Igor Levit vuelve a triunfar
JOSÉ ANTONIO LACÁRCEL
Sábado, 15 de julio 2023, 00:37
Hablar o escribir sobre lo caluroso de la noche del pasado jueves resulta tópico, aburrido y muy reiterativo. Pero es algo que no puede pasarse ... por alto porque pienso que perjudica la concentración del público, afecta al intérprete y hace que la incomodidad sea manifiesta. El Palacio de Carlos V que a veces se asemeja a una sauna despiadada. Claro que si se dice con razón que la música amansa las fieras también puede decirse que la música haga muchas veces el milagroso efecto de un dulce céfiro capaz de envolver la noche en una atmósfera un tanto irreal.
Aceptemos eso como inicio de un concierto, de un recital de piano, a cargo de un artista de una solvencia y de una categoría profesional fuera de toda duda. Me sorprendió negativamente que un programa donde el romanticismo más auténtico y también el más brillante, con pórtico contemporáneo pero sin que rompiese ese equilibrio, esa armonía, esa unidad programática, no contara con un lleno acorde con el interés del programa y con la categoría de Igor Levit, que volvía a Granada después de su memorable anterior presencia. No acabo de entender este desinterés. Pero estas cosas pasan aunque muchas veces no le encontremos explicación satisfactoria. Los que no vinieron se lo perdieron. Porque fue interesante y atractivo todo lo que hizo Igor Levit. El comienzo con esa Fantasía de Peter Grimes, de Ronald Stevenson donde sobre la idea musical de Benjamin Britten hace una paráfrasis, una verdadera fantasía Stevenson. Y lo hace con un sentido de la honestidad, de la sinceridad, lo que da pie a que encontremos esa perfecta simbiosis entre la obra de la que parte la idea, la de Britten y el resultado del excelente trabajo de Stevenson. Música contemporánea llena de belleza, de respeto a la idea inspiradora. Música contemporánea que da posibilidad de gran lucimiento a un intérprete tan dúctil, con una técnica tan poderosa, tan seguro de sí mismo como este Levit que interpretó con intensidad, con pasión, diría que con un poderoso entusiasmo que se manifestaba en sus manos y en todo su cuerpo que vibraba y sentía la música que interpretaba y transmitía.
Este entusiasmo, esta entrega, esta pasión interpretativa, este volcarse sobre el teclado en el sentido figurado y también en el real, volvió a ponerse de manifiesto con la memorable versión de la Fantasía en do mayor, opus 17 de Schumann. La mayor pureza musical buscada y conseguida por el autor alemán tiene, en este caso, la respuesta de la mayor pureza interpretativa buscada y conseguida por el pianista ruso de origen, aunque alemán de nacionalidad. Supo desmenuzar a Schumann, hacerlo tan próximo, tan cercano y, al tiempo, tan sublime, que para el que esto firma constituyó el momento cumbre de una noche afortunada en cuanto a calidad. Hemos escuchado un Schumann que parece humanizarse aún más con la brillante traducción de Levit. Como en el suave momento del preludio de Tristán, según versión de Kocsis.
Y el romanticismo más puro que se desparrama por entre las columnas del Carlos V. Levit ofrece el mejor Liszt donde la brillantez no es sinónimo de liviandad creativa, sino que subyace una autenticidad excepcional que Igor Levit supo ofrecernos en toda su pureza.
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