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La violinista ibicenca Lina Tur Bonet. ANA MARÍA GARCÍA HERNÁNDEZ
«El mito de que para escuchar música clásica hay que entenderla debe quedar atrás»
Lina Tur Bonet, violinista y directora de Musica Alchemica

«El mito de que para escuchar música clásica hay que entenderla debe quedar atrás»

La intérprete ibicenca asume el reto de ejecutar en dos mañanas 'Las sonatas del Rosario', de Biber, en el Monasterio de San Jerónimo

José Antonio Muñoz

Granada

Jueves, 7 de julio 2022, 00:57

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Lina Tur Bonet se ha convertido, gozosamente, en una de las presencias habituales en los últimos tiempos dentro del programa clásico granadino. Tras su fructífera colaboración con la OCG, ahora recibe el encargo de clausurar el ciclo 'Tocar y tañer' de matinales en el Monasterio de San Jerónimo este fin de semana. Y lo va a hacer asumiendo junto a su grupo Musica Alchemica un compromiso titánico: la integral de 'Las sonatas del Rosario' de Heinrich Ignaz Franz von Biber, todo un reto desde el punto de vista no solo musical, sino incluso técnico. Ypara llevarlo hacia delante va a contar con una ayuda 'granadina'.

Si le decimos Jordi Savall, usted nos responde...

–Qué voy a decir. Para mí trabajar con él es una maravilla, y ser la concertino de Le Concert des Nations es un lujo. Ya sabía lo grande que es artísticamente, pero solo cuando uno comparte música puede llegar a apreciarle como músico en su conjunto. Y es aún más grande de lo que yo imaginaba. Hemos congeniado muy bien, me encanta trabajar con él, y me ha descubierto una parte humana que me ha fascinado. Su grandeza está ahí, en esa combinación del ser humano y el artista, que es, al final, lo que más me interesa en la música. Jordi Savall es alguien a quien me gustaría parecerme, en definitiva.

¿Qué significa para usted volver a Granada?

–Significa volver a una ciudad maravillosa, musicalmente muy importante. Cualquier incursión que hago aquí para trabajar es un auténtico placer.

Se presenta para cerrar las matinales de 'Cantar y tañer' con 'Las sonatas del Rosario'. Menuda paliza.

– (Sonríe) Cuando preparé por primera vez esta obra estudiaba en Viena. Después de finalizar mi formación, he mantenido el contacto con la ciudad y con muchos buenos amigos y compañeros que son músicos allí. La primera vez que la interpreté, fue un encargo de la Radio Vienesa, y la interpretamos entera en un día:cinco sonatas por la mañana, cinco por la tarde y cinco por la noche, porque grabamos en un monasterio cercano a la ciudad, de jesuitas, perfecto para esta música porque Biber era jesuita. Recuerdo que entre concierto y concierto me iba a una celda para dormir algo y reponer fuerzas.

El hecho de que cada sonata se interprete con un violín afinado de forma distinta lo complica todo.

–Ciertamente. Lo que lee el músico no es lo que suena, y esto ocurre de 15 maneras distintas. Así que toda esta obra se convierte en una gigantesca máquina Enigma que hay que descifrar. Un apasionante juego de ajedrez. Por eso, quizá, por el reto que supone su ejecución, luego lo hemos interpretado más veces:en Valladolid, en Tokio –aquel concierto lo grabó la NHK–, y ahora en Granada. Cuando me comentaron la posibilidad de hacerlas aquí, me pareció una idea maravillosa.

¿Qué es lo que más le atrae de estas sonatas?

–Primero, que Biber es un compositor que me encanta. Luego, me he sentido desde siempre muy identificada con su música, y me interesa especialmente el tema de la simbología, algo que en esta obra está presente durante todo el tiempo. De hecho, me gusta explicar un poquito, sin cansar al público, entre obra y obra, algunos aspectos para aprovechar mejor la audición.

Hace unos días, Fabio Biondi nos dijo precisamente eso, que es necesario acercar la música al público.

–Ese mito de que para escuchar música clásica hay que entenderla debe quedar atrás. Hay quien tiene más sensibilidad para esta música y quien tiene menos, pero debemos naturalizar el contacto entre público y obras, sin entrar en detalles abstrusos. Hay determinados aspectos derivados de la investigación de las obras que, si se cuentan bien, multiplican el placer de la escucha. Así atraeremos más público a las salas de conciertos, algo muy necesario.

Recuperación

Otra de sus labores más destacadas es la recuperación de autores, y singularmente algunas mujeres, cuya obra no es muy interpretada, como la de Jacquet de la Guerre.

–Sí, y ese es un caso paradigmático, porque en vida de ella, fue una artista muy reconocida. Sin embargo, durante muchos años después, no se la ha escuchado casi. Más allá de ser una mujer, es alguien reivindicable. Además, hemos vivido durante muchas décadas anclados en lo decimonónico en los repertorios, y ahora, en cierta medida, se está redescubriendo el Barroco. Y ello es así porque nunca defrauda. Siempre digo que la historia de la música no es solo la de los compositores; también es la de los intérpretes y la de las preferencias del público. En los años 80 se puso de moda escuchar a Mahler...

Sí, Alfonso Guerra lo puso muy de moda.

–(Risas) Eso sí, fue la puntilla. Pero ahora también sabemos que el Barroco es muy moderno, y acercar las obras de sus autores forma parte de nuestra misión.

¿Con qué violines va a interpretar las 'Sonatas' este fin de semana?

–Van a ser cuatro: mis dos violines barrocos, un boloñés de 1740 y otro anónimo del siglo XVII, y además, dos violines cedidos por la luthier Ruth Obermayer, una fantástica profesional alemana afincada en Granada, y cuya generosidad agradezco mucho.

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