La plasticidad de Bach en los pies de Israel Galván
Crítica ·
El bailaor sevillano sorprende una vez más al acompañar a un sexteto de música de cámara, dirigido por el músico francés Benjamin Alard, en el Festival Internacional de Música y Danza de GranadaJorge Fernández Bustos
Granada
Jueves, 20 de junio 2024, 00:07
Nunca terminará de sorprendernos el bailaor sevillano Israel Galván, al que vimos recientemente en el teatro Alhambra manteniendo todo un espectáculo él solo, sin música ... de ninguna clase. Ahora, para el Festival Internacional de Música y Danza, este pasado martes, en el Patio de los Inocentes, del Hospital Real, se transformó para acompañar a un sexteto de música de cámara, dirigidos por el músico francés Benjamin Alard, compuesto por él mismo (clave), Miguel Colom (violín), Fernando Arias (violonchelo), Álvaro Octavio (flauta), Ángel Luis Sánchez (oboe) y Vicente Alberola (clarinete). Todo responde a un encargo del Festival al compositor algecireño José María Sánchez-Verdú –por lo tanto, estreno absoluto–, quien tuvo a bien remontarse a su paisano Manuel de Falla y su 'Concierto para clave y cinco instrumentos', una de las últimas composiciones en su estancia granadina. Sánchez-Verdú crea una pieza, 'Las ínsulas extrañas' basada en los referentes que pudo tener Falla para su creación; entre ellas, el 'Cántico espiritual', de San Juan de la Cruz, compuesto asimismo en el convento de los Mártires de Granada, cerrando un círculo paralelo entre todos ellos.
La noche empezó con el 'Affettuoso del Concierto de Brandeburgo nº 5 en re mayor' de Johann Sebastian Bach, para flauta, violín y clave. Desde el primer momento, Israel Galván sale a escena para ilustrar los compases de Bach, tal y como si hubiera sido escrita para sus delicados movimientos, en los que parece encajado en el siglo XVIII, con medias y levita. De vez en vez, acompaña las notas del maestro alemán con un ligero zapateado, pitos o palmas a compás, que lo amalgama.
Tras esta sorprendente introducción, Sánchez-Verdú, al frente del sexteto, dirige su obra, de clara propuesta contemporánea, más cercana a la mente que al cuerpo, sabiendo crear una atmósfera de mar en calma, como si dijéramos, y la breve brisa rizando las olas, con su despliegue en 'ostinati'. Sánchez-Verdú descansa plácidamente en el latido de los vientos, incluso haciéndolos soplar sin emitir sonido.
El concierto se complementa con un par de arreglos del mismo compositor gaditano: 'De los álamos' («una fantasía libre para clarinete y violonchelo»); y 'Tantum ergo de Victoria' («transcripción para cinco instrumentos como una versión que recuerda en cierta manera a las piezas instrumentales que de la música de los grandes polifonistas se hacían ya en el Renacimiento», según reza el programa de mano).
El primero de estos arreglos dibujado igualmente, con delicadeza y una especie de crótalos para dedos, que funcionan como palillos, por el bailaor sevillano. Scarlatti se presenta con el tempo lento de la 'Sonata para clavicémbalo en si menor' (Benjamin Alard), acompañada por un Israel menos comedido, con el zapateado marcando la música.
Termina el concierto con su origen, el 'Concierto para clavicémbalo, flauta, oboe, clarinete, violín y violonchelo', de Manuel de Falla (gran interpretación). Tras los aplausos, a manera de bis, fuera de programa, aún pudimos ver a Galván desfragmentando desde una silla, con su gracia particular y flor en la cabeza, las 'Sevillanas del siglo XVIII', que supo rescatar García Lorca en sus Canciones Populares.
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