La costra que 'se come' el patrimonio de Granada
El 'cáncer de la piedra', provocado por la polución, afecta a edificios como la Real Chancillería, la Catedral o el Banco de España | Expertos dicen que las lesiones que sufren los edificios puede ser irreversibles y las rehabilitaciones, costosas
Las estadísticas están claras. Dejan muy poco lugar a las dudas. ¿Cuál es la principal motivación para visitar Granada? La respuesta la proporciona ... el Observatorio Turístico de la Provincia de Granada. La principal razón para el 63,2% de los viajeros que vinieron por estos pagos el año pasado se llama 'cultura'. Ergo se llama la Alhambra. Ergo se llama 'patrimonio'. La provincia, y singularmente la capital, tiene una enorme monumentalidad acechada por amenazas como el 'cáncer de la piedra'. Es decir, el efecto de la contaminación ambiental, la combustión de carburantes naturales, de origen fósil o no, sobre la piel de edificios como pueden ser la Real Chancillería, donde la costra negra ya está afectando al mármol de Macael que hay en la portada de este edificio mandado construir por el rey Carlos I en 1531 y que hoy día es la sede del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Si pasea por Plaza Nueva, no tiene más que acercarse y fijarse en la base de las columnas.
Según el profesor Jorge Alberto Durán, de la Universidad de Granada, éste es el caso más grave de este mal en la ciudad.Pero también el grado de afectación empieza a ser preocupante en otros puntos. Especialmente en aquellos donde algunas joyas patrimoniales de Granada están en contacto más directo por el tráfico. Hablamos de la Cuesta de Gomérez. Hablamos de la Carrera del Darro. Hablamos de la Gran Vía. Hablamos de la Catedral de Granada. Hablamos de calles como Cárcel Baja y Elvira. En todos ellos usted puede observar, sin necesidad de tener una vista de lince o utilizar prismáticos, que el color de los muros tiende a negro hasta el punto de cambiar su aspecto original. Una situación que, a juicio de los expertos, aún no resulta tan alarmante como en urbes muy industrializadas como Madrid, Barcelona o Valencia, pero que empieza a convertirse en un problema que requiere soluciones.
En la Real Chancillería la costra negra está erosionando ya el mármol de Macael
La más perentoria, «reducir sustancialmente o eliminar la quema de carburantes par automoción, industria y calefacción, sustituyéndose por otras fuentes energéticas no contaminantes», asegura Jorge Alberto Durán, que desde hace treinta años se dedica a la docencia en la UGR sobre esta disciplina y que actualmente dirige el Secretariado de Conservación y Restauración de la UGR. A favor de Granada tampoco juega su ubicación. Su particular orografía y climatología no facilitan la disipación de los gases y las partículas en suspensión, con todas las consecuencias que ello tiene también sobre la mala calidad del aire que respiramos los granadinos.
Problema que va a más
Estamos, por tanto, ante una contingencia que va claramente a más, «aunque por el momento no existen modelizaciones cuantitativas que determinen el comportamiento real de la piedra», aclara Durán. El primer síntoma es el ennegrecimiento de las paredes. El estadío de degradación posterior, si no se toman medidas correctoras, deviene en la formación de sales, disoluciones de las superficies a consecuencia de la lluvia ácida, disgregaciones, fragmentaciones y pérdidas de soporte.
Y es que, según valora Jorge Alberto Durán, que ha dirigido intervenciones en la Capilla del Hospital Real, la fachada de la Facultad de Derecho y la verja histórica del Jardín Botánico, las lesiones, una vez que se producen, son irreversibles. «Los procesos pueden ser detenidos temporalmente o minimizados mediante técnicas de conservación, gracias al estudio de las causas que lo originan; junto a ello, actuaciones basadas en las metodologías científicas». Los materiales constructivos más susceptibles de alterarse por la acción de los agentes contaminantes son los carbonatos. Básicamente piedras calizas, mármoles o morteros de cal. Todos ellos están formados por minerales –calcita o dolomita– que presentan una alta capacidad de disolución en ambientes ácidos. De ahí el deterioro por reacción con ácidos de carbono, azufre y nitrógeno dispersos en la atmósfera en forma de aerosoles. Por el contrario, los silicatos soportan mejor los efectos químicos del impacto químico de la contaminación. «Desafortunadamente –afirma Jorge Alberto Durán– la casi totalidad de los monumentos de Granada están constituidos por piedras de naturaleza carbonatada».
La UGR es una referencia en conservación del patrimonio
Las intervenciones de rehabilitación son complicadas y costosas debido a la necesidad de realizar un estudio para valorar los daños, lo que comporta la utilización de protocolos y técnicas como el análisis clínico, el composicional y la visualización microscópica, entre otras. Paralelamente se suma el encarecimiento del diagnóstico, que debe ser realizado por procedimientos que tienen un coste elevado, y la interpretación de los resultados por parte de un especialista. Y es que, más allá de la preocupación de los titulares de estos inmuebles de alto valor artístico, lo habitual es que no se ponga remedio por la importante inversión que conlleva. En muchos casos, desembolsos que tienen que realizar particulares con la complicación añadida de que se trata de Bienes de Interés Cultural (BIC) sometidos a unas normas especiales de protección.
La Universidad de Granada es una institución de referencia internacional en temas relacionados con la conservación del patrimonio. Hace más de treinta años que se llevan a cabo avanzadas investigaciones en este campo tan sensible. Son muchos los proyectos, sufragados por el Estado o la Junta, acometidos en esta última década. En la UGR hay contabilizados 192 artículos sobre esta materia, 358 capítulos de libros, 56 libros, 36 tesis doctorales y nueve grupos de investigación. También cuenta con varias patentes.
Un mal que afecta a obras pictóricas, esculturas y yeserías
Pero el efecto de la polución sobre el patrimonio no sólo se observa en las fachadas de los edificios, sino que también puede afectar de forma muy negativa a obras pictóricas expuestas a atmósferas contaminadas. Según Eloísa Manzano, del departamento de Química Analítica de la Universidad de Granada, «el efecto visible inmediato es un cambio cromático que conlleva una merma desde el punto de vista estético».
«No obstante –agrega– son más graves las variaciones físico-químicas que pueden derivar en una pérdida irreversible del valor histórico y artístico». Los procesos que pueden provocar estas transformaciones en el color son variados. Entre ellos, la transformación del pigmento, la precipitación de sales, las costras, la proliferación de microorganismos o el depósito de partículas. «El resultado –explica Eloísa Manzano– es el amarilleamiento en lienzos más envejecidos y la mayor transparencia que se ha observado en ocasiones en capas de óleos que dejan entrever motivos pictóricos cubiertos por el artista». De algunos de ellos hay ejemplos en pinturas barrocas localizadas en la Capilla Real.
Carolina Cardell, del departamento de Mineralogía y Petrología de la UGR, comenta que también es muy conocido el oscurecimiento del pigmento blanco de plomo que ocurre en técnicas acuosas como la acuarela o el temple. Su causa es la formación de sulfuro de plomo, casi negro, por reacción con el sulfuro de hidrógeno ambiental. «En policromías sobre yeserías de la Alhambra se ha constatado, entre otras, las alteraciones del verde-malaquita y la corrosión de las láminas de estaño que forman parte del dorado», señala. También, según Cardell, se ha constatado el deterioro de policromías en esculturas de la iglesia de San Jerónimo, situadas en la zona del retablo. Se han identificado compuestos de hierro y cloro formados por la interacción entre pigmentos elaborados con óxido de hierro y el ion cloruro. «Este aerosol marino –afirma Cardell– se ha medido en el interior del edificio, y se explica por la rotura de vidrieras y ventanas que han favorecido el acceso de gases y partículas del exterior».
Medidas de protección
¿Qué medidas de protección se pueden adoptar? Expertas como Eloísa Manzano y Carolina Cardell aseguran que en los últimos años la principal estrategia a nivel internacional es la conservación preventiva del patrimonio realizada en espacios cerrados como museos e iglesias. Entre otras actuaciones, se controlan las condiciones ambientales de exposición a las obras y el flujo de visitantes. También se realizan obras de mantenimiento de los inmuebles y se limita la quema de inciensos y velas.
Otras medidas que se adoptan para minimizar el impacto de la contaminación atmosférica dentro y fuera de los monumentos es la reordenación del tráfico en sus alrededores. Se está haciendo de forma general en Europa. El Ayuntamiento de Granada limitó hace años la circulación de vehículos de motor por la zona de la Catedral, así como en la Puerta de las Granadas y las inmediaciones del bosque de la Alhambra para proteger la fortificación nazarí pese a alzarse en la colina de la Sabika.
El envejecimiento de las pinturas, inevitable
El deterioro o envejecimiento de los materiales que conforman la pintura es inevitable. Hablamos de pigmentos y aglutinantes de murales y policromías de esculturas, además de los barnices presentes en obras de caballete. Se producen reacciones por la adaptación de los cuadros a las condiciones micro climáticas como la radiación solar, la humedad o atmósferas contaminantes.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión