Bluesman en Cazorla
Antonio Gómez Hueso
Jueves, 31 de julio 2025, 20:11
El viejo 'bluesman' Billy Johnson se sentó en la terraza del bar Eduardo, en la Plaza de la Constitución. Era la una y hacía bastante ... calor. Dos horas antes había participado, junto con su banda, en la prueba de sonido en la Plaza de Toros, previa a su actuación en el Blues Cazorla esa misma noche. Era la tercera vez que venía y había creado la rutina de pasear alrededor de una hora por el pueblo, sentarse luego en la terraza de cualquier taberna y tomarse tranquilamente una cerveza muy fría, con aceitunas de la tierra, manjar que él disfrutaba sólo en aquella región del sur de España. Luego iría a almorzar al Sercotel.
Realmente él se llamaba Brian Joe Brunson, pero se puso de nombre artístico Billy Johnson por la devoción que tenía a sus dos mitos principales: Billie Holiday, la más grande cantante de jazz de todos los tiempos, y Robert Johnson, aquel legendario músico que, dicen, pactó con el Diablo para convertirse en el 'bluesman' más valorado y venerado. Acudía con una banda formada por él mismo (cantante, guitarra solista y armónica) y cuatro miembros más: guitarra rítmica, bajo, baterista y organista. También trabajaban en el evento un ingeniero de sonido y dos operarios encargados del montaje.
Estaba tan a gusto saboreando la 'birra', resguardado del ardiente sol, que no se percató de la llegada de una bella mujer morena, informalmente vestida, quien, sin mediar palabra, se sentó a su lado. Llevaba consigo una guitarra acústica. Billy abrió mucho los ojos, teatralizando su sorpresa por la súbita aparición. Ella imitó el gesto exagerado del músico, sonrió y susurró:
–¿No me esperabas tan pronto, eh, cascarrabias del Blues?
–¿Quién eres, linda cazorleña? No espero a nadie y menos a un bellezón como tú.
Como respuesta, ella le entregó un ejemplar del Ideal señalándole una noticia de la portada: «Músico muere mientras actuaba en el Cazorla Blues Festival». Luego abrió el periódico y le enseñó la página de Cultura en donde se desarrollaba la noticia: «[…] Anoche, el músico norteamericano Billy Johnson, de setenta y dos años, mientras actuaba, se tambaleó, se puso una mano en el pecho y se desplomó sobre el escenario. Enseguida acudieron sus músicos y otras personas a auxiliarle, intentaron reanimarlo dándole masajes en el pecho, llamaron a una ambulancia, pero todo fue inútil.[…]». La noticia continuaba dando más detalles y reseñando el historial de Johnson en el festival.
–Pero, ¿qué coño es esto? –gruñó el músico después de leer la noticia completa.
–Fíjate en la fecha del diario: es el periódico de mañana. He querido adelantártelo…
–Pero es absurdo. Según veo, esta noche voy a morir de un infarto. Estoy sano y nunca he padecido del corazón. ¿Qué estupidez es esta?
–Me temo que no es una estupidez. Pero, si quieres, me marcho ya y lo compruebas esta noche.
El viejo 'bluesman' se había convertido, con el paso de los años, en un ser supersticioso. No se tomó en broma el duro vaticinio de la dama. Se puso muy serio, cabizbajo.
–¿Quién eres?
–Soy quien viene definitivamente a por ti. Sabes cómo me llamo.
A Johnson se le formó en nudo en la garganta.
–Pero… no estoy preparado. Tendría que volver a mi país, arreglar mi situación, avisar a mi familia; tengo esposa y dos hijos…
La mujer lo miró muy seria durante unos momentos.
–A ver, bueno, me caes bien. Tal vez pueda concederte una oportunidad para eludir en esta ocasión el fatal desenlace.
Al músico se le iluminó de nuevo el rostro.
–¿Sí?
–¿Sabes quién fue Leonard Cohen? ¿Y Federico García Lorca?
–¡Claro! A Leonard lo conocí personalmente. Una noche tomamos unas copas en el Veritas de Boston, después de haber participado en un concierto benéfico. Recuerdo que le pregunté por sus proyectos y me dijo: «Johnny, en mi país tenemos un dicho: El Diablo se ríe cuando te oye hablar de proyectos». Me sonrió socarronamente. Lo pasamos en grande bebiendo y conversando hasta altas horas de la noche. En cuanto a García Lorca, sé que es un poeta español, asesinado en la Guerra Civil.
–Mira, Cohen era admirador de Lorca, visitó Granada varias veces, musicó el poema 'Pequeño vals vienés' convirtiéndolo en 'Take this waltz'. ¿Lo conoces?
–Por supuesto. Lo cantó aquella noche en Boston.
–¿Te atreverías con él?
–No lo creo. Es imposible transformar un vals en un 'blues'.
–Es la oportunidad que te concedo para eludir tu infarto. Sólo tienes que tocar el ritmo del vals como si fuera el 'rift' del 'blues'. Yo canto en español y hacemos ambos los coros en inglés: «Ay, ay, ay, ay, 'take this waltz'… ¿Te parece bien? Mira, he traído una guitarra, vamos a ensayar...
Alguien le movió los hombros, despertándolo de su sopor. Era el camarero.
–¿Otra cerveza, señor?
Declinó la invitación. Mientras volvía a su hotel reflexionaba sobre lo ocurrido: «Así que todo fue un sueño, pero... ¡parecía tan real! Me he acojonado de verdad…». Luego, almorzó, se echó una siesta de una hora, leyó un poco y repasó algunos temas con su guitarra. Alrededor de las nueve, después de cenar una ensalada, se marchó a la Plaza. La actuación estaba prevista para las diez.
Al día siguiente, en la portada de IDEAL podía leerse: «Billy Johnson triunfa en el Cazorla Blues Festival, con una invitada de excepción». En las páginas de Cultura se daban detalles del evento: «Anoche, durante la brillante actuación de Billy Johnson, apareció por sorpresa Silvia Pérez Cruz, quien se unió al 'jazzman' para hacer una increíble versión de 'Pequeño Vals Vienés', de Lorca y Cohen, cantado a dúo en español e inglés, en una rara fusión de vals, flamenco y blues. El público aplaudió a rabiar. Después del concierto, Pérez Cruz declaró a la prensa que había llegado ese mismo día a Cazorla con el propósito de cantar ese tema con Johnson. Por su parte, él declaró exultante: «Esta noche Silvia me ha salvado la vida».
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