Calle Maestra
placido romero sanjuán
Lunes, 25 de julio 2022, 00:06
A las siete menos diez, Marcos ya está en la calle con el cigarrillo colgado del labio. Se ha sentado en el escalón del número ... 34. Falta un minuto para las siete y piensa que ella no llegará. Pero Lina siempre llega. Puntual. Cuando se acerca, antes de que se lo pida, se levanta y le deja pasar. Luego, Marcos vuelve a sentarse y termina de fumarse el cigarrillo. Los cigarrillos le duran una eternidad a Marcos.
La Lina viene a ayudar a doña Conce, que se rompió la cadera hace tres años. Sus sobrinos pensaron que no se recuperaría y comenzaron a repartirse la herencia: los olivos, el piso de la calle Maestra y el local comercial donde está la tienda de móviles. No saben cuánto cobra doña Conce por el alquiler. Quizá mil euros. Tal vez más. Pero doña Conce, que es viuda de un farmacéutico con el que no tuvo hijos, se recuperó de lo de la cadera. La Lina viene a levantarla, a lavarla, a vestirla y a darle el desayuno.
Cuando la Lina ha terminado, a las ocho y media, se despide de doña Conce y va rápido a casa: su hijo tiene que ir al colegio. Entra a las nueve, pero aún no se habrá levantado. Cuando pasa por la puerta del Torres, le entran ganas de tomarse un chocolate con churros. Pero se le está haciendo tarde.
La camarera del Torres, Isa, que acaba de ponerle el segundo plato de churros al impaciente de Diego Paredes, ve pasar a la Lina a la carrera. Supone que ya ha terminado con doña Conce y, antes de ir a casa de Tomás Gutiérrez, llevará a su hijo al colegio. ¿Le quedará mucho para entrar en el instituto? La verdad, Isa no sabe ni la edad del hijo de la Lina ni quién es el padre. Bueno, oyó que era de Jimena o Albanchez.
Marcos, apoyado en la esquina de la calle Carnicería, ve pasar a Lina. Termina de fumarse el cigarrillo y se va al Plasencia. Pedirá un café con leche. El médico le recomendó descafeinado, pero a Marcos le gusta el café con leche. Siempre le pone dos sobres de azúcar. Si lo supiera el médico... Se tomará el café despacio, mientras mira la tele.
Luis, el camarero del Plasencia, no pierde de vista a Marcos. Hoy tiene un aspecto más o menos normal; por lo menos, parece que lleva la ropa limpia. Debe tener cuidado para que no se vaya sin pagar; Marcos siempre trata de marcharse sin pagar. A pesar de que Luis sabe que no le falta el dinero. El padre tenía miles de olivos. Según le han dicho a Luis, los hermanos de Marcos consiguieron declararle incapaz para quedarse con su parte de la herencia. Solo le dejaron un pisito y unos cientos de euros al mes.
Juan José, operario municipal, entra en el Plasencia y pide una copa. Está regando las macetas que el ayuntamiento colocó hace unos meses. Unas se han secado varias veces ya. Otras las han robado. Pero el alcalde se empeña en reponerlas. Una vez cada dos o tres semanas se pasea por la calle Maestra y mira que todas estén en su sitio. Ya le toca hacerlo, piensa Juan José mientras se echa un trago de coñac. Menos mal que no falta ninguna maceta.
A las diez y media, Marcos está sentado en el banco que hay delante de Correos. Lina tiene que pasar por allí. Va de una casa que está cerca del parque a otra que hay, cree Marcos, en la calle Sancho. A veces, Lina lleva en la mano una barra de pan. Pero hoy no.
La Lina ha conseguido convencer a su hijo de que vaya al colegio, a pesar del dolor de cabeza. Anteayer era una tos, y hace una semana, dolor de estómago. Lo que quería el hijo de la Lina era quedarse jugando con la consola. Ha tenido que prometerle que esta noche le hará una pizza. Hoy, don Tomás estaba insoportable. Le ha dicho que ayer, cuando limpió, dejó restregones en el suelo. Ahora va a casa de doña Águeda, que nunca le da problemas. Su casa es pequeña, fácil de limpiar. Y doña Águeda, en realidad, solo quiere un poco de compañía. A la una regresará a casa de doña Conce para prepararle la comida. ¿Qué es lo que quería comer? La Lina no lo recuerda. Bah, le dirá que no había en la tienda. Le preparará una tortilla de jamón: a doña Conce le gustan las tortillas de jamón.
Marcos pasea calle Maestra arriba y abajo. Hace tiempo hasta las dos, cuando Lina saldrá de casa de doña Conce. En la tienda del marroquí hay una mujer de espaldas que Marcos no reconoce. El peluquero le está cortando el pelo al hijo de Vicente Raña. ¿No estaba estudiando en Madrid? La florista está con su novia; ambas miran sus móviles. Hay cola en el cajero automático del BBVA; cualquiera diría que es primero de mes. El Torres tiene la persiana medio bajada. El marido de Ana la de Salvador, la que le arregló los papeles de la incapacidad, lleva a su hijo en el carrito; dicen que es adoptado. Un día, simplemente, aparecieron con el bebé.
La Lina se ha despedido de doña Conce hasta mañana. La ha dejado enfadada, no por la comida (le ha gustado la tortilla de jamón), sino porque uno de sus sobrinos le ha llamado para decirle que va a ir a visitarla esta tarde. Doña Conce no soporta a sus sobrinos. La Lina sabe que el mal humor le durará hasta mañana.
Cuando sale a la calle, Lina ve al Marcos. Siente un poco de lástima por él. Dicen que tiene mucho dinero, pero está claro que al pobre le falta un hervor.
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