Aquiles, las estrellas y yo
Andrés Molinari
Domingo, 19 de enero 2025, 17:08
Cuando ojeo a un autor que se ampara en un clásico para ser estrella, yo me echo a titilar. Porque suele ocurrir que el texto ... que busca aval y cobijo en un título inmortal, jamás lo será. Cómo me ha decepcionado el texto 'En mitad de tanto fuego' de Alberto Conejero, guarecido bajo los personajes de 'La Ilíada', de Homero. Su brevedad, en el escenario del teatro Alhambra, fue la única compensación a su plúmbeo alarde de prosa poética, a la reiteración deslavazada de personajes homéricos entre la queja y el reproche, al dispendio de tópicos sobre la muerte y el amor, sin coherencia ni cochura.
La fragmentación, que es un recurso narrativo del que abusan no pocos autores nuevos, pretendiendo ser clásicos, suele malograr tanto el resultado de su estrella que la convierte en algo tan desbaratado que parece que se hubiese estrellado. Los astros también menudean en este anhelante monólogo de Patroclo, y asoman su oportunidad poética entre nombres subrayados por su antigüedad troyana.
Toda la flota griega, ahíta de citas homéricas y de otras alusiones, habría naufragado en la noche teatral, si no hubiese sido por la esforzada y solícita actuación de Rubén de Eguía. Un actor entregado hasta la lágrima y el moqueo. Con su pelo recogido atrás, como en la escultura ática, su camiseta color charco y sus vaqueros discretos para emular la armadura de Aquiles con la que se vistió su amante Patroclo para dispendiar entonces muerte y ahora palabras. Voz bien timbrada, manos como aves de cinco alas, mirada como dardos lanzados por el mejor arquero.
Ante la fragmentación sin sentido, de la que Conejero y el director Alberti abusan en este montaje, yo prefiero los diminutos fragmentos de hermosa luz que nos ofrece un cielo estrellado. Noche mediterránea que tanto se parece a aquellas veladas frías y pretéritas, cuando los griegos desembolsaron paciencia de años frente a las murallas de Troya. Ante las palabras que se estrellan sin sentido sobre al fondo negro del escenario, abusando de la paciencia del respetable, mejor evocar las veraces estrellas, a las que el hombre busca sintaxis desde mucho antes de que en Troya se inventase la palabra guerra.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión