Andalucía acepta el desafío
Hoy, cuando el mundo entero ha sido barrido por una calamidad inimaginable y Andalucía se resiente de los tremendos daños sufridos, tengo más claro que nunca que saldremos adelante, que será pronto y que sabremos transformar esta crisis en una oportunidad para fijar unos pilares socioeconómicos más firmes
La ciudad de Ronda estaba preciosa este martes. Conservaba aún el frío severo de la sierra en estas fechas, pero el sol relucía imponente sobre ... todas las cosas, los paisajes, las plazas. Vi macetas de geranios en muchos balcones que parecían a punto de reventar en flores; macetas que hablaban de la inminente primavera y del estallido natural de la alegría en una tierra que, por segundo año consecutivo, se tendrá que resignar a no festejarla como tenemos por costumbre: con nuestros ritos sociales, nuestra Cuaresma maravillosa, nuestras celebraciones populares, nuestras expresiones religiosas y culturales y, en resumen, con nuestra forma expansiva, sencilla y generosa de convivir y de hacer de la calle nuestra casa, aprovechando que ya, poco a poco, son más largas la tardes y más cálidas las horas. La celebración en Ronda de la reunión semanal del Consejo de Gobierno, en la semana del 28 de Febrero, quiso ser una forma de enlazar el espíritu de la Andalucía histórica, que ya en aquella primera asamblea regionalista de 1918 luchó por su definición y su identidad, con la que ahora lucha también por su futuro, ya con otros horizontes, pero con la misma o mayor determinación. Esta cita rondeña, más de cien años después, ha sido un símbolo del abrazo integrador entre lo que fuimos y lo que somos; entre el sentir de nuestros padres y abuelos, el latir de lo andaluz en sus corazones, y el del andalucismo moderno orientado a la prosperidad frente a los desafíos de los nuevos tiempos, que ya no son los de entonces. Pero también fue, al menos para mí lo fue, un refuerzo moral, una forma de sentirme aún más motivado, más solemnemente convocado a la labor regeneradora y reformista que los andaluces nos encomendaron hace algo más de dos años y que el coronavirus ha logrado ralentizar, pero no detener. Hoy, cuando el mundo entero ha sido barrido por una calamidad inimaginable y Andalucía se resiente de los tremendos daños sufridos, tengo más claro que nunca que saldremos adelante, que será pronto y que sabremos transformar esta crisis, que empezó siendo sanitaria y ha acabado siendo general, en una oportunidad para fijar unos pilares socioeconómicos más firmes, más adecuados a los esfuerzos y necesidades actuales, más comprometidos con el desarrollo sostenible y la cultura, más vertebradores y más atractivos para la inversión y la creación de empleo. No hemos ido a Ronda a mirar hacia atrás, sino a tomar impulso hacia el porvenir que de una vez merecemos.
Desde el inicio de la etapa autonómica, hemos perdido muchos años y desperdiciado muchas fuerzas por no concentrarlas en la conquista de un sólido bienestar para los andaluces y en prepararnos para los retos que pudieran venir. Andalucía reúne sobradamente todos los requisitos y todos los recursos humanos y materiales para ser feliz y para no tener que preocuparse permanentemente por su prosperidad, pero estaban descuidados, y activarlos y fijarles un rumbo es nuestra misión ahora. Una misión que ya empezamos a hacer realidad en 2019, antes de la pandemia, cuando la economía andaluza empezó a crecer por encima de la media española, y que desarrollaremos en los próximos meses para ver renacer la alegría y el entusiasmo allá donde el Covid ha puesto frustración y desconcierto. Pondré mi alma y mi mente, como lo hará todo el Gobierno andaluz, en el empeño de que así sea.
Hoy es un día de celebración para los andaluces. El 28F es siempre una llamada a llevar a las calles el testimonio exuberante de una sociedad pacífica, festiva y en armonía, sin miedo y hermanada en sentimientos, raíces y emociones. Ojalá hubiéramos podido ver, un año más, nuestros campos y nuestras playas, nuestras terrazas y nuestras avenidas engalanadas no ya con banderas y guirnaldas, sino con el espectáculo del disfrute multitudinario. Hoy, 28 de Febrero, estoy con todos nuestros paisanos que han tenido que conformarse con menos o con nada; por supuesto, y antes que nada, con quienes han tenido la desgracia de perder a seres queridos. También con nuestras pymes y nuestros autónomos, a quienes ayudamos y seguiremos ayudando tanto como sea posible; con todo el sector cultural y turístico; con nuestros comerciantes y hosteleros; con nuestros cofrades, con nuestros docentes y estudiantes… Por supuesto, con nuestros sanitarios, una barrera de humanidad, coraje, generosidad y talento que se ha colocado entre la pandemia y todos nosotros para mantenernos a salvo hasta el límite de sus fuerzas.
Pero también hoy, 28 de Febrero, Día de Andalucía, estoy con los miles y miles de paisanos nuestros que mantienen la esperanza. Con los que presienten, como se presentía esta semana en los balcones de Ronda, que hay próxima una primavera para los andaluces. Con quienes no se han cansado de plantar cara al virus; con quienes, al quitarse la mascarilla del rostro, tienen una marca mucho más importante que la que esta les ha dejado en la piel: la sonrisa de quien sabe que saldremos de esta, que lo haremos unidos y que nos recuperaremos. Digo unidos, sí, por discrepantes que puedan ser las voces y las posturas, llegado el caso. Las ideas, cuando de verdad lo son, no se matan entre ellas sino que conviven, se estimulan y se enriquecen; comparten el espacio de la libertad, y juntas conforman el tesoro intelectual y moral de la democracia. El debate de las ideas tiene que ser un acto de conciencia cívica y de responsabilidad y reflexión ciudadana, y no el circo romano en el que la lamentable falta de principios, de respeto y de altura de miras ha convertido hoy el foro público.
Ese es, también, el andalucismo moderno que hoy impregna nuestra tierra y nuestros actos. Con él, y con los principios y valores que alumbra, llevaremos a Andalucía a niveles de liderazgo en España y en Europa. Ya hemos puesto en marcha los motores de la recuperación y la regeneración socioeconómica de nuestra comunidad. Ahora, solo necesitamos que lleguen las vacunas prometidas para frenar la amenaza sanitaria y hacer efectiva esa reactivación histórica que Andalucía lleva décadas reclamando. Por eso insisto en que, por encima de las incoherencias que les impiden dar un paso juntos, el Gobierno de Pedro Sánchez y sus aliados tiene que hacer valer la voz de España ante Europa y el mundo y traer esas dosis. No tienen ni tendrán nada más importante que hacer en sus vidas: que lo hagan. Andalucía y toda España necesitan con urgencia un liderazgo nacional que haga su trabajo en un momento crucial como este.
Y mientras tanto, que bajen a la arena de la realidad a ayudar a quienes lo están pidiendo a gritos porque ya no pueden más, que son los trabajadores y los sectores económicos hundidos por la crisis. Hacen falta ayudas directas y bajada de impuestos para que podamos atravesar el trecho que queda hasta superar el Covid. Y es algo que hay que decir tantas veces como sea necesario hacerlo, porque esto también es defender a Andalucía. Ojalá que, en el coro de voces que componen nuestra escena política, algunos que todavía no lo han hecho encuentren también la oportunidad de exigir al Gobierno lo que los andaluces merecen y necesitan.
Que todos los andaluces tengan esperanza. La Junta de Andalucía sabrá estar a la altura de este compromiso con la sociedad y con la historia. Pronto llegarán más primaveras y muchas más flores a todos los balcones. Y les prometo que saldremos a celebrarlo con más ganas y más pasión que nunca.
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