FESTIVAL DE MÚSICA Y DANZA
El Generalife se llena de cisnes con estética de hoyEl Ballet Preljocaj revisita el clásico de Petipa con una nueva coreografía y una escenografía que cambia el romanticismo original por ecologismo
Dicen que quien no se arriesga no gana, y que el mundo es de los valientes. Estas y otras frases automotivadoras –muy de Dale Carnegie, ... Jordan Peterson y otros gurús del comportamiento– deben ser tomadas con cierta precaución en el mundo del arte. Pero el coreógrafo francés Angelin Preljocaj, aunque no haya leído seguramente a esos autores de referencia para futuros empresarios exitosos, sí que tenía claro desde el principio de su carrera que no había llegado al siempre difícil mundo de la danza para ser uno más.
Por ello, conociendo un poco al personaje, no es extraño que el otrora calificado como 'enfant terrible' de la coreografía –hoy la denominación, por edad y ejecutoria, se antoja inadecuada– haya hecho de 'El lato de los cisnes' una tan peculiar interpretación. Ya vimos en el montaje de Les Ballets de Monte-Carlo cómo la tradicional importancia de los cipreses, fondo que hicieron suyo desde Margot Fonteyn a Tamara Rojo, decaía. Anoche decayó en beneficio de una pantalla que primero insinúa y luego muestra claramente las entrañas de una ciudad a veces encarnada en una Torre de Babel mesopotámica y en otras, directamente, en una estructura que semeja los monstruos de metal y cemento que parecen ser inherentes a las urbes contemporáneas.
La coreografía del francés mezcla color –siempre puro– con el tradicional blanco y negro tan necesarios para entender el, por otra parte, clásico argumento de este ballet que se sigue beneficiando de la excelente partitura de Chaikovski, pero que aquí, en otro alarde de modernidad, quedó trufado en determinados momentos con la música electrónica de 79D, artista francés que ya colaboró con Preljocaj en montajes como 'Les Nuits' y 'Ce que j'appelle oubli', y la propia parla, en momentos puntuales, de los bailarines –algo bastante inusual en los montajes clásicos, se oyó hasta un «lavín compae»–. A ello se suma, a cola del Teatro del Generalife, el también inusual croar de tres ranas que, a quienes tenemos la fortuna de disfrutar del espectáculo desde ese punto, nos ofrece un 'plus' de ambientación natural. Sobre el croar de las ranas, nada que decir. Sobre la música electrónica, quizá los puristas hayan agradecido su intensa brevedad.
Cambio conceptual
Con todo, lo que cambia sustancialmente en este 'El lago de los cisnes' con respecto al original es el planteamiento conceptual, algo que el espectador que no lee el programa de mano tarda quizá en descubrir. Este 'El lago...' es una fábula con un fuerte componente ecologista. El blanco son los cielos limpios y el negro es la polución. El blanco es el pasado idílico sin cuentas de resultados y el negro es el capitalismo que pinta un futuro de idéntico color. Y eso engancha.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.