Casa de los Pisa, una joya que cumple dos décadas
El palacete donde murió San Juan de Dios se inauguró con su proyecto museístico actual hace 20 años, y es un lugar de visita obligada
José Antonio Muñoz
Granada
Domingo, 18 de octubre 2020, 01:22
El 8 de marzo de 1550, Juan Ciudad, el librero transmutado en santo por obra y gracia de los más pobres y desheredados, ... exhaló su último suspiro en un cuarto del segundo piso de un inmueble que con el paso del tiempo se convertiría en un museo para honrar su memoria y en un archivo donde se halla el testimonio de su legado. Más allá de los premios y reconocimientos públicos y privados que atesora la Orden de los Hermanos Hospitalarios, la cual fundara, la Casa de los Pisa es el testigo nada mudo de la historia de Granada.
Tras 20 años desde que se pusiera en valor, el palacete de la calle Convalecencia, cuyo museo y archivo dirige hoy Francisco Benavides, es mucho más que un lugar imprescindible para los devotos del santo. Cualquier amante del arte y por qué no decirlo, de las curiosidades históricas, debería visitarlo. Además, en el propio patio hay una interesante feria del libro solidario, por lo que además de instruido, de esta Casa se puede salir leído.
Lo primero que llama la atención al visitante es la curiosa colección de recuerdos papales que atesora una de las salas de la planta baja. La presiden unos zapatos y unas medias de Benedicto XVI –calza un 43 el papa emérito–, pero también hay solideos, pañuelos y estolas de otros pontífices, como Pío IX, Pío X, Benedicto XV, Juan XXIII, Juan Pablo II... La razón de la inusual colección estriba en que desde hace siglos, son los hermanos de San Juan de Dios quienes atienden las necesidades médicas diarias de los pontífices. En la misma habitación, se acumula una ingente cantidad de relicarios, solo comparable a la que alberga el Monasterio de las Descalzas Reales, de Madrid.
Cada objeto que se muestra en la casa –más de 4.000– tiene una historia tras de sí. Por ejemplo, el báculo del santo –un humilde asidero de madera– fue recuperado tras la Desamortización de Mendizábal por una familia toledana que lo preservó durante décadas antes de entregarlo a la Orden. Entre la colección de orfebrería, la pieza más valiosa es una custodia convertida en relicario, en cuyo interior se guarda un resto óseo del santo. Y entre las más curiosas, un niño Jesús vaciado en plomo y policromado, con los zapatitos rematados en perlas. Una obra harto infrecuente en una colección que, según Benavides, «crece cada día». La penúltima incorporación ha sido un crucifijo de marfil del siglo XVIII, procedente de Barcelona y de una belleza incuestionable.
Son muchas las personas que han contribuido de forma decisiva a que este museo pueda hoy mostrar tan interesantes colecciones. Entre ellos, el director cita al padre Ernesto Ruiz, hermano de San Juan de Dios que cuando se acometieron las obras de restauración de la casa era muy anciano, pero que puso todos sus buenos oficios en marcha para que el inventario creciera de forma muy importante entre los años 70 y 80, «una época donde la preocupación por mantener el patrimonio no estaba tan desarrollada como hoy». Asegura Benavides que, sin sus fructíferas gestiones, muchas piezas habrían partido con destino ignoto, y hoy formarían parte de colecciones privadas, en el mejor de los casos, o estarían en el lucrativo mercado negro del arte, en el peor.
De entre la colección pictórica, destaca una guía de lugares granadinos relacionados con San Juan de Dios, obra de Manuel López Vázquez, y una de las iconografías más reproducidas en la actualidad, un retrato rabiosamente contemporáneo y perfectamente canónico a la vez, realizado por el artista granadino Luis Ruiz Rodríguez, donde se muestra al santo con un cadáver entre los brazos. El cuadro recupera, además, dos de los elementos identificativos más comunes en las representaciones del santo, el báculo y la capacha, símbolos originales de la Orden antes de la Granada y la cruz.
Alonso Cano y Juan de Sevilla
La pinacoteca tiene algunos tesoros más, como una representación del santo realizada por Alonso Cano, y entre los lienzos, donde también se halla una pintura de Juan de Sevilla, se emplaza una meritoria escultura contemporánea del sevillano Francisco Buiza, donde se representa el tránsito de San Juan de Dios, acompañado por un arcángel. El imaginero realizó con esta su última obra antes de morir, y el resultado es realmente de una altísima calidad.
La casa estuvo en obras durante solo 14 meses para llegar a su estado actual, entre 1998 y 2000. El incremento exponencial de visitantes y la necesidad de adaptarla a las personas con movilidad reducida, amén de ciertos defectos estructurales que debieron ser corregidos, motivaron una actuación que supuso el punto de partida a una comprometida dinámica de conservación. Como asegura Francisco Benavides, «cada año se restauran varias piezas, en un esfuerzo continuo por preservar este patrimonio para que sea conocido por todos».
La primera noticia de la Casa como museo se remonta al año 1930. Entonces, empezaron a llegar tímidamente piezas, en un proceso que se interrumpió durante la guerra civil –afortunadamente, el inmueble se salvó de las llamas que consumieron otros edificios religiosos–, y la posguerra. Sería en 1977, cuando el edificio albergó una residencia para personas mayores, cuando se unieron el carisma de la orden y la conservación de su patrimonio. Más tarde, con la construcción de una nueva residencia cerca de la Casa, esta pasó a ser exclusivamente museo y archivo.
Muchos granadinos acuden a los Pisa al menos en dos ocasiones:en Navidad, para ver su extraordinario Belén, y en el Día de la Cruz, donde se instala en el patio uno de los monumentos efímeros de visita obligada. Desde su puesta en valor, han pasado medio millón de personas por ella, según cálculos del Museo.
Obviamente, para un amante del arte religioso, y para un creyente, la Casa de los Pisa es un auténtico festín emocional. Para los primeros, porque es difícil encontrar una muestra de artes tan diversas en un mismo edificio. La relación es inacabable: desde objetos en plata como una Virgen entronizada de la más fina ejecución, hasta acetres, portaviáticos –imprescindibles en los hospitales donde se presta asistencia a los enfermos–, y objetos litúrgicos de lo más diverso, unidos todos ellos en un proyecto museográfico que, por fuerza, ha de ser de acumulación, dada la impresionante calidad de piezas. Igualmente interesante es la plancha y grabado con el 'árbol genealógico' de la Orden –sus generales, los reyes y papas bienhechores...–, que se conserva en una de las salas nobles junto con la bula fundacional.
Para los creyentes y admiradores del santo y su obra, queda la habitación donde murió. Junto a la cama, aparece la escultura de la pose en que lo hallaron, y en una mesita, arde desde tiempo inmemorial una lámpara de aceite con una llama titilante pero firme, recuerdo de un hombre que supo amar, parafraseando el título de la recordada película sobre Juan Ciudad que dirigiera Miguel Picazo y protagonizara Timothy Dalton.
Premio Princesa de Asturias, y en el 'punto de mira' de la Unesco
La labor de la Orden de San Juan de Dios fue reconocida con el premio Princesa de Asturias de Cooperación en 2015, y la Unesco lleva adelante un proceso discreto, iniciado hace dos años con la visita del presidente de la Comisión de Diversidad de la institución, Fernando Griffith, para convertir a la Orden en miembro de la lista mundial de 'Cultura Viva', que aúna su consideración como patrimonio material de la Humanidad –por sus monumentos– e inmaterial –por su labor en favor de enfermos y pobres–.
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