La devoción de la reina Isabel, al descubierto
NUEVO LIBRO. El capellán mayor de la Capilla Real, Manuel Reyes, analiza la vida interior de la soberana a través de las pinturas ante las que rezó, conservadas en su museo
José Antonio Muñoz
Granada
Sábado, 9 de enero 2021, 00:14
Es cierto que el hábito no hace al monje, pero sí es notorio que los objetos a los que tenemos verdadero aprecio hablan mucho ... de nosotros mismos. La reina Isabel la Católica descansa hoy en la Capilla Real de Granada junto a algunos de sus objetos más preciados. Concretamente, junto a las pinturas que motivaron su recia devoción. En ellas se encuentra la historia menos conocida de la reina y también, si se sabe leer en ellas, parte del devenir de la propia Capilla. Estos misterios los desvela el libro que acaba de publicar el capellán mayor, Manuel Reyes Ruiz, titulado 'Piedad y belleza. Las tablas de devoción de Isabel la Católica'. Un auténtico lujo editorial que en poco más de 200 páginas y con otras tantas fotografías, es la nueva obra de referencia para entender uno de los monumentos más visitados de Granada y a su más señera inquilina.
«Las tablas devocionales de la Reina nos descubren, en primer lugar, como vivió su fe, en el ambiente propio de la época. Es lo que se llamó la 'devoción moderna', centrada en la contemplación de los misterios de la vida de Cristo», afirma Manuel Reyes.
Esta devoción se apoyaba tanto en la lectura como en la contemplación plástica de los pasajes de la Biblia. Entre los libros que más éxito tenían en tiempo de la reina Isabel, uno de los más conocidos era el escrito por el agustino Tomás de Kempis, 'Imitación de Cristo', pero no fue el único que la soberana usó. «Isabel leyó al menos tres libros sobre la vida de Jesús: el libro de Landulfo de Sajonia, el Cartujano; una obra de la que existen muy pocos ejemplares, el de Francisco Ximénez, uno de ellos conservado en la Abadía del Sacromonte, y la vida de Cristo escrita por la religiosa valenciana Isabel de Villena, hija ilegítima del marqués homónimo», asegura el sacerdote. Este último presenta los evangelios con ojos de mujer, comenzando con la Anunciación y finalizando con la Asunción: «Es un libro muy valorado hoy, y que da testimonio de la importancia que siempre han tenido las mujeres en la historia de la Iglesia».
Los rezos de la reina se basaban en la milenaria Liturgia de las Horas. La obra de Fray Hernando de Talavera, primer arzobispo de Granada, 'Tratado de lo que significan las ceremonias de la misa' debió ayudar a la reina católica en su correcta piedad, igualmente. «Isabel empleaba en sus devociones más de dos horas al día, algo que fue muy criticado en su época por algunos de sus coetáneos», recuerda Reyes. «Otros, sin embargo, defendían esa práctica tan constante, pues decían que de ella extraía la fuerza para llevar adelante su reinado y tomar buenas decisiones de gobierno».
Precisamente, es Fray Hernando de Talavera quien recomienda que en cada casa haya un lugar reservado para las oraciones, en el que se cree un ambiente propicio para el recogimiento. Y es en ese espacio donde las pinturas, las tablas devocionales en este caso, tienen una especial cabida. «Isabel fue testigo, en los albores de su reinado, de un enfrentamiento que tuvo lugar en Sevilla entre los conversos y los judíos acerca del tema de las pinturas religiosas. El arzobispo de Sevilla y el Sínodo de 1478, que se demostró muy importante en el reinado de los Reyes, aconsejaron vivamente que en las viviendas hubiera cuadros religiosos». Una costumbre esta que sigue conservándose hoy, emparentada también con la invocación de la protección divina ante las catástrofes y penurias de la existencia, y que convierte en común la presencia de imágenes en estancias como el dormitorio, donde aparecían los reclinatorios frente a los cuales se colocaban las imágenes.
«Cuando Fray Hernando habla de la estética de la pintura devocional, resalta como un valor clave su belleza. Es decir, pone en relación la piedad y la belleza. Este tema ha sido ampliamente desarrollado en los últimos tiempos. Tanto el papa San Juan Pablo II como Benedicto XVI se han referido a él. En encuentros con artistas han destacado la íntima relación que hay entre lo bueno, lo bello y lo verdadero», recuerda el sacerdote.
Descubrimiento
Los detalles que la investigación sobre el libro han desvelado a su autor sobre la vida de la reina han sido varios. «La reina se fija fundamentalmente en dos momentos claves de la vida de Cristo a la hora de escoger sus tablas devocionales. Uno de ellos es la infancia, que comienza desde la Encarnación, pasando por el Nacimiento. Es Dios que se hace hombre, una imagen que distingue a la religión católica de otras monoteístas que no le ponen rostro a su divinidad, y también de los iconoclastas», afirma Manuel Reyes. El otro momento representado en las pinturas piadosas de la reina es el de la Pasión. «Isabel se recrea en el papel de la Virgen, presente en los sufrimientos de Cristo, y sufriente tras su muerte. Es un ejemplo de madre dolorida, pero serena, sin signo alguno de desesperación. A la reina, que tanto sufrió por sus hijos, debió inspirarle mucho».
Otro de los aspectos fundamentales que revela la obra de Manuel Reyes gira en torno a la propia historia de la Capilla Real, dado que la colocación de las tablas devocionales de la reina habla mucho de su devenir. «Al principio, estas debieron encontrarse colocadas en el ámbito de la sacristía, donde se hallan también hoy», asegura el capellán mayor. «Pero luego debieron ser trasladadas a unos altares, las llamadas 'capilletas', situadas bajo el presbiterio».
En 1631, por disposición del rey Felipe IV tras visitar la Capilla, se realizaron unos armarios para guardar los relicarios con restos de los santos que se encontraban en el templo. A la hora de hacerlos, se tomó la decisión de incorporar la mayoría de las tablas a dichos relicarios, colocándolas en sus puertas. Esto supuso la pérdida de parte de algunas de estas obras, pero al mismo tiempo las ha conservado hasta nuestros días, ya que se mantuvieron a salvo de la acción de la luz durante tres siglos. «En 1913, el rey Alfonso XIII creó el museo, que originalmente estuvo encima de la lonja, en un espacio que, como se demostró más tarde, no era idóneo para este fin. Luego, el periodo de la República y la guerra civil hicieron que la necesaria reforma se ralentizara, y no fue hasta 1945, siendo Gallego Burín alcalde y luego director general de Bellas Artes, cuando se colocaron las piezas en su ubicación actual, de nuevo en la sacristía», recuerda Manuel Reyes. Fue, pues, el tercer hogar, y el definitivo, de las obras. El museo actual data de los años 90, y otorga un mayor relieve a las pinturas expuestas, al haberse eliminado cornucopias, espejos y demás elementos que distraían al visitante, y que le otorgan una atmósfera sobria, de cierto recogimiento para quien observa maravillas como los trabajos de Boticelli –la única obra que existe en España de Madrid hacia abajo–, Memling, Berruguete, Bouts, Provost y un largo etcétera de maestros.
Dos ámbitos
Afirma Manuel Reyes que «el museo constituye un ámbito medieval, separado del de la propia capilla, que nace gótica pero que acaba teniendo una fuerte influencia renacentista. Por ello, el lugar para exponer las tablas devocionales de la reina católica es idóneo hoy en día». En el libro, escrito durante el pasado verano y terminado en otoño, el capellán mayor hace un esfuerzo para acercar las obras al lector y a la persona interesada. «La gran obra de la Capilla Real es el libro que publicamos en su día. El capítulo dedicado a las tablas, realizado por Elisa Bermejo, ha sido clave para realizar este trabajo, ya que nos ha sido útil para presentar las obras, colocándolas en contexto», asegura. El volumen, encuadernado en pasta dura y con un aspecto impecable, está, además, enriquecido con textos literarios de autores como Juan del Enzina o el Arcipreste de Hita, coetáneos de la reina católica, con el fin de poner palabras a los sentimientos que emanan de la atmósfera en que esta vivió.
'Piedad y belleza' revela un espacio, en el que conviven los restos mortales de la reina Isabel con algunos de sus objetos más preciados, que es más emocional que físico. Una Capilla Real que merece, en cualquier circunstancia, una visita, para recrearse con tesoros que cada día arrojan novedades interesantes.
Madre sobre todo, antes que estratega
Mucho se ha hablado del papel de los hijos de los Reyes Católicos como 'material' para las alianzas políticas urdidas por sus padres. Sin embargo, la profunda devoción de la reina por la Navidad revela el sentimiento tan especial que la soberana demostró durante toda su existencia en su doble papel, el de hija –de una madre que en la última etapa de su vida tuvo problemas mentales– y de madre, afectada por la pérdida de sus herederos varones, por la muerte de su hija Isabel, y por la propia situación de su hija Juana, a quien dejó como heredera conociendo sus padecimientos. «Sus hijas fueron extraordinarias porque tuvieron una gran madre».
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