«La música habla por sí sola, y mi labor es que las orquestas brillen»
El finés es el director residente del Festival, y esta noche afronta el segundo de sus tres compromisos, con la OCG y la 'Séptima'
José Antonio Muñoz
Granada
Viernes, 25 de junio 2021, 00:46
El finés Klaus Mäkelä (Helsinki, 1996) es el director residente del 70 Festival Internacional de Música y Danza. Glosar sus cualidades como intérprete –también es ... un reputado chelista– sería ocioso. Destacar lo evidente, su insultante juventud, también. La apuesta de Antonio Moral hace año y medio, cuando pocos le conocíamos, por traerle este año, ha salido redonda. Aun con la pandemia de por medio, las orquestas europeas hacen cola para que toque con ellas, y ya es titular en dos: Oslo y París. Todo esto tiene una explicación, que se intuye apenas se sienta uno un rato con él.
–Mirando su biografía, tenemos la impresión de que la vida ha pasado para usted como un 'allegro prestisimo con fuoco'. ¿Ha sido realmente así?
– (Risas) Esta es una buena pregunta. Siento que este tiempo ha pasado de forma tranquila, en paz, muy confortable para mí. Y esto es así porque cada músico tiene una vida diferente, una carrera diferente. No pienso que se tenga que hablar de carreras, pienso que se tiene que hablar de música. Y me siento muy tranquilo, porque, porque la música ha dirigido mi vida como yo mismo comencé a dirigir una orquesta cuando tenía 12 años. En todos los aspectos, ha sido un periodo gratificante, sin grandes sobresaltos.
– Su vocación por el violonchelo creció de forma paralela a la de director de orquesta. ¿Pensó desde siempre que su vocación como músico trascendería el instrumento?
–Sí. Me encanta tocar el violonchelo y pienso que es importante para un director de orquesta ser músico, porque cuando trabajas como músico, sabes cómo hay que tocar. Si no sabes tocar un instrumento, es difícil decirle alguien a un instrumentista. En mi corazón, sigo siendo un chelista. Pero me planteé que quería ser director cuando tenía siete años, y aunque continué tocando el chelo y aún lo hago a veces, siempre he querido ser un director porque las posibilidades de acceso a la música siendo director son ilimitadas, mientras que siendo exclusivamente un chelista, el repertorio es limitado. Hay una bellísima música de cámara para tocar con chelo, pero ser director me permite entrar en el mundo sinfónico y en la ópera, lo cual es fantástico.
–Además de ser director y chelista, usted se ha implicado en la gestión musical, como director artístico de orquestas y festivales. ¿Le ha permitido ello estar más cerca de los creadores, que tan mal lo están pasando por culpa de la pandemia?
–Siempre tratamos de estar cerca, aunque los directores artísticos no seamos directamente responsables de las contrataciones. Todos sentimos a la vez que a principios de 2020 el mundo se paraba. Me considero muy afortunado porque pude volver muy pronto a ofrecer conciertos, y me siento muy afortunado por ello, pero es una situación muy difícil para todos.
Credo
–¿Cuál es su 'credo' como director de orquesta?
–Creo que la música habla por sí sola. Y que mi labor como director es hacer que la orquesta que dirijo brille. Porque la música es mejor cuando se toca de manera 'orgánica'. Un director tiene que prestar atención a la vez a múltiples cuestiones. En el caso de la cuerda, al ser yo mismo chelista, me he orientado mucho por su sonido para evaluar el conjunto, saber de qué 'color' es el trabajo de una orquesta.
– ¿Estuvo el ser músico en sus genes, o flotaba en el ambiente?
–Pienso que ambas cosas. Mis padres son músicos –su padre, el violonchelista Sami Mäkelä; su madre, la pianista Taru Myöhänen Mäkelä– y muchos de los miembros de mi familia tocan algún instrumento. Es algo que se transmite en los genes, quizá; realmente, no lo sé. Sin embargo, pienso que ser un músico no depende de los genes o del entorno, sino que es una decisión de crecimiento personal. Me siento muy orgulloso de tener una familia que nunca me empujó a ser músico. Me dejaron hacer, y cuando decidí serlo, me animaron, pero nunca me presionaron para que lo fuera. Y esto es muy importante para mí, porque creo que todos debemos encontrar nuestro camino sin presiones.
–En el Festival, usted va a ofrecer tres conciertos muy diversos. ¿Cuáles fueron los criterios que le llevaron a elegir estos repertorios?
–Tenía muy claro, en primer lugar, precisamente eso: que debían ser programas muy diferentes. Y lo hemos conseguido, creo. El primero, el que interpreté el pasado martes con la Mahler Chamber Orchestra, estaba centrado en los compositores nórdicos, Sibelius y Grieg. Esta música es parte de mí. El programa que interpretaré esta noche con la Orquesta Ciudad de Granada es algo más tradicional, con la 'Séptima' de Beethoven. Quería hacer un programa en torno a la danza, porque esta sinfonía ha sido calificada muchas veces como «la apoteosis de la danza». Además, el 'Divertimento' de Bártok es una pieza escrita de forma muy folclórica, como el 'Con brio' de Widmann. Son piezas estas últimas muy especiales porque conectan muy bien con la 'Séptima' desde el punto de vista musical. Tanto una como la otra miran hacia atrás, en cierta forma. Así como el 'Divertimento' no es una música del siglo XX a pesar de estar escrita en ese siglo, Widmann hace exactamente lo mismo con su pieza.
«Finlandia es un país muy joven, pero tiene una larga tradición en la música clásica, muy diferente»
– El tercer programa lo ejecutará con una de 'sus' orquestas, la de París.
–Así es, y volvemos a dar un giro, porque en ese último concierto tocaremos la 'Sinfonía número 9, del Nuevo Mundo' de Dvorak, 'Le tombeau de Couperin' de Ravel, y el 'Concierto para violín número 1' de Max Bruch. La de Dvorak es una sinfonía enorme, los músicos y el público lo saben. Y tener a Janine Jansen tocando el concierto de Bruch va a ser algo fantástico, sin duda.
– Más allá del romántico Sibelius o de los esenciales contemporáneos Rautavaara o Saariaho, ¿qué ofrece al oyente la música de su país?
–Finlandia es un país muy joven, pero tiene una gran tradición en la música clásica, algo diferente. Pero más allá de los nombres que usted cita, hay otros contemporáneos de Sibelius, por ejemplo, como Erkki Melartin o contemporáneos como Tiensuu, Aho, Lindberg, Hakola... Pienso que el director nunca deja de aprender, de descubrir nuevos repertorios. Y esta es la mejor faceta de ser un director. Mi ejemplo al respecto es Herbert Blomstedt, que con más de 90 años y más de 60 dirigiendo, afirma que cada vez que abre una partitura, encuentra algo nuevo.
– En esta época de egos que entrechocan en el mundo clásico, ¿cómo se sacude usted el peso del podio?
–Dialogando mucho. Hablo con los músicos y espero que ellos hablen conmigo. Trabajando así, todo es mucho más interesante.
– Siempre reconoce la labor de sus profesores. ¿Se ve en algún momento dedicando la mayor parte de su tiempo a enseñar?
–Bueno, ya dedico tiempo a enseñar, ya que ofrezco clases magistrales y tengo alumnos privados. Y me gustaría que en algún momento de mi vida fuera posible. Es una bella idea, porque mis padres también enseñan música. Por ahora, es complicado.
«El Palacio de Carlos V te deja sin respiración. Es uno de los lugares más bellos en los que trabajaré jamás»
– ¿Qué sabía del Festival de Granada cuando hace año y medio le contrató Antonio Moral?
–Sabía que era un gran Festival de verano, con mucho prestigio. Muchos de mis compañeros estuvieron aquí y hablaban maravillas del ambiente y de los lugares donde tienen lugar los conciertos. Esto hace que sea un Festival muy especial, y pienso que es una gran suerte poder dirigir en el Palacio de Carlos V, porque es un lugar que te deja sin respiración, con una acústica fantástica. Es sin lugar a dudas uno de los lugares más hermosos donde he dirigido jamás.
– La Orquesta Ciudad de Granada comenzó su andadura antes de que usted naciera. ¿Cómo ha encontrado a estos 'ilustres veteranos'?
–Me parece una Orquesta muy comprometida con su trabajo, y los músicos son muy agradables. Estoy pasando unas bonitas jornadas de trabajo con ellos, aunque estamos trabajando muy duro.
– ¿Ha tenido tiempo de hacer turismo?
–¡Por supuesto! Y con un guía de lujo: mi amigo Javier Perianes.
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