Los grandes decanos del Corpus de Granada
Los caseteros más veteranos celebran una nueva feria rodeados de amigos y teniendo en el recuerdo a los que ya no están
El Corpus Christi de Granada es sinónimo de familia. Concretamente, aquella que llena el recinto de casetas, farolillos y tablaos una semana al año. Sus ... protagonistas vienen de lejos, con muchas ferias en lo alto. Hay muchas instantáneas imborrables del blanco y negro, pero ningunas como las de Viva la Pepa, La Ruiseñora y Los 17, auténticas instituciones por su solera e historia, y decanas con más de medio siglo de vida.
La fiesta era otra entonces, no así el espíritu de pasarlo bien entre amigos y gente buena. Así lo escenifican los caseteros más veteranos de estas casetas, que se reencuentran cada año al principio de la calle Zambra. Antonio González ejerce casi de patriarca pese a que no es el mayor. Con 72 años, presume orgulloso de 'su' Viva la Pepa. La caseta, con la condición oficial de decana, alegra la feria granadina desde 1962.
«Llevo más de media vida en el Corpus. Unos 44 años, más o menos. Ya no me acuerdo», espeta ante IDEAL. Después de tantos capítulos feriantes -y juergas- resulta lógico y normal que baile la fecha exacta. Lo que se mantiene intacto es el recuerdo de la mejor semana del año. «Para nosotros es nuestra vida. Yo entré como socio a raíz de la mudanza a Almanjáyar. Había un cupo único de 33 miembros, pero mis amigos me metieron el veneno. En cuanto se produjo una baja, ni me lo pensé. He sido hasta presidente de la Pepa», revela.
Antonio brinda y ríe, como sus compañeros de Los 17. En 1973, 20 valientes aprovecharon la plaza que dejó vacante la extinta Las Maravillas en el Corpus del Paseo del Salón. Fallaron tres de última hora, por lo que todo recayó en los otros 17. Bingo. «La tradición venía de mis padres, que eran caseteros. Yo me reunía siempre con mis amigos en el antiguo mesón Las Murallas de la capital y un día nos reunimos para fundar la peña. Hoy somos más de 60. Todo ha cambiado una barbaridad», informa Eduardo Martín, uno de los socios fundadores con 74 años.
En la actualidad quedan cuatro de aquellos 17: Tote, Alfonso, Manet y el propio Eduardo, unos conocedores inmejorables de aquella Granada y de aquel Corpus, el cual no echan mucho de menos. «El cambio a Almanjáyar fue traumático al principio por la zona, que no era demasiado popular. Pero con el tiempo nos hemos dado cuenta de que estamos mucho mejor aquí. En el Salón había muy poco espacio, estábamos todos 'arrejuntados', sin desagües... Las condiciones ahora han mejorado mucho», reconoce.
Zipi y Zape
Los cuatro de Los 17 se funden en un abrazo con Antonio mientras festejan la llegada de José Delgado y Eduardo Valero. «¡Estos son los más jóvenes de entre los viejos!», bromean sobre los responsables de La Ruiseñora, que no peinan demasiadas canas de momento. Eso sí, rozan la treintena como socios. «Estamos aquí desde que nacimos prácticamente. Nuestros padres nos traían a la feria desde muy pequeños. Recuerdo que nos quedábamos fritos en estas sillas, pero no faltábamos», afirman al unísono.
Con varias décadas menos encima que sus maestros, José y Edu, Edu y José, parecen familia. Ambos se complementan en cada frase, completando el mensaje del otro. También se pican y se buscan la guardia baja, aunque con más complicidad que ganas de hacer daño. En Corpus no está permitido. «Nos dicen el Zipi y el Zape del ferial. Es mi mejor amigo, pero yo no de él», le pincha Edu.
«Nada de eso. Nuestro sentimiento es como el de los cofrades, hermanos durante una semana al año. Aquí nos reunimos con gente que luego no vemos mucho durante el año, pero en el Corpus los quieres de una manera muy íntima», responde José. «En el futuro nuestras hijas serán las presidentas. Eso es lo bonito de la feria, que tiene un arraigo familiar muy fuerte. Ellas cogerán el testigo, pero nosotros seguiremos hasta el final. Nos tendrán que enterrar bajo el albero», sentencia el primero.
Junto a ellos, otra institución entre los 'ruiseñores' como Ángel Contreras Luzón. Con 53 años de socio, pasó por la antigua caseta del Compadre, también por La Rebotica en su etapa universitaria. Muchos años con sabor a un Corpus diferente. «Estaba en el Centro y podía acudir más gente en cuanto acababan de trabajar. Ahora la instalación es mejor, pero los que no pueden moverse mucho ya no vienen. Algunos no pueden comer, ni beber tampoco. Al final se echa de menos a mucha gente que no está con nosotros. Pero la familia sigue adelante», reflexiona. Un brindis por toda ella.
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