Vaya par de colegas

Andoni Ferreño y Agustín Bravo son dos buenos actores que dan vida a sendos hombres maduritos, tiernos pero creidillos y tan locuaces como imprevisibles. Ambos algo raritos y con las neuronas justas. Uno tiene que alquilarle la mitad de su piso al otro, que es pintor y acaba de separarse de la mujer a la que sigue amando. Sobre esta tarlatana ingenua y amable se va urdiendo una comedia con todos los ardides clásicos del género. Sorpresas bien secuenciadas. Guiños al absurdo que siempre funcionan: se puede ser forofo del Real Madrid y llevar un karaoke de bolsillo en la mochila. Humor blanco y blando, sin una palabrota soez ni una salida de tono. Chistes sobre vascos y otros tópicos de efecto seguro. Un ardite de exageración, esencial para la risa. Imprescindible el teléfono, como en toda comedia de escasos actores, pero sin excederse en su uso y concediéndole el protagonismo de la sorpresa final. A destacar la habilidad de Andoni para desdoblar personajes y casi hacernos creer que ellos dos en realidad son tres.

En fin, un rato de teatro sencillo y clásico, de ese que dibuja una sonrisa en la cara de los espectadores y ahí les queda unos minutos, tras haber atravesado la puerta de salida de la sala. Antídoto para la cuesta abajo de los fines de semana.

Me viene a la memoria una novela de Isabel Coixet, que si bueno es su texto, mejor su título: 'Alguien debería prohibir los domingos por la tarde'. Claro que la depresión véspero dominical siempre será menor si, en un teatro cercano, ponen una comedia con un par de gamberretes haciéndonos reír, con ingenio y campechanía.