Gracias, maestro, que Dios lo bendiga
Emotivo adiós de Enrique Ponce, que salió a hombros junto a El Fandi en una tarde de homenaje por parte de la afición y de sus compañeros
F. Martínez Perea
Viernes, 31 de mayo 2024, 00:15
La primera corrida de abono de la feria del Corpus 2024 prometía emociones fuertes, no sólo por la competencia en el ruedo, con tres diestros ... que no suelen dejarse ganar la batalla, sino igualmente por la despedida de Granada del cabeza de terna, el maestro Enrique Ponce, uno de los toreros más queridos y admirados por los aficionados locales, que han tenido el enorme privilegio, a lo largo de muchos años, de disfrutar de grandísimas faenas y lecciones magistrales del espada valenciano, referente histórico del toreo contemporáneo.
Ponce, don Enrique, tras varios años en paro voluntario, ha querido esta temporada abandonar definitivamente los ruedos con la dignidad y categoría que merece un figurón de su talla y ha seleccionado para ello un número limitado de plazas de especial significación en su carrera, entre las que no podía faltar la Monumental de Frascuelo, seguramente porque nadie como él sabe que Granada le ha entregado su corazón, que las musas que anidan en el coso de la Avenida del Doctor Olóriz siempre han estado prestas y dispuestas a inspirar lo mejor y más noble de su infinito arte y que la sintonía entre él y el público es algo que ha trascendido más allá de una simple relación espectador-artista.
Convencidos
Los aficionados, por todo ello, acudieron a la plaza convencidos de que iban a vivir algo hermoso por emotivo, un acontecimiento único y especial cincelado a golpe de nostálgicos recuerdos. Era el retorno y el adiós de una leyenda, la despedida de un auténtico ídolo, la última oportunidad en la Monumental granadina de rendir pleitesía a un artista que llegó al mundo del toreo para engrandecerlo y que deja un palmarés sin parangón, con triunfos y gestas sólo al alcance de los elegidos. Y, como se esperaba, se cumplieron las expectativas.
Ponce tras varios años en paro voluntario, ha querido esta temporada abandonar definitivamente los ruedos
Porque la de ayer fue una corrida que quedará para el recuerdo, además de por la despedida gozosa y triunfal del maestro de maestros, por la dimensión que ofreció también el local David Fandila 'El Fandi', contagiado por la carga emotiva del homenaje y dispuesto en cuerpo y alma a sumarse al mismo haciendo ofrenda de lo mejor y más granado de su tauromaquia frente a los toros de Domingo Hernández, ganadería que participó en la fiesta con un encierro desigual y bajo de raza en conjunto.
El público obligó a Enrique Ponce a saludar una gran ovación tras consumarse el paseíllo. Y ese mismo público volvió a aclamarlo cuando abandonó el ruedo a hombros en compañía de El Fandi tras cortar tres orejas, una del que abrió plaza y las dos del cuarto. Fue el prólogo y el epílogo a una auténtica cascada de emociones que alcanzaron su cénit cuando fue obligado a dar dos vueltas al ruedo al grito de torero, torero tras firmar su gran faena al segundo de su lote.
En plenitud
Ponce, en plenitud, se había sentido por momentos con sus dos toros y con los dos, de muy distinta condición, el primero noble pero manso y el otro con clase había regalado momentos mágicos: lances primorosos, series de gran enjundia, mando a raudales, plástica exquisita, pureza, valor, inteligencia y maestría. También transmisión y vibración. Un torero grande, muy grande, paladeando a sorbos el néctar de su arte en una tarde de sentimientos encontrados, feliz por reconciliarse con lo que ha sido la razón de ser de su vida y seguro que sacudido y golpeado en lo más intimo por la evidencia de que la grandeza de su toreo está llamada en el corto plazo a quedar reducida al recuerdo.
Ponce emocionó y se emocionó y dejó en Granada, con dos faenas macizas y perfectamente estructuradas, de mucho contenido y variedad, la impronta del figurón que siempre ha sido. Oro puro, o cante grande, como prefieran, fueron sus lances a la verónica, sus doblones, sus cambios de manos, sus recortes, sus redondos inmaculados, las series al natural, largas y profundas, los pases de pecho, los adornos, las poncinas y todo lo demás. Gracias, maestro, por tanto y por su ejemplo. Que Dios lo bendiga.
El Fandi, en estado puro
David Fandila 'El Fandi' hizo suyas muchas de las emociones vividas ayer por el maestro de Chivas, con el que ha compartido tardes memorables en la Monumental de Frascuelo y en otras muchas plazas.
Quería el granadino rendirle su particular homenaje al veterano compañero y lo llevó a cabo de la mejor manera posible, siendo fiel a sí mismo, con la admirable entrega de siempre y sin escatimar nada en ninguno de sus dos toros. Con el que salió en segundo lugar, un precioso toro colorado de nombre 'Duendecillo', con tendencia a rajarse, David manejó el capote con despaciosidad, quitó por lopecinas y con las banderillas dio todo un recital, con un segundo par imponente.
Con la muleta toreó inicialmente en redondo con enorme ligazón y temple y después cuajó series con las dos manos de mucho mando, gusto y ajuste. Los molinetes y el final rodilla en tierra elevaron el tono pasional de la faena, rematada de estocada casi entera entrando a ley tras un pinchazo inicial. Más que merecida la oreja que paseó.
Con el quinto, que tuvo transmisión y clase, El Fandi volvió a entusiasmar con capote y muleta. El quite por lopecinas puso rúbrica a un recibo previo formidable por verónicas y chicuelinas y el tercio de banderillas fue imponente, con dos pares de poder a poder, y otro de mucho riesgo al violín. Fue el preludio explosivo de una faena de traca, con un Fandi sobrado de raza, impecable en el toreo fundamental y pirotécnico en el accesorio. Un Fandi ejemplo de ganas y afición, con las ideas claras y los recursos técnicos y artísticos propios de un torero con enorme poder y oficio. Pinchó antes de cobrar una gran estocada y el doble trofeo fue justo premio a su labor.
Castella, sin lote
Sebastián Castella ha demostrado desde su celebrado retorno a los ruedos el pasado año –decidió retirarse temporalmente tras torear en Granada en septiembre de 2020– que las cualidades artísticas que lo consagraron como figura indiscutible siguen intactas y que su valor sereno y seco, lejos de sufrir merma, parece fortalecido.
La acusada personalidad del diestro francés no deja indiferente ni al público ni a los aficionados y cuando, como ayer, no tiene toros propicios sabe pisar con impavidez terrenos prohibitivos y hacer fácil lo difícil.
En su primera faena, condicionada por la manifiesta flojedad del toro, Castella dejó constancia de su sobrada capacidad con un trasteo tan meritorio como pulcro que le sirvió para que el público, tras magnífica estocada, pidiera con fuerza y consiguiera para él una oreja.
Y con el que cerró plaza, el más deslucido del encierro cumplió con creces. No pudo lucir su clase, pero demostró entrega y profesionalidad.
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