotecas y los colegios de Granada, sino también de los pueblos. Hay editoriales que están haciendo un gran esfuerzo por publicar obras de autores granadinos, y después no logran venderlas, lo que supone un freno.
–¿Qué queda en usted de Turón, el pueblo donde nació, y de aquel niño que estudió en un colegio de frailes en Almería?
–Turón tenía 3.000 habitantes, ahora solo 200. Es un pueblo de la España vaciada. Yo nací allí en 1933 porque mi padre era secretario del ayuntamiento. Viví en Turón los once primeros años de mi vida, y luego fui a parar a un colegio de frailes de Almería. Tengo que decir en honor a la verdad que a mí ninguno me tocó ni puedo decir nada relacionado con abusos sexuales. Eso sí, la enseñanza era arcaica, memorística y a base de hostias, eso no faltaba.
–Usted también es un gran aficionado a la jardinería. Recomiéndeme algún jardín de Granada donde refugiarme para leer su libro 'El oratorio de las lágrimas'.
–Ahora voy al parque de la Concordia porque mis piernas no me permiten ir muy lejos. Si tuviera que aconsejarle algún sitio, sería el Carmen de los Mártires o los jardines del Genil. Me gustaba pasear por la ribera del Genil como me gustaba hacerlo por la del Sena.
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