Un andamio de 56 metros de altura 'forrará' la torre de la Catedral de Granada
Comienzan los trabajos previos de montaje de la estructura para la restauración de la fachada, a expensas de que el Ayuntamiento conceda la licencia de obra
La torre de la Catedral de Granada cambiará sensiblemente su aspecto en los próximos meses. Un andamio de 56 metros de altura forrará por completo ... la atalaya, unas trescientas toneladas de hierro, estiman desde la empresa Andamios Colma. «Nuestro equipo -ha señalado David Blanco, uno de los responsables- ya está trabajando en los trabajos previos al montaje, una tarea que se prolongará durante las próximas tres semanas». A partir de ese momento se comenzará a levantar un imponente armazón desde el que restauradores y técnicos abordarán la rehabilitación de todo el campanario, desde la base hasta la cornisa superior -los 56 metros referidos más arriba-. «Es imposible saber por ahora cuántos elementos precisaremos, pero serán decenas de miles», ha asegurado.
El inicio de las obras está pendiente de que el Ayuntamiento de Granada conceda la licencia, el último paso de un proceso que se inició en 2017, cuando los arquitectos Pedro Salmerón y Diego Garzón ultimaron el proyecto. Quinientos años después de su construcción, los elementos pétreos de esta joya del patrimonio granadino están tocados. Tanto es así que, a raíz de las inspecciones previas a la Semana Santa, se apreció incluso riesgo de desprendimiento, por lo que el Obispado optó por la colocación de una estructura para que los viandantes pudieran transitar con protección por la calle Cárcel Baja. Con las procesiones pasan por este punto miles y miles de personas.
Colma tiene una dilatada experiencia de instalación de andamios en momumentos como la Mezquita de Córdoba, la Catedral de Málaga o la Alhambra de Granada. Su plantilla está formada básicamente por personal especializado «y en constante formación». «Precisaremos unas tres semanas para realizar todos los estudios y el diseño de la armadura en función de los planos de la Catedral», ha apuntado esta mañana David Blanco.
Han pasado ya quinientos años desde aquel momento histórico en que Antonio de Rojas Manrique, arzobispo de Granada y patriarca de las Indias Occidentales, colocaba la primera piedra de la Catedral de Granada con toda la solemnidad. Cinco siglos en los que el templo diseñado por Diego de Siloé ha aguantado, con vigor, los embates de los elementos. A pesar de ello, la acción del clima, los terremotos y la contaminación atmosférica sí que están pasando factura al monumento, que requiere de un programa de inversiones que garantice su perfecto estado de salud en el largo y sobre todo en el larguísimo plazo. Esta primera tendrá un coste de unos 2,5 millones de euros, según dijo Pedro Salmerón.
No será el único cambio sustancial. Se eliminará la cubierta inclinada, que no ha parado de dar problemas, para habilitar un mirador con capacidad para grupos de veinte personas que permitirá una visión de 360 grados de toda la ciudad. Lógicamente, aún no se sabe nada de cómo será el régimen de acceso. Culminará, de esta forma, una actuación que ya se planteó en 2004, que entonces contaba con todas las bendiciones de las administraciones, que se metió en el cajón debido a la crisis de 2008 y que se tuvo que actualizar hace seis años para resolver nuevas contingencias.
La Catedral de Granada, dedicada a la Encarnación del Señor, está realizada fundamentalmente con cinco tipos de roca, todas extraídas de canteras del entorno de Granada, cuya composición y comportamiento ante los agentes meteorológicos, por ejemplo, son determinantes para la aparición de ciertas patologías.
Newsletter
Lo que más prevalece es la calcarenita de Santa Pudia, en Escúzar –está presente en el ochenta por ciento de la piedra vista–. También hay piedra de Sierra Elvira en portadas, cornisas y zócalos, básicamente; travertino de Alfacar, que se empleó en los tramos ocultos de batalla; y mármol blanco de Macael para los pavimentos. Encontramos, además, serpentina de Sierra Nevada para elementos ornamentales como los tabernáculos.
Los principales males de la Catedral
Son varios los males que acechan a la Catedral de Granada que deben ser atajados para frenar el deterioro que conlleva el inexorable paso del tiempo. El arquitecto Pedro Salmerón comenta que la calcarenita de Santa Pudia es bella y tiene una característica tonalidad áurea, pero es muy porosa. Las grandes diferencias de temperatura entre el verano y el invierno y entre el día y la noche –en algunas jornadas la oscilación térmica en Granada supera los veinte grados– tienen un gran impacto, al igual que los ciclos de lluvias. La roca se humecta y pierde cohesión. La consecuencia directa de ello es lo que se conoce como 'arenización'.
Otro fenómeno que se puede observar dando un paseo y observando con un poco de atención es el desplacado, que supone la caída de pequeñas láminas. También se está produciendo alveolización. Es decir, deterioros en forma de aparición de pequeñas bolsas como consecuencia de la falta de uniformidad del mineral. Y también son habituales las colonizaciones por seres vivos como líquenes, una capa verde que frecuentemente esconde fisuras. A todo ello hay que añadir las eflorescencias. O sea, concentraciones de sales que se generan por la cercanía de revestimientos que tienen algunos yesos –de ahí que esos recubrimientos se hagan hoy día, cuando es necesario, con cal–.
Los terremotos también hacen mella. Especialmente en los elementos situados a mayor altura y que son más esbeltos. Con motivo del enjambre sísmico de hace tres años y los temblores con intensidad superior a cuatro, se hizo imprescindible el desmontaje de los pináculos más afectados –en los menos valió con un reforzamiento–.La intención en un futuro es volver a situarlos para que la Catedral tenga su imagen primigenia.
Aunque una de las principales amenazas de la Catedral y de buena parte del patrimonio de Granada es la porquería que sale de los tubos de escape de los coches y que termina impregnándolo todo –además de ser factor coadyuvante en el agravamiento y la aparición de enfermedades en los seres humanos y los animales–. Eduardo Sebastián, profesor emérito del Departamento de Mineralogía y Petrología de la Universidad de Granada, ha realizado interesantes estudios sobre la relación entre la circulación en la Gran Vía y la Catedral. La investigación evidencia esa asociación directa entre los depósitos de azufre y el incremento de la toxicidad por los combustibles fósiles en los flancos más expuestos, los que dan a la Gran Vía y en general a las calles donde se registra un incesante trasiego de coches, motos y furgonetas.
Ese tono grisáceo, causado por la adherencia de todo el polvo en suspensión, está más o menos mitigado en función de la orientación de la Catedral y la exposición al sol y las corrientes de aire. Esto lo puede comprobar usted mismo con mucha facilidad. Sitúese en la plaza de las Pasiegas, levante la vista y apreciará que hasta la cornisa del primer cuerpo –que coincide con los tejados de los edificios aledaños– se ve esa pigmentación aplomada frente a esos marrones vivos que, por momentos, parecen oro de las partes más altas. ¿Por qué? Pues básicamente porque por arriba corre más el viento e incide más directamente la luz solar. Esto favorece el secado cuando hay lluvia y evita la degradación que genera el agua. De ahí la diferencia de aspecto con los flancos orientados hacia el Norte, como la calle Cárcel Baja o la plaza Diego de Siloé.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión