Boabdil en el Isabel
Andrés Molinari
Martes, 8 de octubre 2024, 11:16
La suerte es una noria. Gira incansable siguiendo el curso de los días, sus canjilones van vaciando nuestras vidas, pero de vez en cuando unas ... gotas de su gracia salpican la casualidad con cierta gracia que alegra la monotonía del tiempo. Un monólogo de Boabdil lo imaginaríamos siempre en la Alhambra, pero el domingo por la tarde, lo escuchamos en el escenario del teatro Isabel la Católica. El azar con que gira la noria hizo que el nombre de la reina castellana y la voz rediviva del sultán granadino coincidiesen, mientras el otoño sigue renuente y aún lejano de aquel enero en el que la historia nos dice que ambos coincidieron, seguramente, junto a la rábita del Genil.
La teatralidad del Zogoibi es manifiesta, el número de dramas y comedias que ha protagonizado es apabullante. Pero la figura de este Muhammad XII o XI (que la noria no sabe en cual detenerse), parece tener siempre algo que decir todavía. Así lo ha entendido el actor granadino Jesús García Amezcua, en cuyo monólogo 'Boabdil, el último rey', conviven remembranzas predecibles, dado lo muy aireado de su leyenda, con cavilaciones de atinada originalidad. De la Puerta de la Justicia hacia adentro, una familia taraceada por la ambición, los errores y las desgracias: su padre Muley Hacen, su tío el Zagal, su madre, su esposa… De Puerta Elvira hacia afuera, Isabel y Fernando avasallando, la caída que acecha, la noria que destrona reyes y los lanza al África sedienta.
Larga ovación del teatro totalmente lleno para un actor solo en escena. Las bambalinas rojas y verdes banderan la ciudad, las luces a veces no aciertan con su rostro, los objetos menudean: servicio de té, velas encendidas, un ajedrez al que nadie juega… Boabdil pasea su furia y su reflexión entre amugas y mesita hexagonal. Jesús domina la estatuaria proyectando sus expresivas manos al interlocutor invisible o al cielo enmudecido, pero su voz es llana e incluso demasiado familiar, ajena a almidones de logopeda o pronunciaciones arábigas o alambicadas. Un silencio inaudito durante hora y media para un actor rotundo, capaz de escribir y describir lo hombre grande que fue el rey chico.
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