Taconeo, ritmo y buen humor
Andrés Molinari
Lunes, 6 de mayo 2024, 12:08
Ya iba siendo hora de que el buen humor tiñese de verdad y lozanía la danza contemporánea. Ahítos estamos de posturas hueras, impostaciones pretenciosas y ... naderías de la presunción. El teatro Isabel la Católica, tan reacio a las moderneces, también está cambiando, al trasegar su programación a gestoras paisanas. Con una buena entrada, a pesar de que la tarde invitaba a la resaca del día de la cruz, su patio de butacas sintió un viento popa que empujaba, desde atrás, a tres bailarines de la compañía Ana Vílchez. Tras subir al escenario todo presagiaba un hartazgo más de flamenco, de cuyo arte no debo opinar.
Pero no. IloCuo es un espectáculo fresco y lleno de humor, lo que ya es marchamo de su madurez y desdén hacia el engreimiento. El texto en off, no del todo bien pronunciado, también nos engañó al principio, haciéndonos creer que sería un nuevo poema sin rima de los que sobreabundan sin desmayo. Y además poner texto a la danza parecía jactancioso. Sin embrago conforme se sucedían las coreografías descubrimos en él una retranca admirable, una crítica a las terapias sin resultado. Luego unos cuerpos libérrimos trabajados con ahínco, unas ideas de baile de frondosa amenidad y una sencillez de atuendo culminada en dos trenzas femeninas al aire y un moaré cubriendo el torso masculino.
Mucho uso de los brazos, poco del suelo, a pesar de que los tres cuerpos culminan derramados sobre el taconeado linóleo. Preciosas las seguidillas con aire de sevillanas, jocundo el dúo de los abanicos, emotivo el momento de la Llorona. Pero si buenos son los bailarines, qué decir de la música escogida: un violín hecho furia de cuatro cuerdas, un chelo en la lejanía, un inevitable cajón para que suenen los zapatos de lunares. Flamenco, sí. Pero mucho más. Y eso es lo bueno, que sobre el tópico que nutre y abre postigos, se ministran ingenio y salero, a los que nunca nuestro teatro debe cerrarle sus puertas.
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