Edición

Borrar
El barítono Andrè Schuen, acompañado por el pianista Daniel Heide. FERMÍN RODRÍGUEZ
Dos jóvenes cantan al viejo Brahms

Dos jóvenes cantan al viejo Brahms

andrés molinari

Viernes, 8 de julio 2022, 00:33

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Cuando Brahms terminó su ciclo de lieder 'Die schöne Magelone' tenía unos 36 años. No obstante, la imagen que nos ha dejado es la de un hombre de edad provecta, con larga barba, mostacho arqueado, ojos claros y cierta melancolía en la mirada, éter de su amor a Clara, aunque nunca contrajo matrimonio. Tal vez eso el amor puro y romántico transita por muchas de sus obras. Y un buen ejemplo fue el cuaderno dedicado a la bella Magelone, con poemas de Johann Ludwig Tieck, cuyos quince números pudimos escuchar a cargo de dos hombres, con mucha juventud aún en su presencia, la tarde-noche del pasado miércoles.

El crepúsculo ya añilaba y las palomas, poco a poco se fueron acurrucando tras los capiteles del patio de los Mármoles del Hospital Real. La pétrea sonoridad del cuadrilátero y su cerrado confín lograron que no se perdiese ni una nota de este recital brahmsiano, ofrecido por el extraordinario barítono Andrè Schuen, acompañado por el pianista Daniel Heide. Un dúo de artistas con todo el vigor juvenil a flor de piel, capaces de cantar y tocar más de una hora, de un tirón, sin remojarse la boca con agua ni secarse el sudor y eso que la tarde era a aúpa.

Shuden volcándolo todo en su hermosa voz. Unas veces terciopelo tan suave que casi deviene en murmullo, otras furia momentánea, clamor descriptivo, aunque alejado de todo estrépito. Ni un gesto fuera de la moderación, con los brazos siempre a la altura de la cintura, cogiéndose con una mano las yemas de los dedos de la otra. Cimbreando el cuerpo quedamente al describir brisas, sueños, boscajes y soledades.

Su canto perfectamente afinado para este género musical, que no necesita largas escalas ni florituras para la galería, porque carece de fuleras subidas y bajadas. Género íntimo, basado en el paladeo del texto, en logar que el poema se deshaga en entre la garganta y la boca, degustando cada sílaba del muy sonoro idioma alemán. Por eso sigue siendo un acierto del Festival traducirnos estos poemas y proyectar la versión bilingüe entre el arquitrabe y el friso del monumento hospitalario.

Junto a su perfecto equilibrio entre contención escénica y expresividad romántica, el pianista Daniel Heide en ese duro papel de ser imprescindible y a la vez retaguardia. Más teatral que su compañero, sobre el todo en los finales, con alguna traición del pedal por soltarlo antes de tiempo. Dos hombres hablando del amor. Hojeando quince paisajes del bosque y del alma, tan espejos unos de otros, tan aparentemente monotemáticos, que, en otras manos simplemente correctas, sería un aburrimiento total. La proeza está en dibujar diferencias sin renunciar a la uniformidad. Porque la belleza de la duna no gravita solo en el tamaño de cada grano de su arena.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios