Jerez no arriesga

María, una de las grandes voces que ha dado el flamenco en la actualidad, hija de la imprescindible saga de los Terremoto, vino el viernes a La Chumbera a vencer y a convencer, pero me temo que no arriesgar. A un cantaor se le pide, además de facultades, sentimiento y desgarro. Sabiendo la plaza donde actuaba, desde los tientos, 'La leyenda del tiempo', la cantaora supo ser morentiana. Llama la atención la potencia de su voz, clara y abierta; su afinación; y su sentido del compás. Es rotunda y sienta cátedra cuando canta con libertad (que es otra de sus características). Tanto en los cantes mineros como en la caña, con un silencio estratégico para remansar el tercio y rematar por bulerías, seguía algo acelerada.

Hubo que esperar a la segunda parte, después de un toque de guitarra por bulerías de parte de Nono Jero muy aplaudidas, para que María saltara al escenario descalza y con kimono y arrasara en sus propuestas. Esta segunda parte la comenzó por tangos, que pronto fueron de Granada (Morería, Camino y sobre todo de Morente), que terminaron a boca de escenario, sin microfonía (lo que se agradeció sobremanera) cantando ese himno de juventud en que se ha convertido 'El lenguaje de las flores'. De Cádiz pasó a Córdoba en las alegrías, para desembocar en 'Cambalache', un tango argentino que Fernando Terremoto, su padre, aflamencó por fiesta. Termina el concierto, como no puede ser de otra manera, por bulerías.