Las casas granadinas de García Lorca, al descubierto
La exposición 'Federico, santo y señas' recorre en Fuente Vaqueros los primeros 20 años de la vida del poeta a partir de su entorno
José Antonio Muñoz
GRANADA
Miércoles, 5 de junio 2019, 01:23
Muchas veces se ha dicho que la verdadera Historia es la historia con minúsculas, la de la vida privada. Yesto es lo que ofrece ' ... Federico, santo y señas', la exposición que hoy se inaugura en Fuente Vaqueros en torno a las primeras décadas de la vida de Federico García Lorca. Uno de los principales atractivos de la muestra es que, por primera vez, se exponen los planos de las casas que la familia Lorca habitó en el centro de Granada –en el Centro de Estudios Lorquianos– y se entra a fondo en las relaciones que trabó el poeta con el entorno de la vega, donde pasó sus primeros años de existencia –en la Sala Granero de la vecina casa natal–.
El comisario de la muestra es el periodista Alejandro Víctor García, mientras que el diseño ha corrido a cargo del artista plástico Alejandro Gorafe, quien ayer continuaba afanándose para tener a tiempo los elementos que integran el segmento 'vegueño' del montaje. García afirma que «montar la exposición ha sido un trabajo arqueológico, porque hemos reconstruido lo que no existía. Y por otro lado, es un trabajo paradójico: mostrar la casa de Lorca desde dentro». La fórmula escogida ha sido enseñar al visitante el ambiente de la vega que el poeta aprovechó para escribir en su etapa juvenil, esa época en que se consolida también como prosista, autor de 'Impresiones y paisajes', pero también de 'Mi pueblo'.
Así, en la Sala Granero se presta atención al periodo histórico que va desde 1898 a 1906, aproximadamente, donde se conduce al visitante por Fuente Vaqueros y la antigua Asquerosa, hoy Valderrubio. En esta ubicación se muestran algunas imágenes –pocas existen– de aquella época, con un afán eminentemente didáctico. Tanto en el caso de este segmento como en el que se puede observar en el Centro de Estudios Lorquianos, el comisario ha recurrido a las fuentes más fiables:las memorias de Isabel y Francisco García Lorca, los textos del propio Federico, y el «fantástico libro» de José Mora Guarnido 'Federico García Lorca y su mundo'. «Hemos entresacado una serie de citas que nos muestran el tránsito vital de Lorca en aquella época, lo que, con una lectura sosegada y una visión tranquila de las fotos, nos informa con bastante precisión sobre detalles de la vida privada del poeta que no son muy conocidos para el gran público», afirma García.
De este modo, la Fuente de la Teja, la Fuente de la Carrura, o el cortijo de Daimuz –el primer recuerdo consciente del poeta–, aparecen en las vitrinas de la Sala Granero, junto con algunos documentos inéditos de la familia Alba, la propietaria de la casa en la que se inspiró la de Bernarda, y muchos otros que retratan, desde el punto de vista sociológico, cómo se vivía en la vega. Fotos del personal de la azucarera, liquidaciones de acciones, y otras muchas referencias, ayudan a hacerse una idea del entorno en el que el joven Federico vivió.
Descubrimientos
La preparación de la muestra, pues, ha llevado consigo algunos descubrimientos. El primero, constatar la diferencia del trato que se ha dado a los vestigios del paso de Lorca por Granada capital y el muy diferente que se ha dado en la vega. Mientras que de las casas de los Lorca en el centro –Acera del Darro, 60, y Acera del Casino 31, 33 y 35– no se ha conservado nada, las de la vega se han respetado, pudiendo reconstruir algunas estancias gracias al testimonio y la dirección cercana de Isabel García Lorca, hermana del poeta. ¿Razones? «Creo que ha habido un afán, quizá deliberado, en cualquier caso consentido, basándose aparentemente en el progreso urbanístico, de arrasar, de borrar, el paso de Lorca con su familia por esas viviendas», comenta Alejandro Víctor García. «Esta operación se ha llevado a cabo con saña, y ha habido complacencia en el hecho de que estos inmuebles desaparecieran».
Luego, quizá el descubrimiento más importante, y el que aporta una vivencia más rica al visitante, es el que más difícil ha sido de hallar:el plano de las viviendas que los García Lorca ocuparon en el centro, distantes la una de la otra poco más de 100 metros. Una, la primera, que supuso un suave aterrizaje para quien estaba acostumbrado a los cielos abiertos del campo –tenía un patio grande, que le daba luz y amplitud–, y otra, la de Acera del Casino, más recoleta, pero igualmente, reveladora de la posición social holgada de la que disfrutaba la familia, que tenía la posibilidad de vivir en pleno centro, a un paso de los teatros, el Ateneo y las oficinas desde las que se dirigía la economía granadina.
Los planos, incompletos sin embargo, ya que faltan algunos de los pisos, son un documento excepcional, ya que permiten al visitante 'pisar' el suelo –por otra parte, reproducido a la entrada de la muestra–, e imaginarse las vistas de que disfrutaba el poeta, orientándose desde la ventana de su dormitorio hacia la Acera del Darro o la del Casino. La primera, habitada de 1908 a 1916, y la segunda, desde esta fecha hasta 1933, en que toda la familia se fue.
Un tercer paño de la sala de exposiciones del Centro de Estudios Lorquianos muestra el ambiente de la plaza del Campillo y la contigua plaza de Mariana Pineda, el rincón más lorquiano de la trama exterior urbana, donde se ubicaba el Café Alameda, sede de la tertulia 'El Rinconcillo', frente al derruido y llorado Teatro Cervantes. Una curiosa foto muestra a Francisco García Lorca y a quien fuera alcalde de la capital, Antonio Gallego Burín, siendo atendidos por limpiabotas, y en otra se puede ver a algunos próceres sentados en la terraza del café, replicando el lógico comportamiento de los miembros de aquella tertulia en cuanto llegaban las calores.
La distribución de ambas viviendas revela los hábitos de una familia burguesa: lavadero, gabinete, tocador, tres amplios dormitorios en la segunda planta, la habitación del piano, o el recibidor donde, sobre un espejo, colgaba una de las fotos más conocidas del poeta. Y la evolución de las estancias en función de los regalos recibidos: donde antes había un tapiz con escenas campestres, poco después colgaba 'Naturaleza muerta' (1924) de Salvador Dalí, hoy en el Museo Reina Sofía, y conocido familiarmente como 'El cuadro de la pera' por aparecer una pieza de dicha fruta en la pintura. «Las fotografías, muchas de ellas escasamente vistas, permiten conocer el paisaje urbano de Lorca en profundidad, un paisaje que muestra lo poco que tenía que moverse Lorca para hacer su vida en la ciudad», añade el comisario de la exposición. Toda esta experiencia se vuelca en poemas como '1910. Intermedio' de 'Poeta en Nueva York', donde se hace referencia al seno de Santa Rosa dormida, presente en una de las obras de arte de aquella casa, o el gato que se comió a la rana, suceso ocurrido también en aquella vivienda.
En las vitrinas se exhiben documentos importantes, entre ellos, la hoja de empadronamiento de Federico en el Ayuntamiento de Granada, curiosamente, con todos los años de nacimiento erróneos. Así, el nacimiento de Federico se sitúa en 1899, justo un año después de que este ocurriera. Y también dedicatorias manuscritas y sus primeras publicaciones en prosa y en verso: en el Boletín del Centro Artístico y en la revista Renovación.
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