La Traviata vino desde Zaragoza

El crítico nunca tendrá claro si apoyar estas representaciones en tono muy menor de lo mayor de nuestra cultura o desdeñar su remedo, escogiendo sólo la grandeza que merecen las obras maestras. Pero claro, resulta que estamos en Granada, que aquí no hay teatro de la ópera ni se le espera. Que la parcela destinada a uno ya está entremetida en otros planes urbanísticos de evidente grisura. Que, a nuestra ciudad, nunca llega una ópera montada con las adecuadas dotes de modernidad escénica, presupuesto adecuado y calidad internacional. Y hemos de conformarnos ¿hasta cuándo? con lo que se hace, por ejemplo, en Zaragoza.

Una voz granadina queda incrustada en el elenco maño. Él, que ha mejorado mucho desde su rodamiento junto a Ruzafa, salva de la catástrofe el segundo acto, lo mejor de la noche, en lo que a voces masculinas se refiere. Violetta es la que casi nos hace olvidar la mediocridad a su alrededor. Tiene una voz preciosa, bien situada adelante sin que se le agarren las notas graves en el paladar, no abusa del vibrato y sorprende con agrado su uso de la boca entornada. Veinte cantantes, nada actores, en un escenario paupérrimo que lo mismo es un salón de París que una finca campestre. Y 18 músicos en la orquestina que se devanan por no destrozar la música del compositor de Busetto.

Desde mi butaca, yo tarareo esos pegadizos pasajes de la música verdiana. Es tarde de sábado y no tengo nada mejor que hacer, porque la cultura en Granada también se fue de puente. Una función como de aficionados, con algún que otro destello de lejana calidad, y poco más. Espero que a ningún politiquillo, de sonrisa forzada en la foto, se le ocurra contabilizar esta 'función de ópera' como blasón con el que obtener la capitalidad cultural para Granada. Se van a desternillar de la risa.