Los artistas granadinos hacen balance de un año para olvidar
El nuevo parón provocado por la segunda ola del virus es asumido con resignación y con la vista puesta en el futuro inmediato
José Antonio Muñoz
Granada
Domingo, 15 de noviembre 2020, 00:27
Los artistas granadinos están a punto de cerrar un año aciago. Desde que a principios de marzo se declarara la pandemia, se cuentan por ... decenas de miles los actos cancelados, muchos de ellos sin posibilidad de recuperación. En este reportaje, contaremos seis historias protagonizadas por artistas granadinos de diversos campos, para los que esta segunda oleada no supone sino el cierre de un 2020 que todos sin excepción prefieren olvidar, por más que hagan de la necesidad virtud.
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Los datos oficiales son incontestables. Rubén Gutiérrez, director general de la Fundación Sgae, entidad que destiló hace unos días su informe anual sobre el sector cultural, habla sin ambages: «Ahora mismo, el impacto del Covid sobre el sector cultural es enorme. ¿Mayor que el de la crisis de 2008? Aunque son procesos muy distintos, parece que sí». El futuro depende, según él, de si «somos capaces de contenerlos en un momento relativamente cerrado en el tiempo, o si se generan otras pérdidas más allá de las suspensiones o descensos de presupuestos para cultura. Si somos rápidos en cuanto todo empiece a funcionar, podremos recuperarnos en 2022 o 2023 en lo cuantitativo. Si no, la crisis se convertirá de coyuntural en estructural, y aumentará el número de artistas que harán oposiciones a Correos, por poner un ejemplo».
El director general de la Fundación Sgae añade que «junto con el turismo, España, y en especial Andalucía, vive mucho de su sector cultural». Y en cuanto al paradigma del futuro, sostiene que «lo digital ha venido para quedarse. Ello no tiene por qué ser malo, pero no se puede pensar en Internet como una panacea, porque eso fue lo que nos vendieron en 2008, y no ha sido así». Finalmente, aporta un dato palmario: «Hace poco salió una estadística de brotes: de los 1.700 investigados, solo uno provenía de un acto cultural».
Con este panorama, cada artista ha replanteado su presente y su futuro inmediato. El director de cine granadino César Ríos, que vive en Madrid, compagina su tarea artística con su trabajo como ingeniero. «El teletrabajo me ha permitido dedicar algo más de tiempo al cine, al ahorrarme los traslados. Tengo el cajón de los guiones lleno de ideas nuevas. En lo cinematográfico no me he querido basar en las situaciones derivadas de la pandemia, pero en mi faceta como poeta sí que he volcado sensaciones derivadas de este difícil periodo», asegura. También ha leído mucho: «He profundizado en obras de autores como Joan Margarit, y leído libros de cine, como la correspondencia de Buñuel». También ha recibido buenas noticias: «El Festival Iberoamericano de Cortos que organiza el diario ABC ha seleccionado 'El día de las flores', una obra mía que pretende concienciar sobre la seguridad vial de los ciclistas, y que rodamos justo antes del inicio de la pandemia. También he hecho algunos cortos con móvil para Notodofilm Festival, pero he tenido que posponer el estreno en Granada de mi largometraje 'El último cine vivo', que tenía previsto hacer en el Teatro Isabel la Católica». Finalmente, con una sonrisa, asegura que «tengo un proyecto nupcial que también he tenido que aplazar, y que espero poder 'rodar' cuanto antes».
A la escritora Clara Peñalver le han cambiado igualmente los planes, los profesionales y los personales. Está considerada como una de las reinas del 'noir' en España, tras su exitosa trilogía sobre Ada Levy y la presentación de su nuevo personaje, la inspectora Carol Medina, en 'Las voces de Carol'. Para ella, este confinamiento ha sido muy especial, por varios motivos. Primero porque pronto será madre de una niña concebida durante la pandemia, y que se llamará Leo. Y después, porque ha tenido que retrasar la salida de su próxima novela, que publicará Ediciones B (Penguin), en 2021. Tiene pendiente de estreno una audioserie para la plataforma Storytel, una distopía sobre la manipulación del hombre. Lo que lleva peor es «no poder salir de casa, porque he sido una escritora que cuando me bloqueaba solía coger la moto y hacer kilómetros, y he escrito mucho en cafeterías». Sobre el futuro editorial, augura cambios importantes, precisamente, como la introducción de historias contadas. «Todo está por decidir, pero siempre he sido inquieta, así que me gustará probar nuevos formatos».
La voz en espera
El bajo de ópera granadino Francisco Crespo comenzó el año el 1 de enero haciendo el Raimondo de 'Lucia di Lammermoor' en Oviedo. «Hasta principios de febrero, estuve allí. Y luego la agenda se vino abajo. En Oviedo pasé una enfermedad rara, me ahogaba y tenía mucho malestar. No sé si me infecté allí y no lo supe. No me hice pruebas». Tenía previsto interpretar 'La tabernera del puerto' en Tenerife, con el barítono granadino Pablo Gálvez en el reparto, y allí tendría que hacer 'Fidelio', con ensayos que debieran comenzar el día 24. «De momento, todo se ha paralizado», comenta. Mientras, está aprovechando su faceta como profesor y logopeda, y abriéndose paso en el mundo del coaching, no solo para artistas. Tiene alumnos en Barcelona, Madrid, Sevilla y Granada. Se ha matriculado para doctorarse en una tesis sobre higiene vocal, además. «En la ópera, ahora mismo, son todo castillos en el aire, así que debes comprender que esto es un terremoto profesional, y reubicarte».
Daniel Herrera, vocalista de Mama Baker y gestor cultural, es un hombre orquesta, pero prácticamente todos sus instrumentos han dejado de tocar. «El año, como para casi todos, es para olvidarlo, porque en el sector en que nos movemos se ha ido al traste. No nos dejan hacer nada. En marzo, cuando se produjo el parón, nos dio en toda la frente». Ha estado en la organización de la Semana del Libro, y ha podido hacer algunos 'bolos' con 091, pero poco más. «Con Mama Baker sacamos un EP titulado 'Almas vacías', que grabamos en 2019 y remezclamos a principios de año, pero no hemos podido presentarlo». Niños Mutantes, la banda 'conectada' con Mama Baker, empezó su gira un viernes y la terminó un sábado. Sobre el futuro, afirma que «tendremos que dar entrada a las nuevas tecnologías. No hay nada como el calor de la gente en un concierto, pero también habrá que dar la oportunidad de verlo a quien no pueda estar». Mientras esto ocurre, ha comenzado a hacer versiones 'sencillas' de clásicos basándose en los dibujos que le hacen sus hijas, compañeras de confinamiento. «No sé si tengo más pasión por la música o por la familia. Así que les estoy dedicando más tiempo a los míos, para cuando esto se arregle y no pueda», afirma.
La pintora María Teresa Martín-Vivaldi se ha tomado la pandemia como «una jubilación anticipada. Sabía desde el principio qué iba a pasar, así que he dibujado mucho, aprovechando la parte más abierta de mi casa». Así, los rosales de su terraza se han convertido en objeto de una bella serie que algún día expondrá. «Tenía una exposición pendiente, y no he dejado de tener ofertas para exponer en Granada y fuera, pero creo que no es el momento, porque no se pueden hacer planes ni a 15 días vista», afirma. Por lo demás, procura estar tranquila, pasear por el campo inmediato a casa, y tomar todas las precauciones posibles. «Lo que más me duele, además de las cifras terribles de afectados y fallecidos, es que una de mis grandes pasiones vitales, viajar y retratar los países que visito, va a tener que esperar, y quizá mucho», asegura. «Ni siquiera puedo ver el canal de televisión Viajar, porque me entristece».
Larisa Za y Antonio Leyva son los miembros de Descarriadas, una compañía que iba a estrenar su primer montaje, 'Ovejas', a finales de marzo, y que sigue sin poder hacerlo. «Con una gira preparada, nos encontramos de la noche a la mañana con todo paralizado», comentan. Han hecho una adaptación del montaje para formato audiovisual con la aplicación Zoom, pero siguen a la espera de poder hacer un estreno en un teatro, 'comme il faut'. Aseguran que «en verano hubo una cierta narcotización de la sociedad. Creíamos que todo había pasado, y no ha sido así». Mientras, luchan por su futuro en la plataforma GradaE, e imparten docencia a través de la red y presencialmente, cuando ha sido posible, a través de su proyecto La Carpintería Teatral. «Lo que nos permite el trabajo 'on line' es salir de nuestros lugares de confort y abrir otras puertas. Porque volvemos a nuestro origen: todos necesitamos vías de escape, unirnos alrededor de un fuego y como un ritual sagrado, contar historias».
Lo que el futuro depara al sector artístico granadino nadie lo sabe. Solo que 2020 será un año que, en su mayor parte, nunca existió para ellos. Unos no volverán; otros saldrán heridos, pero ninguno pierde la esperanza.
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