Andrés Monteagudo y la mirada indiscreta de José Guerrero
El museo granadino culmina temporada con una nueva edición del programa 'La colección del centro vista por los artistas'
PABLO RODRÍGUEZ
Jueves, 5 de julio 2018, 01:54
GRANADA. El arte es cosa de intrusos. Velázquez lo anticipó como nadie en Las Meninas y también el holandés Gabriel Metsu, en uno de los ... lienzos más famosos de su producción. El propio José Guerrero ha sido intruso, en este caso por voluntad ajena: uno de sus cuadros presidía hasta hace unas semanas el Consejo de Ministros, la sala más secreta por ley de cuantas salas hay en el país.
Rindiendo homenaje a esa característica del arte, Andrés Monteagudo se introduce en un Centro Guerrero que conoce bien -además de su trabajo como creador, ha sido montador de muchas de las exposiciones que han pasado por el museo en los últimos tiempos- para dar una vuelta de tuerca a la obra del genio granadino a través de 'Intrusos'. La muestra, presentada a los medios de comunicación ayer e inaugurada al público hoy, se compone por 25 esculturas creadas 'ad hoc', esto es, para ser mostradas en el propio espacio del museo y una serie de autorretratos que rinde homenaje al mítico trabajo de Guerrero que estos días se expone en la planta más alta del centro.
La exposición, que llega al centro a través del programa 'La colección del centro vista por los artistas', tiene también un carácter audiovisual que se erige a través de cuatro piezas visuales que se pueden contemplar en diferentes puntos del Centro Guerrero y que están en línea con el carácter «animal» e «intruso» del arte.
Monteagudo, intruso en la casa de Guerrero, crea a partir de su búsqueda de refugio. Lo hace en un proceso de huida de sí mismo y de la realidad que lo rodea buscando «la verticalidad y la horizontalidad de la arquitectura», escondiéndose y haciéndose en grietas y fisuras donde convive con otros seres, imaginarios o no, en los que se inspira.
Es su trabajo, como él mismo destacó ayer, «un proceso de reflexión para que el espectador analice la realidad desde otro punto de vista» y lo hace mediante series fotográficas, esculturas alucinadas que surgen de improviso de las esquinas del Guerrero o de ojos marcados en los objetos que siguen la mirada del espectador. Bebe este esfuerzo de una concepción de la arquitectura como «refugio y escondite» y de una idea del arte que expresa «de manera inefable, expresándome con los sentimientos».
Así, en esta huida, Monteagudo se esconde en unas grietas que encuentra también en el arte, «hijas del tiempo y de los propios materiales» y en los que convive con otros seres que contemplan desde la distancia, sin intervenir casi, en la intimidad de todos.
Para la creación de estas piezas, Monteagudo ha seguido un proceso similar al de esos seres de los que habla. El artista ha pasado por diferentes lugares en los que trabajó Guerrero, observando sus espacios, la intimidad que le sugieren y fotografiando lienzo y espacios para crear a partir de ellos. Se contempla especialmente en la serie de autorretratos localizada en la planta superior del museo. Allí, junto a la pieza del granadino que homenajea, Monteagudo se transmuta en Guerrero y se convierte en un intruso que usa las mismas herramientas y el mismo lenguaje.
«De Guerrero, con el que tengo la única similitud de que ambos somos granadinos, me interesa su pintura», aseguró Monteagudo. «Lo he estudiado en profundidad, he reflexionado sobre su obra y creo que es un personaje esencial en el arte granadino, andaluz y español».
La muestra, la última de la temporada y que se podrá contemplar en el Centro Guerrero hasta el 23 de septiembre, es el eje también de un catálogo que será publicado a finales de julio. En él, críticos y creadores aportan su visión de la obra de Monteagudo y Guerrero en una publicación que contará, como piezas más relevantes, un poema del último Premio Andalucía de la Crítica de Poesía, Antonio Praena, y un relato del escritor Daniel Jándula.
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