Entrañable catedrático, amigo, soñador y poeta
In memóriam · Manuel Alvar Ezquerra ·
ÁLVARO SALVADOR
Miércoles, 8 de abril 2020, 03:25
Me dan la terrible noticia de que ha muerto Manuel Alvar Ezquerra. Era hijo de Manuel Alvar López, el que fuera catedrático de Lengua Española ... de la Universidad de Granada desde 1948 a 1968. Nació en Zaragoza, porque su madre era de esa localidad, pero se crió en Granada hasta que en 1969 se trasladó a Madrid en donde finalizó sus estudios universitarios. Ha sido catedrático de lengua en Málaga, en Valencia y en la Complutense de Madrid y lexicógrafo eminente, miembro de la Real Academia Española. Pero si quiero recordarlo aquí hoy es porque también fue amigo mío, compañero de estudios y de proyectos literarios en el Instituto Padre Suárez y luego en Facultad de Filosofía y Letras.
Conocí a Manolo –'Manolito' le dijimos siempre los amigos–, muy pronto, porque mi tío Gregorio Salvador era uno de los discípulos predilectos de su padre Manuel Alvar y las familias tuvieron bastante relación, pero en donde fraternizamos con intensidad fue en el Instituto padre Suárez. Recuerdo que en la primavera de 1967, los alumnos de Preuniversitario no solidarizamos con una huelga universitaria, no recuerdo el motivo, pero supongo que se trataba ya de los primeros movimientos antifranquistas, y sorprendentemente Manolo Alvar se destacó en la defensa de la huelga frente a nuestra tutora, una profesora vasca de latín y griego, muy buena persona, pero exigente y autoritaria como una institutriz alemana.
Ahora mismo tengo ante mí una fotografía de aquel año, en la que algunos compañeros rodeamos a nuestro equipo de fútbol que había ganado el Campeonato Escolar correspondiente. En esa fotografía, en su lado izquierdo, está Manolito sonriente, arrodillado junto a los jugadores, y en el lado derecho, yo mismo arrodillado en la misma actitud y con sonrisa parecida. En la parte superior, asomando la cabeza por detrás de jugadores como Antonio García Rodríguez, está Pepe Guerrero Villalba. Varios futuros catedráticos, vicerrectores y escritores en esa fotografía.
Manolito Alvar era muy querido entre los compañeros. Siempre tuvo un carácter más bien infantil, dispuesto en todo momento a la broma y a la sonrisa. Pero cuando se le escuchaba con cierta atención, enseguida se advertía su cultura enciclopédica, superior en varios grados a la del resto. Él, sin embargo, nunca presumía de eso, es más, lo evitaba. Procuraba siempre estar a la altura de los demás, como uno más. Y era muy leal. Recuerdo que en el primer curso de la Facultad, un año en el que se estaba produciendo la masificación y padecíamos uno de aquellos cursos superpoblados de los llamados 'estudios comunes' de entonces, su padre que era el director del Departamento de Lengua nos obligó a estudiar uno de los temas –a través claro del profesor correspondiente, Julio Fernández Sevilla– en un tomaco de casi mil páginas, cuyo autor era un lingüista nórdico de cuyo nombre no quiero ni puedo acordarme. La extensión del capítulo que teníamos que estudiar apenas llegaba a las veinte páginas. Así que yo, como delegado, tomé la decisión de fotocopiar dicho capítulo y reproducir copias para todos los compañeros. Además lo hice con el ejemplar del Departamento. La bronca de don Manuel padre no es para contarla aquí, porque el traductor de dicho libro había sido él, sin embargo Manolito no cambió en lo más mínimo ni su trato ni su aprecio hacia mí. Alguna vez comentamos en broma el suceso, pero nada más.
En ese primer año de Facultad nuestras inquietudes literarias nos llevaron a coincidir en otro proyecto que al final tuvo más trascendencia de la que sospechábamos: junto a otros amigos del instituto como Antonio García Rodríguez y nuevos compañeros de clase como Domingo Failde, Joaquín Lobato, Guillermo López Lacomba, etc., fundamos el grupo y la revista Tragaluz de poesía. En los dos primeros números de la revista, Manolo fue el tesorero y publicó varios poemas. Más tarde, cuando se marchó en 1969 a Madrid, lo primero que hizo fue contactar con la Casa de Granada en Madrid y en concreto con Alberto Álvarez de Cienfuegos y su revista Aquelarre para que presentásemos nuestra revista allí.
En aquella revista, además de la practica totalidad de los poetas de entonces, publicaron personajes importantes para la cultura española posterior como Joaquín Sabina, Carlos Cano, Justo Navarro, etc.
Después, seguimos en contacto durante su estancia en Madrid hasta que obtuvo su primera plaza de profesor agregado en la Universidad de La Laguna. Me envió su Vida de San Ildefonso por el Beneficiado de Úbeda, publicado por el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá en 1975. Nos seguimos viendo en Málaga, ciudad con la que yo tenía lazos familiares, sobre todo en los cursos de verano que dirigía su padre y, más tarde, con más frecuencia cuando ganó la cátedra de esta Universidad.
En esos años publicó en las ediciones de estos cursos una de las primeras aproximaciones a la poesía española de la época: 'Poesía y focos provinciales' (España 1970- 1974). Todo el mundo relaciona a Manolo con Málaga o con Madrid y con la lexicografía. Pero Manolo tuvo una relación muy intensa con Granada y también con la poesía. Y estoy seguro de que muchos granadinos recordamos hoy con cariño, en medio de estas circunstancias terribles, a aquel joven y entrañable 'Manolito' que también soñaba con ser poeta:
Viento y calma,
roca y agua,
palabra callada
es mi alma.
Carretero,
llévame en tu carreta
que no rueda
sino vuela.
Carretero…
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