Carvajal y García Demestres se reencuentran en 'Los cisnes en Palacio' de IBS
El poeta y Premio Nacional y el compositor graban con el sello granadino una 'escena lírica' que tiene a la reina Isabel II como única protagonista
Los encuentros entre el compositor catalán Alberto García Demestres y el poeta granadino Antonio Carvajal han deparado, hasta ahora, dos obras de gran profundidad: 'Juana ... sin cielo' y 'Mariana en sombras', en torno a la mal llamada 'reina loca' y a la heroína liberal granadina. Ahora, bajo el amparo de la discográfica, también granadina, IBS Classical, referencia en el marco internacional de la música culta, vuelven a verse las caras frente a 'Los cisnes en Palacio', encargada por el pianista Rubén Fernández Aguirre, acompañante de todas las estrellas del 'bel canto' que en el mundo han sido, y la soprano Sabina Puértolas, una de las más deslumbrantes voces del panorama internacional.
Ambos han registrado el disco titulado precisamente 'Los cisnes en Palacio', donde, para cerrarlo, aparece una 'escena lírica' homónima, con música de Demestres y letra de Carvajal. El productor Francisco Moya, recuerda que la ligazón granadina del disco es muy fuerte. «Aparece en él la canción de Emilio Arrieta 'Pobre Granada', compuesta a beneficio de los damnificados por el terremoto de Alhama de 1884». El disco celebra también el bicentenario del nacimiento del compositor navarro.
Amor y desamor
Los textos de Antonio Carvajal son siete poemas de amor y desamor musicados por Demestres, que canta Puértolas. Este «traje a medida con licencia para volar», como lo describe el compositor, tiene un único personaje, la reina Isabel II de Borbón, de la que Arrieta fue uno de sus muchos amantes. «La reina recibía clases de música de Arrieta, y tratándose de la reina, ocurrió que una cosa llevó a la otra...», recuerda con humor Francisco Moya. «Antonio Carvajal es el poeta al que acudo cuando se trata de crear una obra escénica en castellano, entre otros motivos por su concepción sonora del verso y su facilidad para ir siempre a favor de la música», relata Demestres.
En la obra, bastante explícita en su planteamiento, como lo era la reina en sus relaciones, veremos a Isabel II deambulando sola por los salones de palacio, elucubrando sobre algunos de sus anhelos y temores, poniendo énfasis en su relación con el compositor. A través de ella, conocemos a «ese músico joven de labios sabrosos» que tanto la excita.
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