El folklore granadino
En sintonía con Adolfo Salazar, que concluía su artículo en El Sol del 2 de marzo de 1922, recordando que el cante jondo no es «ni más ni menos importante, ni de mayor ni menor interés -no importa repetirlo- que cualquiera otra manifestación de folklore y de la historia de las costumbres», Valladar alertó de lo mismo el 15 de marzo
Antonio Martín Moreno
Sábado, 19 de marzo 2022, 23:56
«La publicación del hermoso libro del querido amigo Guichot, 'Noticia histórica del Folklore', […] trae a mi memoria el vago recuerdo de los estudios que ... al saber popular granadino he dedicado en esta revista, –que bastantes pueden hallarse en ella, algunos ilustrados con textos musicales muy curiosos y dedicados al gran maestro Pedrell, verdadera autoridad en la materia– si no en otras revistas y periódicos y en particular en La Alhambra que publiqué en 1884-1885. Recogí en ella los albores de los interesantísimos trabajos folkloristas de Sevilla, y aún mereció mi modesta publicación el cambio con la revista sevillana 'El Folklore andaluz' y con la 'Biblioteca de las tradiciones populares españolas'.
Desde el primer número de esa Alhambra consagré mi atención a los estudios folklóricos, y para enaltecer la belleza de una primorosa «canción árabe» con que honró ese primer número el inolvidable y sabio maestro de capilla D. Celestino Vila, escribí unas notas tituladas 'Las canciones árabes', que terminan con el siguiente cantar, que como dice Schack, recuerda «de una manera pasmosa las seguidillas improvisadas que todas las noches se cantan al son de la guitarra bajo los balcones de Andalucía»: «En el cielo, la luna / radiante luce, / pero pronto se vela / de negras nubes; / que al ver tu cara / envidiosa se esconde / y avergonzada…»
En esa revista publiqué artículos de colaboración tan interesantes como el del querido amigo Caro Riaño proponiendo la creación del folklore granadino, hermosa idea que quedó en proyecto; recogí datos de las fiestas de San Antón, Navidad, Cruz de Mayo, Corpus, etc., algunos con su música propia y de preocupaciones populares, costumbres y rasgos distintivos del pueblo. Ni aquellos esfuerzos, ni los que se hicieron después y que en esta Alhambra de ahora constan, dieron el resultado que merecía la noble iniciativa de Caro Riaño: el folklore granadino quedó como uno de tantos bellos y puros ideales; considerados como 'guilladuras' de gentes que no viven en el terreno de lo positivo.
Hoy que tanto se discute acerca del origen de los cantos del pueblo en Andalucía, que de suposición en suposición se llega a Egipto y a la India en busca de los cantos originarios de nuestro pueblo, que convienen algunos en que no hay testimonios escritos que lleven el convencimiento a las inteligencias de los que quieren estudiar, ¿se conoce con todo detalle el 'Cancionero' que se guarda en la Biblioteca Colombina de Sevilla, titulado 'Cantinelas vulgares' (título ficticio, según opina Pedrell que conserva en su poder una copia del códice)? Debiéramos consultar la opinión del sabio maestro acerca de este cancionero, pues aunque sea música de corte, según Pedrell, está trabajada sobre motivos populares.
También deberíamos conocer los cantos y tonadas de los moros granadinos que se conservan y se cantan en Tlemcen, y acerca de los cuales Carlos S. de Tejada oyó una interesante conferencia a M. Aboura, profesor en la Medersa de Tlemcen, cantando varios moros acompañados por nueve músicos: «Todos estos músicos tocan al unísono, sin una tercera, sin el más elemental acorde, sin rastro, en una palabra, de armonía», […] pero lo que oye, y las traducciones que Aboura hace de las canciones, le recuerdan un cantar que él oyó en un amanecer de Andalucía y que dice: «Lucero de la mañana / acaba ya de salir, / que te está esperando el alba / en el puente del Genil».
Y agrega Tejada: «No entendemos nada de árabe, pero no pudimos oír sin emoción la palabra 'andalusí'. Si ese lamento lo trajeron los moros de Granada para llorar su destierro, lo dejaron también en Andalucía, para cantar con él todas las penas de la vida de nuestro pueblo». La Alhambra, 15 de marzo de 1922.
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