Arqueólogos subrayan la importancia del sarcófago romano de plomo por ser de los pocos no expoliados
En los próximos días se comenzará el análisis del continente y contenido del ataúd de plomo de la época romana hallado en el subsuelo del edificio Villamena
Aunque la previsión es que en las próximas semanas haya conclusiones de carácter más científico, las primeras constataciones respecto al sarcófago romano encontrado en el ... subsuelo del edificio de Villamena apuntan a su relevancia. Al menos esa es la percepción de Ángel Rodríguez Aguilera, el arqueólogo que ha estado encima del hallazgo desde la localización del enterramiento en diciembre de 2018 hasta el traslado al Museo Arqueológico, la ulterior apertura de la 'caja' y todo el proceso de análisis que comenzará a partir de ahora. ¿Dónde radica la importancia de este féretro? Según Ángel Rodríguez, que actuaba como profesional contratado por la compañía que convertirá este inmueble en un hotel de cinco estrellas a la vuelta de unos años, la principal singularidad es que «estamos ante una pieza que está intacta, sellada desde que se realizó la inhumación entre los siglos II y IV después de Cristo (este aspecto, la datación exacta, se sabrá próximamente)». «Lo habitual es que este tipo de sepulcros de plomo, de los que hay muy pocos en Andalucía, y en general en toda España, aparezcan en contextos de expolio», asegura Rodríguez. «Esto aporta información de enorme valor».
La cuestión es que ahora mismo, con los datos que hay encima de la mesa, todo apunta a que los restos se correspondan con los de un varón de clase social alta. Lo primero tiene que ser corroborado cuando se determine la cronología exacta con las pruebas de carbono catorce. En los próximos días Inmaculada Alemán, catedrática de Antropología Física y Forense de la Universidad de Granada, realizará un estudio antropomórfico. Respecto a lo segundo, el estatus del finado, existe bastante consenso. La sepultura está fabricada en plomo, un material que no podía pagar la plebe, que en la época romana sencillamente era enterrada con un sudario. También se tendrá que comprobar si en el relleno interior hay ajuar o algún tipo de joya. Ésta es la razón, el que haya algún tipo de tesoro 'escondido', que está detrás de las frecuentes expoliaciones en este tipo de hallazgos. De hecho, según ha podido saber este periódico, saltó la alarma una noche en las obras de Villamena. Esta circunstancia aconsejó el traslado hasta el Museo Arqueológico de Granada.
Ángel Rodríguez ha aclarado que el hecho de que el cráneo encontrado en el interior esté desplazado, que no se encuentre en su posición anatómica lógica, no se debe a un expolio, «pero sí al hecho de que se abriera la caja para hacer rituales post morten al poco tiempo de la inhumación». «El resto del esqueleto no está movido», añade. «Tenemos dudas –agrega– de que el pinzamiento en el lateral izquierdo del sarcófago, visto desde arriba, se deba a la acción de algún terremoto o algún tipo de catástrofe». Bajo su punto de vista, este pliegue, que obligó a paralizar el análisis del sarcófago hasta acometer el proceso de apertura que finalizó recientemente, fue producido por la propia presión de la tierra, por aplastamiento, «ya que el plomo es duro y resistente, pero también maleable en función de las condiciones de temperatura y humedad». Conviene recordar que este punto está muy cercano al río Darro, que antes del embovedamiento discurría por lo que hoy es la calle Reyes Católicos, por lo que conviene tener en cuenta la incidencia de posibles desbordamientos en el entorno y también los niveles freáticos.
Otros hallazgos en la zona
Y es que se ha demostrado que en torno al cauce del Darro siempre hubo una intensa actividad funeraria en las distintas civilizaciones que se asentaron en la plaza milenaria de Granada. Hay varios hallazgos que así lo atestiguan. En 1902, en la apertura de la Gran Vía –cerca de la girola de la Catedral–, se halló a ocho metros de profundidad otro sarcófago similar que fue analizado por Gómez Moreno. Nada se sabe nada respecto a su paradero. En los años 70, en la confluencia del Darro con el Genil –a la altura de la intersección de las calles Alhamar y San Antón–, se localizaron urnas de incineración íberas probablemente del siglo II antes de Cristo. A finales de los noventa también se recuperó un rico depósito de cerámica griega y vidrio fenicio y púnico asociado al ritual de un banquete fúnebre del siglo IV antes de Cristo.
El último gran hallazgo ha sido éste de Villamena, una zona que, junto al Alto Albaicín –básicamente entre el mirador de San Nicolás y San Miguel–, tienen el nivel más elevado de protección arqueológica, lo que supone que cualquier tipo de intervención, aunque se desarrolle en fincas ya construidas, conlleve la prospección previa de todo lo que hay bajo tierra. En el Albaicín estaban las ciudades íbera y romana. Villamena se encontraba extramuros, cerca de alguna de las calzadas de acceso a la ciudad donde había áreas de enterramiento y villas que en el siglo XI se convirtieron en el corazón de Granada y donde se erigió, por ejemplo, la mezquita Aljama.
El equipo
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Ángel Rodríguez Aguilera Director de la excavación.
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Inmaculada Alemán Aguilera Catedrática de Antropología Física y Forense de la UGR.
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Macarena Bustamante. Profesora titular de Arqueología de la UGR y experta en mundo romano.
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Carmen Jódar Hódar Restauradora de bienes arqueológicos.
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Julia Rodríguez Aguilera Arqueóloga.
En este caso, en Villamena, se realizaron tres sondeos que cubrieron toda la parcela. La tumba se detectó en los primeros días, en diciembre de 2018, pero no se excavó hasta el final, en junio de 2019. Desde el primer momento no había dudas de lo que era por la cobertura característica de losas de barro y piedra arenisca. Pero la sorpresa fue cuando se empezó a excavar. El sarcófago estaba a cuatro metros de profundidad respecto a la rasante de la calle Villamena, en una fosa flanqueada por planchas de hierro colocadas para contener el talud. Tiene una longitud de dos metros, y una anchura máxima de 0,55 metros (cabeza y hombros) y mínima de 0,35 metros (pies). Pesa entre 300 y 350 kilogramos. Este volumen obligó a extremar la precaución tanto en el momento de la extracción como cuando se produjo el transporte y la manipulación para la apertura, que se llevó a cabo el 4 de julio. Toda la operativa se ha efectuado de forma exitosa y sin que el ataúd.
Pruebas de laboratorio para despejar las grandes incógnitas
Una vez finalizado el proceso previo de preparación del sarcófago, ahora llega el momento de la realización de un estudio pormenorizado del continente y del contenido. Siempre que las muestras lo permitan, se llevarán a cabo una serie de pruebas que correrán por cuenta de la Junta de Andalucía –la excavación ha sido asumida económicamente por el equipo de expertos–. Concretamente se acometerán análisis de isótopos de plomo para determinar la procedencia y las características del material empleado. También se aplicará la técnica del carbono catorce para fechar científicamente toda la cronología y, si procede, se realizará un análisis de parasitología tomando muestras de tierra de la zona del cráneo y la pelvis.
Además se empleará la microscopia óptica de barrido por si hubiera elementos perecederos, susceptibles de ser conservados, teniendo en cuenta la sedimentación del entorno. Fundamentalmente textiles (ropaje) y piel (zapatos). Si hubiera depósitos que contuvieran algún tipo de restos, se haría una arqueometría de pastas y análisis de residuos. Además, se hará un detallado estudio del individuo inhumado para obtener toda la información de su perfil biológico.
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