Después de los cribados, Almería
Juanma Moreno abordará el debate del estado de la comunidad en sumomento más difícil de la legislatura y con las elecciones ya en el horizonte
El Parlamento de Andalucía celebrará los próximos jueves y viernes el debate sobre el estado de la comunidad y el primer vaticinio es que esperan ... dos días de bronca monumental. El presidente de la Junta, Juanma Moreno, ya había adelantado días atrás que antes de fin de año tendría lugar este debate, pero el anuncio sobre las fechas concretas se produjo el día siguiente de la detención en Almería del presidente de la Diputación y de otros destacados dirigentes del Partido Popular. No puede decirse que Juanma Moreno haya creído que hubiera una manera más adecuada de afrontar este crisis política que dando la cara.
La misma actitud con la que encaró la crisis de los cribados es la que ha tomado frente a esta situación, pero son dos asuntos graves demasiado seguidos que seguramente ya hacen preguntarse en las filas del PP cuál será el próximo y que presagian un camino hacia las urnas que se puede hacer demasiado largo.
Lo que ha sucedido en la Diputación de Almería no es un problema menor para el Partido Popular de Andalucía. En primer lugar, porque el escándalo tiene lugar en el mayor bastión electoral popular y, también, porque aún sin entrar en comparaciones imposibles, el PSOE tiene ya con qué responder a los ataques contra Sánchez por su responsabilidad en los múltiples casos que proliferan en su entorno y que inevitablemente lo salpican.
El argumento de que el PP de Andalucía ha reaccionado rápida e implacablemente a las detenciones es, al menos, cuestionable si se tiene en cuenta que se trata de un caso que se arrastra desde hace años. A estas alturas Juanma Moreno debe de haber concluido que no hizo bien en dejar que fuera el otrora poderosísimo líder del PP de Almería, Gabriel Amat, quien timoneara su propia sucesión en la provincia en lugar de promover él, desde la presidencia del PP andaluz y con toda la legitimidad de su liderazgo, una limpia que resultaba imprescindible, tal y como ha quedado en evidencia.
Seguramente, el episodio de Almería evitará que el debate sobre el estado de la comunidad se convierta en una nueva sesión monográfica sobre sanidad, como sucedió con el debate inicial sobre la Ley de Presupuestos, pero no que, tal y como viene sucediendo desde hace ya demasiado tiempo, se escriba un nuevo episodio de acusaciones cruzadas, salidas de tono y el repetido recurso a defenderse atacando, porque siempre el adversario tiene algún muerto en el armario al que recurrir.
¿A quién defiende Amama?
La asociación que representa (o intenta hacerlo) a las mujeres enfermas de cáncer de mama ha quedado en evidencia esta semana al negarse a entregar los datos que dice tener en su poder sobre pacientes perjudicadas por los graves fallos detectados en el programa de cribado.
Después de haber proclamado durante semanas que la cifra ofrecida por la Junta sobre el número de afectadas no se ajustaba a la realidad y de asegurar que el alcance de problema había sido mucho más grave, su presidenta reconoció finalmente que las 4.000 afectadas a las que se había referido eran en realidad 4.000 consultas recibidas en la asociación. Sin embargo, dejando en evidencia sus motivaciones, exclamó: «De la cifra de 4.000 no me bajo».
La asociación también asegura tener constancia de que 260 afectadas por el problema desarrollaron la enfermedad y que tres de estas personas han muerto, pero se niega a dar los detalles a la Junta para que la información pueda ser contrastada e incluso que se dé atención médica a esas pacientes.
A estas alturas, y después de haberse reunido a regañadientes con el consejero de Sanidad, ya resulta evidente que la intención de la asociación no es solucionar el problema –que es de por sí gravísimo sin necesidad de recurrir a exageraciones y mucho menos de inventarse cifras o de hacer acusaciones que menoscaban la credibilidad sobre un programa que salva vidas– sino de mantenerse en el candelero. Someterse a estrategias ajenas siempre tiene sus riesgos. Enamorarse de las cámaras y de los micrófonos, también.
Candidato en la izquierda
Lo que algunos llaman peyorativa y equivocadamente 'extrema izquierda' y otros, de manera esquemática, 'espacio a la izquierda del PSOE' ha tomado una decisión: presentar a Antonio Maíllo como candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía.
Habrá quien considere arriesgada esta decisión, ya que Maíllo es el líder federal de Izquierda Unida y deberá realizar ambas funciones al mismo tiempo, pero la situación de ese espacio es tan preocupante que no podía darse el lujo de prescindir de su mejor candidato posible.
Maíllo es uno de los pocos dirigentes andaluces, y posiblemente también españoles, sobre quien personas de todo el arco político, incluso quienes están en sus antípodas ideológicas, coinciden en caracterizar como un líder solvente, riguroso, formado y responsable. También es buena persona, aunque no está claro que esa característica sea recomendable en política, y sobre todo en la política de estos días, ya que supone dar demasiada ventaja a los rivales.
Su principal problema como dirigente político es que a veces parecen ser más quienes lo aprecian y le desean lo mejor que quienes llegado el momento estarían dispuestos a meter en la urna una papeleta con su nombre. En todo caso, en un momento en el que el debate político está dominado por las exageraciones, las hipérboles, la falta de rigor, las intervenciones que no pocas veces producen vergüenza ajena y la proliferación de parlamentarios que parecen tener dificultades para leer lo que le han preparado, el retorno de Maíllo a la política andaluza se presenta como un bálsamo.
Este regreso se produce tras superar un cáncer que casi lo manda para el otro barrio y que ha hecho que él mismo se defina a sí mismo como un producto de la sanidad pública andaluza, a la que le debe la vida.
Habrá que ver cómo hace ahora para compatibilizar esa doble función –federal y autonómica–, aunque su principal problema no será ese, sino revitalizar un sector electoral que además de estar demoscópicamente en horas bajas va camino de acudir a las urnas atomizado.
Por Andalucía (la confluencia que encabezará Maíllo), Podemos y Adelante Andalucía parecen ser demasiadas marcas para un espacio en retroceso que además se ha convertido en diana política de un PSOE que también buscará paliar en ese caladero la sangría que irremediablemente le seguirá causando el abandono de sus tradicionales posiciones templadas.
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