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José Antonio Muñoz
GRANADA
Miércoles, 7 de agosto 2019, 01:11
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Atravesar el mundo tomando hasta tres aviones para llegar a Granada y traer una guitarra a un concurso indica la importancia de este. Tal es la realidad que estos días se está viviendo en la capital con la celebración, en el marco del Festival Internacional de la Guitarra, del tercer Concurso Internacional de Guitarras Antonio Marín Montero, en sus modalidades de flamenco y clásico. Son 23 los concursantes que han acudido a Granada, y no hay ni una sola mujer entre ellos. Básicamente llegan por el prestigio de ganar una competición de la cual ya se habla en un sector que, a tenor de las opiniones vertidas por los participantes en el día de ayer, cotiza al alza. El premio es estrictamente utilitario:la posibilidad de vender durante varios años guitarras en la que, probablemente, es la tienda de estos instrumentos más prestigiosa del mundo:el Guitar Salon International de Los Ángeles (EE UU).
Los pasaportes de los participantes llevan las banderas de Italia, China, Tailandia, Francia, Ucrania, Rusia, Canadá, Japón, Suiza, Reino Unido, Australia y por supuesto, España. Cuatro continentes y doce países distintos, pero unidos por concepciones muy claras con respecto a lo que debe ser una buena guitarra española, sea esta clásica o flamenca. Hasta 30 parámetros está teniendo en cuenta un jurado en el cual están como presidentes los constructores José Marín (para el segmento de guitarra clásica) y Manuel Cáceres (para la española).
Precisamente, Cáceres, el único guitarrero artesanal que ejerce en el centro de Madrid (en la calle Jardines, junto a Sol y Gran Vía), afirma que «vengo a Granada por tercera vez para echar una mano a un sector que ha sido mi vida durante más de medio siglo, y al que en España no se le da el valor que tiene». Yañade:«Entré como aprendiz en un taller con apenas 13 años. Mi madre me sacó de allí tres meses después, y durante dos años hice zapatos, fui carnicero, ayudante de un yesero, y otros variados oficios, hasta que la convencí de que lo mío era hacer guitarras. Y hasta hoy».
Cáceres asegura que «fuera de España se le da mucha más importancia a la guitarra y a sus constructores de la que le damos aquí. Una buena firma es garantía de calidad y de venta en el extranjero. Aquí no tanto». Manuel Cáceres imparte su magisterio en países como Japón, Taiwan o Filipinas, donde estuvo en el último año –y volverá este– a enseñar a artesanos de allí las claves para hacer una buena guitarra.
Uno de los problemas más acuciantes para los constructores es, precisamente, la dificultad para adquirir los materiales de calidad que precisa el instrumento. Las restricciones a la tala de palisandro o palosanto, llamada ya 'madera de sangre' por el alto precio y las vidas que se ponen en peligro a veces para conseguirla, amenaza la calidad a medio plazo de los instrumentos, aunque ya se están incorporando otras maderas más accesibles. Con todo, esta escasez no la sufre Cáceres, que, afortunadamente, conserva material «para todas las guitarras que tengo por hacer».
El concurso crece año tras año, según afirma el director de la European Guitar Foundation, Vicente Coves. Solo un granadino hay entre los 23 participantes. El año pasado, precisamente, fue el constructor local Francisco Muñoz quien se alzó con el premio: «Fue una competición muy dura. Hubo mucho nivel», comenta. En la primera edición estuvo con una guitarra flamenca, y no le fue bien. El año pasado lo intentó, con un instrumento fabricado con madera de ébano y un diseño rompedor en la boquilla, el puente y el mástil, y acabó alzándose con el galardón. Desde su taller en la calle Ave María, observa el futuro con esperanza: «Este es un camino largo. Hay que tener paciencia y mejorar cada día tu producto. Sigo siendo optimista».
Optimismo derrocha también el constructor chino de Pekín Hao Xu. «Pero llámeme Vincent», comenta sonriendo. Su entusiasmo por el trabajo es contagioso: «Empecé a hacer guitarras en 2015, y aprendí aquí en Granada, con Stephen Hill. Comencé a construir porque he tocado durante muchos años, y siempre quise hacer yo mismo mis instrumentos. Por eso, en ese año dejé mi trabajo para hacer ese sueño realidad». Una aventura en la que tiene claro que quiere imprimir «diversas inspiraciones que me han acompañado a lo largo de la vida, para obtener un sonido que identifique de forma clara mis creaciones, que haga a los intérpretes compartir la magia que yo siento al hacerlas». En una nación como la suya, donde apenas hay 40 o 50 artesanos constructores «para el país más grande del mundo», abrir un taller en Pekín es un paso más hacia una revolución que se producirá, calcula, en una generación: «Hay muchos jóvenes aprendiendo en Taiwan o en España, y pronto habrá un buen grupo de artesanos, capaces de construir instrumentos para satisfacer la demanda existente», comenta.
Youri Soroka, ucraniano afincado en la localidad francesa de Orléat, comenta que «venir a Granada supone encontrarse con algunos de los grandes constructores de guitarra del mundo. Esta es la ciudad más importante a escala global en la construcción de guitarras. Y la influencia de los grandes creadores históricos, como Antonio de Torres, y su escuela, sigue siendo muy importante». Soroka traslada ese espíritu de las guitarras que se fabricaban hace 150 años a su trabajo diario:todo son materiales tradicionales y naturales, desde las colas a los barnices. «En Francia se presta mucha atención a la estética de la guitarra, tanto como a su sonido, que debe tener, por supuesto, un nivel muy alto».
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