La Academia de Buenas Letras otorga a Manuel Titos el Premio Francisco Izquierdo
El paduleño José Antonio Cordón, profesor de la Universidad de Salamanca, ingresa en la institución como académico correspondiente
El acto de inicio del curso de la Academia de Buenas Letras de Granada se desarrolló en la tarde de ayer en el Paraninfo de ... la Facultad de Derecho. Durante este, el catedrático y escritor Manuel Titos recibió el Premio Francisco Izquierdo en reconocimiento de su actividad literaria, y el profesor paduleño José Antonio Cordón, quien desarrolla su labor en la Universidad de Salamanca, ingresó como académico correspondiente, tras pronunciar un brillante discurso en torno a los paratextos, todos los elementos que rodean al libro en sí.
«La vida de muchos libros comienza en un estante», afirmó Cordón durante su discurso. «No en la página 1, sino en el impulso de leer, en el gesto que antecede a su apertura». Habló de la importancia de leer en una época en que todo está en venta, en que una portada, o una faja que atestigua el milenario número de las ventas puede llegar a ser un potente atractor. «La cubierta opera como un primer acto de lectura no verbal, pero no por ello menos elocuente. Un artefacto que condiciona el acto de leer», dijo. El título no es algo accesorio, es una clave para abordarlo. Una promesa que cifra las claves de su disfrute, pues. Y la imagen que aparece en la portada puede provocar deseo, desconcierto o inquietud. En términos de semiótica visual, otro código de entrada. «La imagen de la cubierta genera un universo», afirmó. Cordón repasó también la importancia de la contracubierta, que fue objeto callado de trabajo por parte de autores como Gómez de la Serna, quien se autodefinió en su momento como «solapista» de la Editorial Austral. Y recordó que las contracubiertas de Sciascia, Italo Calvino, Javier Marías, Andrés Trapiello o Vila-Matas han pasado a la historia. «No son literatura, pero deciden cómo será leída la literatura», afirmó el profesor granadino.
Después de dedicar tiempo al exterior, el lector entra en el interior de una actividad que deja rastros que no desaparecen, como dice la neurociencia contradiciendo a Montaigne. «La lectura no es un acto pasajero, sino una transfiguración: una forma de reescritura del yo a través de los otros», definió el nuevo académico. «Cada libro leído se convierte en una voz más en el coro interno del lector, y todo lector, como Kien o como Alonso Quijano, es finalmente el producto de esa polifonía inextinguible». También habló el profesor sobre el papel de las redes sociales en la lectura, y dijo que no han abolido el paratexto, pero lo han convertido en ubicuo, efímero, hipervisible y multiautoral. Concluyó haciendo un diagnóstico del oficio de escritor en la actualidad. «Escribir no es siempre trazar. A veces, es sobrevivir. A veces, es dictar en el umbral de la conciencia, como lo hizo Hanif Kureishi tras su accidente. Su palabra, desposeída de materia, reaparecía en el borde: el margen tecnológico donde el libro ya no es página, sino tránsito».
Fernando de Villena, en su discurso de contestación, definió a Cordón como «un lector apasionado», que ha sabido convertir toda su existencia en un culto reverencial a los libros y fruto de ello son sus obras. Villena repasó detalles biográficos del nuevo académico, y su encuentro en torno a la Biblioteca del Salón, «que en aquel momento nos parecía un palacio encantado».
Emigrante a la fuerza
Del mismo modo, el escritor también destacó la condición de José Antonio Cordón de emigrante a la fuerza. «Granada es una ciudad que deja escapar a sus hijos más brillantes o los condena al silencio», señaló. Habló de su dedicación a desentrañar las claves de bestsellers como Harry Potter y sus estrategias de venta, y su profunda capacidad de análisis del fenómeno editorial en su conjunto.
Como curiosidad, Cordón recordó cómo, hace medio siglo, asistió al acto de la defensa de la tesis doctoral de Manuel Titos, quien luego sería su profesor. La última parte del acto fue, precisamente, la entrega del vigésimo primer Premio Francisco Izquierdo, en memoria del que fuera el mejor, más fino y más humorístico a veces analista de la realidad granadina. El galardón se entregó a su más reciente publicación, la cual reúne los poemas sobre Sierra Nevada escritos durante el último milenio. Tras recoger el Premio, Titos agradeció la distinción y a quienes le propusieron para obtenerla. Luego, repasó su afición a la montaña, y cómo esta acabó contagiando su labor como investigador. Una veintena de libros avalan esta pasión que une letras y paisaje. «El paisaje sin historia, es cosa vacía», dijo, citando a Falla. Tras reunir escritos variados en torno al macizo, reparó en la importancia de reflejar cómo los poetas habían sentido, vivido y amado a las montañas que nos rodean. Partiendo de las antologías previas de Enrique Morón y Antonio Gallego Morell, y otras parciales de autores como el propio Fernando de Villena, Remedios Sánchez, y buscando hasta en el último programa de fiestas donde se emboscan a veces los versos, trabajó durante dos años en una de las obras que, sin ser suya, más esfuerzo le ha requerido, y más satisfacciones le ha proporcionado, según dijo. La penúltima, el Premio Francisco Izquierdo –a quien conoció, con quien colaboró y a quien quiso, dijo– que recibió anoche.
El acto lo cerró el presidente de la Academia, José Antonio López Nevot, en un discurso en el que destacó las virtudes tanto del nuevo académico como del premiado, y donde habló de la importancia de la lectura y las sensaciones que han provocado cubiertas y contraportadas de los libros. El de anoche fue un acto tanto de letras como de imágenes, de sensaciones y de disfrute.
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