Andrés Ollero | Jurista y escritor
«Se está buscando el pragmatismo, lo inmediato, lo que el público quiere oír»Quien fuera diputado por Granada durante 17 años y magistrado del Tribunal Constitucional presenta su libro 'Vivir es argumentar' mañana en La Madraza
El catedrático, y en su día diputado por Granada y magistrado del Tribunal Constitucional, Andrés Ollero (Sevilla, 1944) presenta mañana a las 19.30 horas ... en La Madraza su más reciente libro, 'Vivir es argumentar' (Tirant Lo Blanch), acompañado de la exrectora de la UGR, Pilar Aranda; el rector, Pedro Mercado, y el director de IDEAL, Eduardo Peralta. El libro agrupa medio centenar de entrevistas y artículos de opinión, la inmensa mayoría publicados en IDEAL. A través de los textos, se reconstruye la trayectoria vital y profesional, amén del pensamiento de Ollero y, no menos importante, su relación con los medios, a los que considera indispensables.
–¿Le gustan las entrevistas? ¿Las tolera? ¿Las disfruta?
–Me gusta dialogar con las personas. Los medios de comunicación superan la dimensión de ese diálogo entre dos, tres o cuatro personas, para llegar a no sabemos cuántas. Como universitario, siempre tuve claro que era necesario llegar a esa dimensión pública de la comunicación, que trasciende el ámbito del aula. En los 17 años como diputado, sobre todo, tuve la oportunidad de compartir mi pensamiento y mi parecer con muchas personas gracias a las entrevistas que me hicieron.
–¿Los entrevistadores le dibujaron bien en esos perfiles que solemos incluir en las entrevistas?
–Sí, fueron siempre corteses conmigo. Tampoco es correcto empezar dando leña desde la primera palabra... (risas).
–Muchas de las entrevistas que integran el libro podrían realizarse hoy. Porque hay realidades que parecen inmutables.
–Es preciso tener en cuenta que buena parte de las entrevistas de que fui objeto coincidieron con la publicación de libros de mi autoría. Eso no es lo normal; no sé cuántos compañeros de entre los que formaron parte del Congreso en los 17 años en que fui diputado han publicado libros... (sonríe). Ello facilita que los temas tratados superen la limitación temporal. Me dedico a la Filosofía del Derecho, que no evoluciona tan rápido como la Química.
«Hay gente que no sabe para qué sirve un diputado. Y hay diputados que tampoco lo saben»
–En las entrevistas aparecen conceptos ideológicos que hasta ayer eran absolutos: marxismo, conservadurismo, socialdemocracia... Hoy parece que las fronteras entre estos clásicos absolutos se desdibujan.
–Del marxismo ya no hay trazas confesadas... (ríe), por más que en la trastienda aparezca algún residuo de vez en cuando. Lo que predomina hoy en el ámbito público es la retórica, no suele haber un gran rigor al perfilar los conceptos que se manejan. Se busca el pragmatismo, el resultado inmediato, lo que se piensa que el público quiere oír. Por ello, los discursos no suenan muy sinceros.
–En alguna entrevista comenta usted que el público no sabe realmente para qué sirve un diputado, además de votar lo que el jefe de su partido le dice.
–Sí, la gente sabe para qué sirve un ministro y un juez, pero no para qué sirve un diputado. Creo, de hecho, que hay diputados que tampoco lo saben... (carcajada). Por ejemplo, tuve claro desde que fui propuesto para el cargo, sin postularme, que debía tener un contacto fluido con mis electores para conocer sus problemas, y trasladarlos a la Cámara. Por eso fui el 'diputado preguntón', y me convertí en la correa de transmisión de sus respuestas. En este sentido, un diputado debe ser como un concejal, estar pendiente de los problemas inmediatos de sus votantes. Así se justifica. Y pienso que antes de ser diputado se debe haber tenido una trayectoria profesional. Entrar en un partido con 16 o 17 años y desde ahí hacer 'méritos' hasta convertirse en diputado no es una buena vía.
–Siempre se caracterizó por decir lo que el poderoso de turno no quería oír. ¿Qué es lo que siguen sin querer oír?
–Aquí cada uno oye lo que quiere, y estos días lo estamos viendo de una manera dramática. Estar gobernados por personas que cambian de opinión tan rápido en función de sus objetivos es un problema grave.
«Estar en manos de políticos que cambian de opinión según su capricho es un mal síntoma»
–Iberoamérica se ha convertido en un polvorín que da más disgustos que satisfacciones. ¿Le sigue preocupando tanto como hace 40 años?
–Muchísimo, porque mantengo buenas relaciones allí, y la he visitado con frecuencia. Con respecto a su futuro, soy optimista, porque pienso que el optimismo relaja el ambiente. Pero no puedo estar feliz al ver lo que está ocurriendo tras los últimos procesos electorales.
–Usted fue testigo de épocas complejas en el liderazgo del centro derecha, con problemas motivados más por veleidades personales que por cuestiones ideológicas de fondo. ¿Lo sigue viendo así?
–Ese es un asunto global, afecta a la izquierda también, y no hay más que ver los acontecimientos recientes... La oposición une mucho, y el problema que detecto es la falta de entendimiento entre los dos partidos que se mueven en ese arco del electorado. Hay que aprender a convivir. Durante mi etapa política, a la derecha del PP había un escaño o dos, y ha llegado a haber 52... Esto es algo que hay que replantearse, sin duda.
–«El Parlamento es un guiñol del Ejecutivo», dijo usted. En estos días de investidura, ¿sigue siendo así?
–Creo que más que nunca. No hay más que ver la cantidad de Reales Decretos Ley que ha aprobado este último gobierno. Es vital que los órganos de consulta, como el Consejo de Estado o el Consejo General del Poder Judicial, sigan teniendo su papel en la conformación de las leyes, y saltárselos con subterfugios no es una táctica muy honrada.
–¿Granada fue el escenario de los mejores años de su vida, o lo mejor está siempre por venir?
–Ya me queda poco, y no aspiro a superar a Matusalén... (risas). Granada es una ciudad en la que es fácil disfrutar, y yo disfruté.
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