Los Cursos Manuel de Falla, más de 50 años con los maestros de la música en Granada
El Festival publica un libro con textos de José Palomares donde ofrece variados detalles sobre una de las acciones didácticas más veteranas de España
José Antonio Muñoz
Granada
Miércoles, 31 de marzo 2021, 01:18
El Festival Internacional de Música y Danza cumplirá este año siete décadas convirtiendo a Granada, en esta ocasión durante un mes, en la capital española ... de estas artes. Quizá la vertiente menos conocida del Festival sean los Cursos Manuel de Falla, que ya han cumplido más de 50 ediciones. Para ponerlos en valor, el Festival ha editado un libro conmemorativo, una obra magna tanto por su formato como por su contenido, profusamente ilustrada y con textos del profesor José Palomares, sin duda, uno de los grandes conocedores de esta iniciativa cultural.
Palomares recibió el encargo por ser un profundo conocedor de los cursos desde sus inicios, ya que centró su tesis doctoral, publicada en 2003, en las 32 primeras ediciones, donde primero fue alumno y más tarde, su responsable. No ha sido una tarea fácil, ya que, al principio, en la etapa en que el 'inventor' de estos, Antonio Iglesias, fue su responsable, apenas existía documentación. Eran otros tiempos: las postrimerías del franquismo, donde los datos administrativos eran pocos y los académicos, casi nulos. «En aquellos años», recuerda el profesor, «todas las actividades se organizaban desde Madrid; no teníamos autonomía. La documentación se hallaba allí, repartida por archivos como la Biblioteca Nacional o el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares».
A través de entrevistas con el propio Antonio Iglesias; el secretario de entonces, Manuel Angulo, o docentes como el pianista Guillermo González, fue completando un puzzle que le dejó claro un aspecto de los cursos que se ha mantenido desde el primer momento: su deseo de formar a las nuevas generaciones de músicos en una época en que la didáctica especializada brillaba por su ausencia o se encontraba en un considerable estado de abandono, y el modo de conseguirlo, a través de la participación de quienes día a día practicaban el arte musical y la danza frente al público. Era el magisterio de la experiencia por parte de profesores e instrumentistas que trabajaban en prestigiosos centros de países como Bélgica, Holanda o Alemania. Personas que no habían encontrado hueco en un país que no estaba preparado para ese modelo de enseñanza.
La Granada de 1970 no tenía conservatorio superior, hay que recordarlo. Por ello, los alumnos daban un extraordinario valor a a la enseñanza que recibían, en una modalidad teórico-práctica que se desarrollaba en dos momentos: por la mañana, el profesor les ofrecía las claves de la interpretación, la composición o el estudio de una pieza, por ejemplo. Y de noche, oían quizá a ese mismo profesor o profesora tocar, dirigir o cantar esa misma pieza. Además, con entrada gratuita y un espacio reservado para ellos dentro del Palacio de Carlos V. Era común verles agrupados, y encontrar entre ellos a rostros que luego, con el andar del tiempo, se convertirían en muy conocidos dentro del ámbito artístico.
En los primeros años destacaron nombres como el de Andrés Segovia, revitalizador de la guitarra clásica. «Pero no hay que quedarse solo en los grandes monstruos sagrados», afirma Palomares. «No hay que ignorar en absoluto a Pepe Romero, que por entonces ya tenía un prestigio incontestable y hoy es un nombre de absoluta referencia, o María Esther Guzmán, a quien hemos tenido la suerte de ver tantas veces, o a Valentín Ruiz Aznar, que fue alumno de Falla, o a Regino Sáinz de la Maza que vino por primera vez a Granada siendo muy joven, en 1920, invitado por Lorca».
Reconocimiento
Es difícil dar protagonismo a unos nombres y olvidar otros: Sergiu Celibidache; Rafael Puyana –alumno de la gran Wanda Landowska, a quien Falla dedicó su 'Concerto'–; Nicanor Zabaleta, que muy raras veces ofreció clases –una de ellas en Granada–; Pierre Boulez; Vlado Perlemutter (quien colaboró con Ravel); Victoria de los Ángeles, quien tuvo el gesto de renunciar a sus honorarios en 1996 para que revertieran como becas para sus alumnos; Robert Snow, célebre musicólogo e hispanista, transcriptor de las obras de Rodrigo de Ceballos, vino a Granada acompañado por un enfermero –tenía una grave dolencia cardíaca–, para no faltar a su compromiso...
El bagaje no solo profesional, sino humano, de los cursos, es absolutamente inconmensurable. No hay que olvidar, por ejemplo, su importancia en la configuración internacional de los conciertos didácticos, merced a la puesta en marcha de seminarios y máster pioneros. Ysobre todo, fue capaz de generar un público fiel que aún hoy se mantiene.
Exiliados que volvieron, alumnado internacional y comprometido, y buenas perspectivas de futuro
Las cifras de los Cursos Manuel de Falla son realmente apabullantes: más de 27.000 horas de docencia, casi 900 profesores, más de 12.000 alumnos, más de 1.600 clases y magistrales impartidas, alumnos de más de una treintena de países distintos... Pero la estadística de lo pequeño también lo es:Rodolfo Halffter impartió por primera vez un curso en España a su regreso del exilio dentro del programa de los Manuel de Falla;hay dos doctores Honoris Causa por la Universidad de Granada entre el profesorado: el gran intérprete Andrés Segovia y Miguel Querol, padre de los estudios de Musicología en nuestro país; Granada fue pionera en los cursos musicales de nuestro país, ya que solo existían unos similares en Santiago de Compostela, también organizados por las autoridades franquistas... Según afirma José Palomares, «no exagero si digo que el 90% de las personas que hoy son alguien en la música o la danza de nuestro país han pasado por estos cursos a lo largo de su historia».
Al principio, había generosas becas para los alumnos; luego, el exponencial crecimiento de su número hizo necesario repartir los recursos disponibles. Hoy existen ayudas patrocinadas por entes como la AIE (Asociación de Intérpretes y Ejecutantes), y similares. Aunque esta formación ha suscitado un considerable interés en países como Japón en cuanto a instrumentos como la guitarra clásica, hay mucho más que exotismo en su poder de atracción. Además, muchos alumnos se han ofrecido voluntarios para desempeñar las ñas diversas funciones, como traductores o personal de apoyo, o incluso para trasladar con sus vehículos a los profesores. Los Cursos Manuel de Falla crean comunidad, sin duda, y ello los proyecta hacia el futuro.
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