Fernando Marías: «Algunos autores escribimos contra el olvido de las personas que amamos»
El ganador del Premio Nadal y del Nacional de Literatura Juvenil exorciza sus fantasmas y retrata su juventud en su última novela 'Arde este libro'
José Antonio Muñoz
Granada
Martes, 26 de octubre 2021, 00:19
Fernando Marías (Bilbao, 1958) es uno de los narradores más honestos que ha dado la literatura española en las últimas décadas. Y con su más ... reciente novela, 'Arde este libro' (AlRevés Ediciones), es brutalmente honesto, aunque le duela. Porque la novela le retrata a él y a su amor ahogado en días de vino y rosas. Ayer estuvo en la inauguración del festival Granada Noir, en conversación con Ramón Repiso.
–¿Cómo empezó a arder este libro?
–Cuando comprendí que había llegado el momento de escribirlo. Lo empecé a crear en 2004, cuando Verónica, su protagonista femenina, se fue a Francia, hace 17 años ya. Y se convirtió en una tarea irrenunciable cuando su hermana me dijo, en agosto de 2012, que tras su muerte la habían incinerado con mi novela 'La luz prodigiosa' entre sus brazos. Era una invitación de la vida que no podía desoír.
–¿Cómo fue el proceso creativo?
–Complejo, porque se ha tejido y destejido durante nueve años, en que dudaba si contar algunas cosas o dejarlas pasar, otras las reescribía... Han sido cuatro años de escritura real, mientras que los otros cinco fueron de tomar notas, pensar y repensar, dejarlo fluir. Había momentos en que el propio libro me ponía obstáculos. Tenía la sensación de que estaba vivo y me iba diciendo qué camino debía seguir y cuál no. Solo cuando finalmente lo he tenido en las manos me he dado cuenta de lo necesario que era para mí contarlo, porque era una parte de mi vida que acarreaba muchos flecos de dolor, de culpa.
–El concepto 'saldar cuentas'...
–Quizá sea excesivo. En todo caso, conmigo mismo. Cuando uno termina un libro, se da cuenta de que era algo distinto a lo que imaginó. Además de una cierta idea de saldar cuentas, creo que ha quedado un libro contra el olvido. Verónica fue una buena persona, y el libro trata de que no se la olvide. Pienso que algunos autores escribimos contra el olvido de las personas que amamos. También me ocurrió en 'La isla del padre'.
–¿Hasta qué punto se ha esforzado en contar lo que realmente ocurrió en lugar de lo que recuerda que ocurrió?
–Es difícil decirlo. ¿Quién sabe lo que pasó? Mantengo la teoría, que verbalicé en 'La isla del padre', de que la memoria es una novela. Lo que tú recuerdas y lo que yo recuerdo de lo que ocurrió 30 años atrás va cambiando, se matiza, se libera de los aspectos que no nos gustan... Al final, no sé muy bien lo que cuento. Quizá lo que recuerdo, tratando de ser fiel a lo que en mí quedó de ella. Hay quien me dice que Verónica sale poco. Y creo que esto es bueno, porque aparece como un espectro difuso, en unos hechos que de haber magnificado su papel, debería haber ficcionado en parte. Quería contar solo lo que recordaba de ella con exactitud.
–¿Ha conseguido ser el hombre que quería ser al llegar a Madrid?
–El porcentaje no lo he calculado, pero es bajo... (sonríe). Cuando somos jóvenes, creemos que lo podemos todo y galopamos intrépidamente, soñamos futuros que la vida nos recorta. Solo quienes trabajan por el éxito desde los 16 años lo logran, no siempre, y en ocasiones pagando un alto precio. Madrid me deslumbró tanto que postergué mis sueños para vivir el presente. En un momento de mi vida me di cuenta de que uno de los objetivos más importantes que podemos tener es ser buenas personas. Estando en paz con uno mismo, el éxito se convierte en un concepto relativo, que se traduce en hacer lo que a uno le gusta.
–¿Qué supone 'Arde este libro' en su carrera?
–Es un libro del que estoy orgulloso. Quien escribe siempre piensa que su última creación siempre es la mejor, pienso. Ahora no sé qué podría contar. Un libro así genera un esfuerzo que no tiene nombre, porque hay que elegir cada palabra, cada hecho, cada giro. Te deja exhausto. Es como si 'Arde este libro' me hubiera dado una paliza y ahora necesitara estar unos meses en un monasterio recuperándome... (sonríe).
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