La clave está en el clave
Andrés Molinari
Miércoles, 28 de junio 2023, 00:34
Tercera presencia de Benjamin Alard en el Festival y primera entrega del ciclo Sólo Bach. Al intérprete francés ya lo escuchamos el sábado frente al ... teclado del órgano de San Jerónimo y el lunes estaba programada su clase magistral de clave dentro de los Cursos Manuel de Falla. Pero fue ayer martes cuando nos deleitó hasta el extremo en el Auditorio desgranando ante el Pleyel de dos teclados nada menos que las variaciones Goldberg del genio de Eisenach.
Esta monumental obra ha pasado a la historia con el nombre de su alumno también llamado Juan como su mentor y cantor. Y muestran rasgos de un Bach ya muy maduro, cómodo en el género de la variación, con reflejos formales en cánones y fugas, piezas que, a primer oído parecen juegos, pero que alargan su enjundia convirtiéndose en motor de la evolución musical del siglo XVIII. Para esta composición de más de treinta piezas, partió de una melodía simple y tranquila que se repite al final, entreverando una inaudita variedad tímbrica, con la que Alard, hizo alarde, desde lo ronco casi de órgano hasta lo infantil rozando la caja de música. Pocas veces se ha interpretado completa esta obra en el Festival. Recuerdo la presencia de Tatjiana Nicolayewa, también en el Auditorio, el día 22 de junio de 1991, pero al piano, que nada desmerece.
Porque Bach es Bach se toque en el instrumento que se toque, pero las Goldberd son para el clave. Y de eso sabe hasta el horizonte Benjamin Alard, considerado uno de los mejores bachianos de la actualidad. Este organista de Saint-Louis, en París, nos regaló una tarde mágica. Él vestido de negro, con algún brillo moaré. Zapatillas blandas para manejar con viveza los pedales, sin aspavientos ni rictus para la galería. Ni siquiera cuando tiene que cruzar las manos o saltar de un teclado a otro. Todo caricia y suavidad aunque sin mermar el brío, que el clave es instrumento fácil de entumecerse. Tan atento a esa increíble danza de sus dedos sobre las teclas como, mirando de hurtadillas, a las lengüetas broncíneas yacentes ante sus pies. Un clave para una tarde claveteada de belleza y perfección.
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