El milagro de la música para piano de Schubert a cuatro manos
José Antonio Lacárcel
Jueves, 11 de julio 2024, 23:36
Escribía el otro día sobre el gran, el inmenso Schubert que este año está teniendo un feliz protagonismo en la programación del Festival. Y creo ... que agradecidos tenemos que estar por ello. No soy tan petulante que intente descubrir al gran músico austriaco. Pero sí quiero insistir una y otra vez en la gigantesca grandeza de su legado artístico, en la importancia de su creación musical. Y pienso honradamente que hay que agradecer a Antonio Moral esta oportunidad que nos ha dado de saborear lo mejor del gran Schubert.
La nueva cita con la música del austriaco tuvo lugar en la noche del miércoles, en el Patio de los Mármoles del Hospital Rea. Escenario de una enorme belleza, ideal para degustar la música de Schubert, pero sufriendo al mismo tiempo un tremendo calor, ya que estos días la meteorología nos ha sido adversa, con una presencia de verano excesivamente rigurosa. Pero ni esas circunstancias fueron suficientes para atemperar un gran recital, donde rivalizaron en calidad tanto la venezolana Edith Peña como el ruso Alexei Volodin. Parecieron hacer fácil el mensaje que nos enviaba Schubert. Fueron afortunados intérpretes que nos llevaron lo mejor de la música a través de un concierto, muy original, donde primaron las interpretaciones de las obras de Schubert escritas para ser ejecutadas a cuatro manos.
El recital tuvo dos partes, siguiendo lo que decía el programa como argumento: música para piano a dos y cuatro manos. En la primera parte, una larga y hermosa introducción a cuatro y a continuación una alternancia de los dos intérpretes ofreciendo individualmente cuatro impromptus para pianos. La segunda parte, a la que se llegó tras unos diez minutos de descanso, estuvo íntegramente dedicada a la música de Schubert para cuatro manos. Concierto hermoso donde se dieron cita la delicadeza habitual de este compositor y una técnica complicada para el /los intérpretes. Pero el resultado fue muy positivo y dio lugar a cerradas ovaciones que rubricaban el buen trabajo tanto de Edith Peña como de Alexei Volodin en ese doble aspecto, individual y conjunto.
Acierto total en la elección del programa. Obras bellísimas interpretadas menos habitualmente que otras del mismo compositor. Como la Fantasía para piano a cuatro manos en fa menor, escrita en el año en que muere el autor. Obra densa, preciosa, dividida en un allegro molto inicial, que da paso a una continuación mucho más lenta para después llegar a un allegro vivace y resolver volviendo al primer tiempo. Todo ello sin solución de continuidad. El dúo Peña-Volodín brilló a gran altura, exponiendo con brillantez los motivos más intensos y recreándose en esos otros donde el protagonismo se basa en el mejor y más bello de los lirismos. Después pudimos apreciar en solitario las grandes dotes de los dos intérpretes que se repartieron los Cuatro Impromptus para piano solo, D899. El primero, allegro molto moderado, el segundo allegro, el tercero andante mosso y el último allegretto.
Y segunda parte, esta vez a cuatro manos las dos obras del programa. Un allegro D947, también del año de su muerte, ejecutado primorosamente y el Divertissement a la hongroise en sol menos, brillante en sus tres movimientos con una ejecución perfecta en cuanto a expesividad, en cuanto a entendimiento entre los dos intérpretes, consiguiendo el entusiasmo del público.
Fuera de programa, a cuatro manos, ofrecieron una hermosa y sentida versión del lied conocido como Ave María y para colofón de este muy buen recital una versión personalísima y brillante de la Danza de La Vida Breve, de Falla.
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