Centenario del Cante Jondo: en Granada empezó todo
No es que el flamenco no existiera hasta entonces, pues llevaba un siglo evolucionando (sin contar sus precedentes), sino que, en el mejor de los casos, seguía encerrado en el interior de las familias
Jorge Fernández Bustos
Domingo, 4 de abril 2021, 00:48
El próximo año se celebra en el mundo de la cultura y del flamenco en general los cien años del mítico Concurso de Cante Jondo ... de 1923, el 13 y 14 de junio, en la Plaza de los Aljibes de la Alhambra, donde empezó todo. No es que el flamenco no existiera hasta entonces, pues llevaba un siglo evolucionando (sin contar sus precedentes), sino que, en el mejor de los casos, seguía encerrado en el interior de las familias, gitanas y no gitanas, y su incipiente profesionalización y muestra pública no estaba del todo bien vista. De hecho fueron muchos los autores e intelectuales que cargaron sus tintas contra una manifestación artística de gentes de mal vivir.
Sin embargo, el flamenco había influido notablemente en algunas otras sensibilidades de acá y de fuera. No solo los viajeros románticos del XIX quedaron obnubilados por el poder de seducción del flamenco y así lo reflejaron en sus crónicas y en sus libros, sino que poetas locales, como Gustavo Adolfo Becker y sobre todo el padre de los Machado, cognominado Demófilo, se interesaron por sus orígenes y desarrollo y compilaron selecciones de letras como fastuoso ejemplo de poesía popular. También influyó en la música clásica del francés Debussy, del compositor ruso Glinka o de nuestro Manuel de Falla. Y es en él donde salta la chispa del rescate y la conservación de una tradición musical denostada por un lado y que se iba corrompiendo por otro lado.
El compositor gaditano se había establecido en Granada en los años 20. Aquí hizo amistad, en la taberna del Polinario (padre de Ángel Barrios), con algunos principales de la cultura granadina, entre ellos un joven García Lorca, que ya se preocupaba por los gitanos y la profundidad del cante jondo en su pensamiento y en su poesía.
Se concibió que la mejor forma de salvaguardar el flamenco era organizando un Concurso de aficionados —el primero de la historia— que sirviera para poner en valor unos cantes que estaban al borde de la extinción. Entre gentes de aquí y de allá tomaron el testigo. Hay que tener en cuenta que Manuel de Falla tenía ya fama internacional y mantenía contacto con artistas de medio mundo. Así, un gran plantel, encabezado por el compositor, pero también por Ignacio Zuloaga, Joaquín Turina, Enrique Fernández Arbós, Fernando de los Ríos, Juan Ramón Jiménez, Manuel Ángeles Ortiz, Ramón Pérez de Ayala, Ramón Carazo, Hermenegildo Lanz, Ignacio Sánchez Mejías y muchos más, propusieron al Ayuntamiento de la ciudad esta iniciativa, liderada por el Centro Artístico, Literario y Científico de Granada, con la colaboración de los socios Miguel Cerón y el mismo Federico García Lorca, que impartió unas conferencias determinantes en la sede del Centro.
El cabildo aportó 12.000 pesetas de la época y el certamen se desarrolló bajo el asesoramiento de Antonio Chacón y Manuel Torre; la presentación de Ramón Gómez de la Serna; la participación, fuera de concurso, de la Niña de los Peines, Tomás Pavón o José Cepero y los telones de Zuloaga como decoración; con la presencia de Edgar Neville, Santiago Rusiñol o los duques de Alba —también amigos de Falla— entre otros. Ganó el primer premio Diego Bermúdez 'el Tenazas', que decían que vino desde Puente Genil andando, y compartiría los laureles con Manolo Caracol, un niño de unos 11 años en ese momento.
El Concurso era en realidad un punto de partida pues la idea conllevaba emparejada toda una labor social de rescate, conservación y difusión de lo 'jondo' (a diferencia del 'flamenco' que se pensaba la base de la disolución del cante). Estaban previstas por ejemplo unas escuelas gratuitas de enseñanza y promoción, amén de una serie de giras artísticas y de conferencias alusivas. La ausencia de estas extensiones es lo que más se critica desde un plano de compromiso intelectual. También se objeta a este primer certamen su falta de continuidad. Nunca hubo un Segundo Concurso de Cante Jondo. Hubo que esperar hasta los años 50 para que en Córdoba se fraguara un evento de este tipo, que en cierta manera tomara el testigo del 22. Pero lo más criticado por los estudiosos fue sin lugar a dudas su carácter de aficionado. Si se quería salvaguardar el cante grande y poner en evidencia el estado en cuestión del flamenco qué menos que contar con los profesionales del gremio.
De cualquier manera este evento vistió de largo al flamenco, abriéndole las puertas y marcando un antes y un después en la dignidad de un arte que, queramos o no, nos identifica.
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