El duende visita Ogíjares de madrugada
La edición número 46 del Festival Nacional de Cante ofreció recitales soberbios de Israel Fernández, Paqui Ríos o Samuel Serrano
Lo reconoció el cantaor chipionero Samuel Serrano, que suena como un sabio provecto a pesar de apenas superar la treintena: «Desde niño soñaba con actuar ... aquí, porque aquí he visto a mis maestros, en esta plaza tan importante, una catedral del flamenco». El suyo fue, junto con el de la malagueña Paqui Ríos, el recital que más ovaciones desató este pasado sábado en la edición número 46 del Festival Nacional de Cante Flamenco de Ogíjares.
El evento, declarado de Interés Turístico de Andalucía y con homenaje este año para Calixto Sánchez, volvió a brindar la posibilidad de disfrutar del mejor flamenco posible en el espectacular escenario del Parque San Sebastián. Y por el módico precio de veinte euros. Un escaparate gigante de la verdad jonda que se fragua en las peñas; en el caso del municipio metropolitano, La Yerbabuena, con el entusiasta y firme apoyo del alcalde 'cachurro', Estéfano Polo.
El de Ogíjares es un festival de grandes hechuras, que reúne siempre alrededor de 2.000 aficionados. En esta ocasión, sin largas esperas en la zona de la barra. Se trató de una velada confortable. Incluso la temperatura ayudó. En el cartel había un nombre que generaba un interés especial: Israel Fernández. El manchego volvió a la localidad ogijareña con el mismo acompañante con el que deslumbró en 2019, su inseparable guitarrista Diego del Morao. Desde hace más de un lustro es la dupla de moda.
Con un cuadro procedente de Jerez, Israel y Diego cumplieron con creces el expediente. «Vamos a entregarnos con todo nuestro corazón, desde el respeto y la humildad, como no puede ser de otra manera en el flamenco», hendió el muchacho de melena salvaje al que una nueva generación venera como la reencarnación de Camarón. Fernández demostró sus cualidades: sentido del ritmo, frescura, delicadeza y una velocidad endiablada. Abrió por soleá, afrontó tangos, puso al público en pie por bulerías. Y se marchó evocando fandangos de Canalejas y Paco Toronjo. Se nota que en su atmósfera hay horas de radio, discos, grabaciones con el móvil y jaranas en peñas.
El festival de Ogíjares, que contó con la habitual pátina poética de José Antonio Corpas en la presentación, reservó su primer concierto para la artista local Esperanza Garrido. La joven debutó aquí hace una década, siendo niña. Y se dio la curiosa circunstancia de que en esta edición protagonizó la actuación más extensa de la noche: una hora. Garrido colaboró siendo cría con titanes como Mercé y triunfó en concursos televisivos de talentos. Sobrina de la bailaora y coreógrafa Eva Garrido 'La Yerbabuena', este verano se alzó con el segundo premio del concurso de cante de Huétor Vega.
Esperanza es un nombre que sugiere promesa. Y con ese horizonte profundizó en palos como las alegrías canónicas de Córdoba ('Pregúntale al platero'), la media granaína y granaína, la soleá por bulerías, seguiriyas, bulerías, y guiños amables a Lole y Manuel o al bolero 'Compromiso', de los hermanos García Segura.
Transcurrió así una hora y lo que vino después, también apostando por la juventud, fue una sacudida. Una revolución. Samuel Serrano, con su compadre Paco León a la guitarra, arrancó por soleá con el mismo ímpetu que el viento en ese preciso momento. O tal vez eran los árboles quienes se estremecían ante esa voz cruda, afilada, gitana, con regusto de almendra partida en la garganta. Y con todo lo que conlleva la estirpe de los Agujetas. Un portento, ya fuera por tangos a compás de Cádiz, o reuniendo a Camarón, a Paco de Lucía y a Farruco en las marismas del cielo.
Antes del interludio, el baile de Rober 'El Moreno'. Atrás, el cante y las palmas de Juan Ángel Tirado y Abraham Campos, con las magistrales guitarras José Cortés 'El Pirata' y Rubén Campos, y la percusión de Miguel Cheyenne. Infalible. Luego, el otro terremoto de la velada. Ojo: a las dos y media de la madrugada. Fue cuando apareció la malagueña Paqui Ríos con el toque cómplice de José de Pura. Decía Lorca que el duende había que buscarlo en las últimas habitaciones de la sangre. Y aquí afloró desde el tuétano, a través del eco lejano de una Niña de los Peines que la cantaora del Barrio de la Victoria convirtió en ascua encendida.
Paqui Ríos es un metal distinto. Un pellizco inteligente. Desde los pantanos del flamenco abrazó antiguos tientos, tangos de Granada y tarantas mineras. Hasta una bulería por soleá de Rosalía de Triana y la granaína por la vía de José de la Tomasa ('Cuando la llave entrego'). La gente, claro, en pie. Y más fandangos por soleá. Y más seguriyas. Y el respetable pidiendo más. Eran las cuatro de la mañana y un magnífico Miguel de Tena salió rematando malagueñas por fandangos. Sueño y éxtasis. «Voy a cantar por marianas, que nadie lo ha hecho», continuó. La magia suprema del flamenco, en Ogíjares.
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