Ecos de Bach en el Hospital Real
Andrés Molinari
Jueves, 20 de junio 2024, 00:07
La palabra hospital remite a dolor contenido, a ausencia de salud y a los cuidados idóneos para la recuperación tras la adversidad. Sin embargo hay ... hospitales, como el Real de Granada, que manteniendo su antiguo nombre han cajeado aquella función asistencial por la cultural y universitaria. Aunque, si bien se mira, en todo acto cultural también hay un afán de recuperación, de sones y palabras, y una finalidad saludable para nuestra alma.
El crucero bajo de nuestro Hospital Real suele convertirse en sala de cámara durante algunas veladas del Festival. A veces, como ayer, se diría que el crepúsculo se retrasaba y quería entrar por ambos y abrazadores patios, para oír uno de los conciertos del ciclo Grandes Intérpretes de este año. Y no era para menos. La elegante cúpula de crucería, cuajada de nervios prietos y bien tensados, iba reverberar ecos bachianos, engastados entre otras piezas de imprescindible lírica cordal. Nos visitaba el violonchelista canadiense Jean-Guihen Queyras, precedido de una fama que quedó justificada a lo largo de la noche. Bach entre haces de columnas góticas y Queyras, ya esquinadas las gafas y la partitura, haciendo cantarina, enigmática, solemne y festiva la 'Suite para violonchelo nº 6 en re mayor', del genio de Eisenach. Delante machó la 'Partita para violonchelo solo', del compositor turco Ahmed Adnan Saygun, dedicada a la memoria del poeta alemán Friedrich Schiller, que además era estreno absoluto en España. Y, tras la portentosa interpretación de Bach, la sonata para violonchelo solo de Zoltán Kodály.
Así que un trío de formas musicales para las cuatro cuerdas que en las manos de Queyras suenan a terciopelo recio, a salón con paredes de éter, a evocación sin necesidad de literatura.
No cabe duda. El canadiense es un excelente violonchelista, con instantes auténticamente sublimes. Uno no sabe si más con Bach o con los demás compositores para las cuatro cuerda medio graves. Aparenta endeblez pero cuando cierra los ojos es como si abriese la ventana de la noche a la belleza. Sus manos son tan sabias como amigas inseparables del instrumento. A pesar de ser muy aplaudido por sus interpretaciones de los autores románticos, tales como Weber, Schumann y Roussel, su violonchelo desdeña la melosidad huera y esquiva la teatralidad cara a la galería. No obstante anoche notamos cierto eclecticismo porque también, y por igual, orilla las llamadas interpretaciones historicistas del barroco y las posturas más viscerales ante la música del siglo XX, sobre todo cuando en sus pentagramas asoma sus melismas el nacionalismo.
Coda. Felicitaciones a la organización del Festival por varias cosas, pero hoy quiero centrar mi olé en los programas de mano, con su arcoíris para el diseño, la precisión para los datos y la concisión para el comentario previo. Así nuestra biblioteca musical se enriquece con estas mínimas joyas, orgullosamente impresas en papel, que no todo va a ser sometimiento borreguil a ese cuadrado con puntitos negros y desordenados.
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