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ALFREDO AGUILAR
El coreano Seong-Jin pone el broche de oro al ciclo pianístico del Festival

El coreano Seong-Jin pone el broche de oro al ciclo pianístico del Festival

Un comprometido programa con Schumann, Ravel y Chopin en una interpretación irreprochable

josé antonio lacárcel

Domingo, 18 de julio 2021, 01:22

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El ciclo de grandes pianistas de la presente edición del Festival ha llegado a su fin y ha sido con un broche de oro, ya que de tal puede calificarse la actuación anoche, en el Palacio de Carlos V, del joven y bien laureado pianista coreano Seong-Jin Cho. Me he querido referir a un ciclo de grandes pianistas porque han sido varios los que han enriquecido con su participación y con su buen hacer esta edición del Festival. Son varios los que permanecerán en el recuerdo y que pasarán a engrosar esa lista áurea que es una de las páginas más importantes en la historia general de este Festival, que ya se está acabando en su setenta edición. Este año nombres como Christian Zcharias, Arcadi Volodos, Javier Perianes, Sir András Schiff, la inmensa Elisabeth Leonskaja, etc., así como los pianistas acompañantes de solistas de prestigio, como los liederistas, todos ellos con su arte, con su entrega, con su gran calidad, han contribuído decisivamente al enriquecimiento artístico de esta edición del Festival.

El colofón ha corrido a cargo del joven y brillante pianista coreano Seong-Jin Cho, una figura emergente que tiene en su haber los grandes premios de interpretación pianística. Su proyección en el mundo del piano es espectacular y está en la gran línea de tantos otros artistas orientales que vienen a demostrar, palpablemente, la universalidad del lenguaje musical. La universalidad del arte.

No ha elegido Seong-Jin Cho un programa fácil para su noche granadina, sino que ha buscado el compromiso con un Schumann donde se dan la mano el sentido del humor, quizá un tanto ácido, con la introspección y el lirismo tan habitual en el compositor alemán. Una obra comprometida y brillante la del francés Maurice Ravel y como punto final hermosísimo, la vertiente más netamente romántica del piano universal, como es el Chopin de los Scherzo, un Chopin vibrante, virtuosístico, impecablemente técnico y con esa delicada belleza que es inherente a su música.

La verdad es que Seong-Jin Cho ha respondido a la fama de la que venía precedido. Ha sido la suya una actuación llena de autenticidad, plena de brillantez, culminando de forma excepcional este espléndido ciclo de grandes pianistas que ha programado el Festival para la presente edición. Su técnica es formidable, siguiendo el camino marcado por tantos grandes pianistas orientales. El joven coreano posee una digitación francamente admirable, con una técnica depurada,, con una fuerza que avasalla, haciendo brillar al teclado en toda su magnitud. Junto a esta fuerza, junto a esta intensidad interpretativa, plantea con perfección los momentos más líricos, los más bellos de cada una de las obras a interpretar. Su delicadeza es absoluta y más parece que acaricia el teclado, con esa alternancia de fuerza y de sensibilidad. Me ha gustado mucho, francamente. Desde un Schumann espléndido, en el que ha volcado todo su saber, toda su capacidad de leer, interpretar y, por tanto, transmitir todo el mensaje estético, todo lo que el compositor alemán exige de un buen intérprete. La Humoreske en si bemol, opus 20 ha sido una buena prueba de fuego para el joven pianista, con los cambios tan acusados en esta obra de Schumann conde alternan los planos más intensos, con los más delicados. Excelente versión que ha sido superada, si cabe, con una interpretación formidable, con verdadero alarde virtuosístico de Gaspard de la nuit, de Ravel. Una obra intensa, difícil, complicada y que requiere una técnica prodigiosa para ser adecuadamente expuesta. La versión de Seong-Jin Cho ha sido impecable, llena de brillantez haciendo posible que hayamos saboreado el mejor Rav el.

Y como colofón, como punto final los cuatro Scherzo de Chopin. La elegante y a la vez vibrante introducción del primero tiene una formidable continuidad con la excepcional belleza del nº 2 que el coreano ha interpretado de manera irreprochable. A ese mismo nivel de autoexigencia y de excelencia han estado los nº 3 y 4 con los que ha puesto punto final a un recital de piano verdaderamente interesante. Admirable más bien.

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