Hallan en Bib Rambla la muralla que se reconstruyó en el año 1125 tras las inundaciones del río Darro
El hallazgo arqueológico confirma el trazado de la muralla que unía el Arco de las Orejas con la puerta que hubo en plaza de la Trinidad en la época de los almorávides
Cuando los arqueólogos comenzaron a excavar en los bajos del número doce de la plaza Bib Rambla tenían bastantes expectativas de que encontrarían, posiblemente, un ... tramo de la muralla que, en el siglo XII, conectaba el Arco de las Orejas con la Puerta de Bibalmazán, en la plaza de la Trinidad. Pero empezaron con el 'pico pala' y nada de nada. Hasta que antes del confinamiento, cuando ya descartaban que la excavación arrojara algún resultado relevante, sí dieron con un tramo de aquel tapial que, tal y como se ha constatado históricamente, atravesaba el subsuelo del flanco oeste de Bib Rambla, donde están buena parte de las cafeterías y restaurantes de este céntrico punto de la ciudad. El informe de esta intervención, firmado por el arqueólogo Ángel Rodríguez, subraya la relevancia de este hallazgo, que quedará integrado en el proyecto de rehabilitación de un edificio que data del año 1884, redactado por el arquitecto Norberto Sánchez. Es decir, que se protegerá de tal forma que pueda ser visto, como ya se hizo en su momento con los vestigios del propio Arco de las Orejas en un local cercano.
Pero hay otras singularidades que merece la pena destacar de esta sección de muro de 2.30 metros de ancho y uno de alto que ha aflorado en el corazón de Bib Rambla. Presenta ciertas diferencias respecto a la muralla ya conocida –estamos hablando de una zona muy estudiada por la arqueología–, lo que viene a confirmar, según Ángel Rodríguez, «que hubo varias fases constructivas tras el desplome sufrido en esta 'infraestructura' por las inundaciones motivadas por la crecida del Darro en el año 1125». ¿Cuáles son esas diferencias? Se aprecian fundamentalmente en detalles como la posición de los tableros, unos en horizontal y otros en vertical, y la cimentación sobre una 'zarpa', una especie de resalte hecho con una mezcla de cantos de río y mortero. El hecho distintivo es que difiere del sistema de edificación que se empleó para el Arco de los Orejas.
Según explica Ángel Rodríguez, la puerta Bab al-Rambla, que es como se conocía en época árabe, es decir, la puerta de la rambla o del arenal que se formaba en este lugar por su proximidad al Darro, se encontraba en la actual calle Arco de las Orejas haciendo esquina con la calle Salamanca y la plaza de Bib Rambla. Tradicionalmente también fue conocida como Arco de las Orejas porque aquí se ejecutaba la 'pena de orejas' a los molineros que defraudaban en el peso de la harina. Dicho castigo, de origen medieval, consistía en el corte o mutilación de las orejas.
Los restos han aparecido en las excavaciones para la rehabilitación de un edificio de Bib Rambla
Era una de las puertas principales y más monumentales de la ciudad, con una configuración muy parecida a la de Elvira, con un gran arco que daba paso a la puerta propiamente dicha. Estaba precedida por un antemuro con una barbacana que si bien en origen su función era militar, tras 1492 fue ocupado para múltiples usos: patios de casas, huertos e incluso como cementerio de la antigua iglesia de la Magdalena. Su importancia estriba en que conectaba directamente el mundo rural, la Vega, con una de las principales arterias comerciales, el Zacatín, y permitía acceder al corazón de le medina, a la mezquita mayor y la madraza. Era la puerta que daba paso al vientre –el mercado– y al alma de la ciudad. Su carácter monumental la hizo una de las más destacadas y siguió jugando un papel fundamental tras la conquista: aquí se colocó un peso de la harina y se fiscalizaba el acceso de mercancías. A los pocos años, en 1507, el bachiller Olivares, confesor de la reina Isabel la Católica, fundó una capilla en su interior que era muy frecuentada y querida por los vecinos y por todos los que accedían a la ciudad por esta puerta, convirtiéndose en paso obligado de la procesión del Corpus Christi.
Juegos de toros y cañas
Los juegos de toros y cañas que se celebraban en la plaza de Bibarrambla utilizaron esta puerta como arco triunfal para la entrada de los participantes y en definitiva el horario de apertura y cierre de la misma marcaba el pulso de la vida cotidiana, tanto intramuros como extramuros, en la calle Mesones y el barrio que se estaba creando en torno a la calle San Antón. En 1520 quedó fijado que entre el 1 de abril y finales de septiembre debía cerrarse a las 22 horas, abriéndose de nuevo a las 3 de las mañana, y desde octubre hasta marzo se cerraba a las 20 horas y se abría a las 5 del día siguiente.
A finales del siglo XIX era la única puerta árabe de la ciudad llana que, junto a la de Elvira, seguía en pie –sin contar las del Albaicín– y por sus valores estéticos y artísticos, con ciertas similitudes con la Puerta de Justicia de la Alhambra, era admirada por todos los ilustrados de la época.
Una muralla de seis metros que mandó construir Inalu
Conviene detenerse en el desastre ocurrido por la crecida de las aguas del Darro tras las lluvias torrenciales, un episodio documentado por fuentes árabes. El colapso de esta importante infraestructura de la Granada de la época se produjo por la fuerza de los elementos y por una mala cimentación. Como consecuencia de ellos, los albañiles fueron castigados.
Según el historiador Ibn Idar, en su obra 'Bayan al-Mugrib', fue el gobernador Abu Umar Inalu, nombrado por Yusuf, quien ordenó la reconstrucción en 1126 del muro que ahora, casi novecientos años después, se ha descubierto en un bajo de la plaza Bib Rambla.
Esta muralla se mantuvo en pie hasta el año 1880, conservando hasta seis metros de altura, según figura en varios documentos históricos.
La puerta de Bib Rambla pasó a la historia por ser protagonista de una encarnizada lucha entre el ayuntamiento de Granada, que en 1873 decidió su demolición para ensanchar y modernizar la calle, y la Comisión Provincial de Monumentos de la Provincia de Granada que quiso impedirlo a toda costa. Entre 1873 y 1884, fecha en la que definitivamente se derribó la puerta, se sucedieron ayuntamientos de la primera república, el revolucionario del cantón independiente y el de la restauración monárquica: todos sin excepción lucharon con todas sus fuerzas por demoler la puerta. A su vez la Comisión con Manuel Gómez Moreno, Manuel de Góngora, Leopoldo Eguilaz o Francisco Simonet, personajes todos de reconocido prestigio nacional, consiguieron que el gobierno de la nación lo declarase monumento histórico-artístico nacional en 1881, pero no fue suficiente.
Tres años más tarde, con la excusa del estado de insalubridad de la zona a causa de la ruina de la puerta, que había provocado el propio ayuntamiento, y el miedo a una epidemia de cólera que se avecinaba desde Europa, hizo que consiguiera su objetivo. Después de once años de pulso intenso entre los amantes del Patrimonio y los que se empecinaron en demoler el monumento, fue una derrota humillante y frustrante para la Comisión Provincial de Monumentos, que presentó su dimisión en bloque al gobierno. Fue un escándalo que tuvo una repercusión nacional. Hoy sería inimaginable que un edificio o un monumento declarado Bien de Interés Cultural (BIC) fuera demolido por la propia administración.
Los restos de arco exterior fueron recuperados de los escombros y almacenados en el Museo Arqueológico hasta que en 1933 Manuel Gómez-Moreno Martínez le propuso a Torres Balbás que lo reconstruyera en algún lugar de la Alhambra. Hoy podemos ver el resultado en el bosque, a unos pocos metros más arriba de la Puerta de las Granadas.
También aparecen restos de lo que podría ser la base de una torre
granada. Además del tramo de muralla, que ha aparecido a un metro de profundidad sobre la rasante de la calle, las excavacaciones dirigidas por el arqueólogo Ángel Rodríguez también han permitido que aflore alguna estructura que «posiblemente se corresponda con el basamento de una torre o con un requiebro en el trazado de la muralla hacia lo que hoy es la plaza de Pescadería que, desde ahí, engancharía con lo que fue la puerta de Bibalmazán, en la plaza de la Trinidad».
En este punto conviene recordar que en 2016, durante una actividad arqueológica rutinaria en el número cinco de la calle Arco de las Orejas, casi por sorpresa –porque nadie esperaba que aún se conservaran restos de la antigua puerta en el lugar original– aparecieron dos paños de uno de los torreones que flanqueaban la mítica puerta, con más de cinco metros de altura, y en su base la conexión con la muralla urbana que llegaba hasta la puerta de Bibalmazán, en la calle Capuchinas. El torreón está construido en tapial, con pilares de ladrillo y en su base había una fábrica, mucho más consistente, de tapial de hormigón de cal.
Se pudo identificar la existencia de una construcción más antigua, concretamente del siglo XI, y la zanja de cimentación de la actual, reconstruida en el año 1125 por los almorávides, más tarde reformada a principios del siglo XIV, ya en la época de los nazaríes.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión