Chema Cobo o el clamor de las moscas en el palacio de la Madraza

Según el comisario de 'El clamor de las moscas', Fernando Sáez Pradas, la condición de filólogo de Chema Cobo –estudió Filosofía y Letras– está presente en su producción artística, «donde el lenguaje ocupa un lugar muy importante». También su localidad de nacimiento,Tarifa (Cádiz), por la proximidad con África, un continente que está muy presente en su trabajo. «En cualquier caso –agrega– sus ideas son más globales que locales». Una perspectiva alimentada por sus periodos de residencia en ciudades como Madrid, Nueva York, Chicago, Bruselas y Roma.

'El clamor de las moscas' es una propuesta que nace tras el paso de Chema Cobo por el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla y que aquí, en Granada, se puede observar por primera vez públicamente en su conjunto. Con el valor añadido de que se introduce también la variable del pequeño formato y el análisis en profundidad de los cuadernos que le han acompañado a lo largo de toda su vida. En cualquier caso, un creador con una dilatadísima carrera profesional –empezó a finales de los sesenta–, tan poliédrico y tan críptico, habría proporcionado numerosas posibilidades.

En esta exposición aparecen algunos de los elementos icónicos en la obra de Chema Cobo. No faltan ni las moscas ni la sonrisa de Cheshire, el gato de 'Alicia en el país de las maravillas'. Tampoco falta, por supuesto, el joker, el comodín de la baraja, el que hace y deshace, el que cambia el 'rumbo' de las partidas de naipes. Destacan dos esculturas de tamaño medio – en una el payaso porta una escopeta y en otra una cámara de fotos– que formaban parte de la instalación 'Los guardianes del deseo necesario'.